Monólogo de Alsina: "Pasarse de frenada"
En su monólogo, Carlos Alsina analiza el debate de ayer entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el Senado, donde el presidente del Gobierno se empeñó en hacer oposición al líder de la oposición y elevó a su adversario político a la categoría de "sólido aspirante".
Madrid | 07.09.2022 08:35
Estrenando el día hoy en Sevilla, embarcados en uno de los barcos de Cruceros Torre del Oro y encomendándonos a la Virgen de la Victoria, como si fuéramos Elcano de regreso de la especiería. Nos hemos venido a Sevilla a celebrar, también nosotros, que hace quinientos años remontaron el río, desde Sanlúcar, los dieciocho hombres de la nao Victoria y consumaron, así, la primera circunvalación de la Tierra. La consumaron los pocos que sobrevivieron.
Al presidente Sánchez le habían escrito ayer, como colofón a su discurso del Senado, una especie de paralelismo, bastante forzado, entre la gesta de Elcano y Magallanes y la superación de la crisis energética en la que estamos.
Sánchez como si fuera Elcano, al frente de la nave
No es casualidad, decía el presidente. Es verdad, las efemérides no suelen ser casualidad, son puro calendario. No fue el pasaje más lucido del pleno de ayer, ¿verdad?, pero se entiende cuál era el mensaje. Sánchez había dicho que hay que prepararse para lo peor, que parte de Europa puede entrar en recesión, pero que hay que preguntarse qué necesitan los españoles. Y la respuesta para él está clara: le necesitamos a él. Y deberíamos celebrar que le tenemos, cual Elcano, al frente de la nave.
Feijóo, sólido aspirante a relevar a Sánchez en la Moncloa
Bueno. El debate de ayer.
Mire, Feijóo aspiraba a afianzarse como único adversario de Sánchez y sólido aspirante a relevarle en la Moncloa. Y lo logró. No por su actuación en el Senado, que tampoco pasará a los anales de la retórica parlamentaria, sino por la actuación de Sánchez.
Sánchez, que habló muchísimo rato, más que de España habló de Feijóo. Más que de Europa, habló de Feijóo. Más que de la inflación, habló de Feijóo. El presidente convirtió aquello en el debate sobre el estado de Feijoo. La palabra que más pronunció, yo diría que con gran diferencia, no fue crisis, ni precios, ni energía, fue Feijoo.
Sánchez, más que de Europa, habló de Feijóo. Más que de la inflación, habló de Feijóo.
Y así, en efecto, es como se eleva a una adversario político a la categoría de sólido aspirante. De tanto ejercer de líder de la oposición a Feijóo, Sánchez ha conseguido que Feijóo parezca ya el presidente. Cómo será la cosa que el propio Sánchez –atención, abran los oídos- lo expresó así en la última frase de su réplica.
Después de los meses que lleva al frente del Gobierno. Ya digo, es natural el lapsus. O no lapsus, porque la respuesta del presidente al aspirante la llevaba escrita en un tocho notable de folios y más folios. Porque Sánchez no replicó al discurso que antes había hecho Feijóo, sino a declaraciones que ha hecho el líder del PP en los últimos cuatro meses y que el presidente llevaba ahí apuntadas una detrás de otra.
De tanto ejercer de líder de la oposición a Feijóo, Sánchez ha conseguido que Feijóo parezca ya el presidente
Este empeño, reiterado, exahustivo, exagerado, casi obsesivo de derruir la imagen de Feijóo como buen gestor y líder moderado viene a demostrar que justo eso es lo que Sánchez reconoce: que son esos atributos los que le han dado alas en las encuestas. Y lo que le urge al presidente dinamitar.
Éste era el objetivo: mirar a Feijóo y decir justito. Para que le vean así los ciudadanos votantes, justito.
Se equivocó el presidente, los ciudadanos no quieren un debate sobre el estado de Feijóo
En esto, es mi opinión, se equivocó el presidente. Los ciudadanos, la gente a la que él tanto apela, debate sobre cómo encarar la crisis. Y espera, creo yo, debates sobre qué políticas son más eficaces. No un debate sobre el estado de Feijóo. Que no pasa de ser, a día de hoy, uno de los aspirantes a gobernar el país. Lo que importa es el país, no las aspiraciones ni de Feijóo ni de Yolanda Díaz ni de nadie.
Sánchez fue de mejor a peor. Porque había empezado haciendo una descripción muy realista del panorama que tenemos: admitió la incertidumbre, la dificultad, expuso con buen criterio qué se juega Europa en este envite y cuál son nuestras fortalezas y repasó las medidas que su Gobierno ya ha tomado. Ahí estuvo en presidente.
"Un gobernante que siempre está pendiente del retrovisor para reivindicarse como más acertado, más audaz, más listo"
Pero enseguida le salió el líder de la oposición a la oposición que lleva dentro y buscó la confrontación con el Partido Popular a base de comparar la crisis (y las políticas) de hoy con la crisis (y las políticas) de la crisis de 2008. Crisis que el presidente se empeña en olvidar que empezó gestionándola su partido, Zapatero. Y que fue aquella gestión lo que le dio al PP una mayoría absoluta.
Como se empeña en olvidar el presidente que es la Unión Europea quien marcó entonces la hoja de ruta como es la Unión Europea quien la está marcando ahora. Estas comparaciones ventajistas deslucen el análisis que Sánchez hace de su propio trabajo. Y retratan a un gobernante que siempre está pendiente del retrovisor para reivindicarse como más acertado, más audaz, más listo que los que hubo antes.
Insolvencia o mala fe, el nuevo estribillo gubernamental al que se añade retratar a Feijóo como una marioneta de las empresas eléctricas
Una vez que Feijóo dedicó sus quince minutos a repasar los cambios de criterio del presidente -que a estas alturas tampoco es que sea un trabajo hercúleo- llegó la réplica sin límite de tiempo de Sánchez. Sin límite de tiempo y sin límite de repeticiones, porque el salmo responsorial era este Feijóo o miente más que habla o es que no entiende una palabra de economía. Insolvencia o mala fe, el nuevo estribillo gubernamental al que se añade retratar a Feijóo como una marioneta de las empresas eléctricas.
Sánchez abraza la táctica de Pablo Iglesias
El presidente presume cada dos minutos de defender los intereses de la sociedad y no los de individuos particulares. Magnífico, ése es, en efecto, su trabajo. Sólo faltaba que presumiera de lo contrario. Lo que pasa es que no estar al servicio de nadie no presupone que aciertes en todo.
Esto de convertir a las grandes empresas (sin nombre, nunca les pone nombre), esto de cuestionar la independencia de los medios de comunicación por su vinculación con grupos empresariales (sin nombre, nunca les pone nombre) es una táctica muy de Pablo Iglesias que Sánchez, en caída demoscópica, ha abrazado ahora con entusiasmo de laboratorio.
Las empresas y sus terminales mediáticas que ahora también han colocado ahí a Feijóo. Nombres, presidente, nombres. Échele usted coraje.