Monólogo de Alsina: "Juegos de manos puigdemónicos"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el ultimátum de Carles Puigdemont a Pedro Sánchez para que asegure su investidura como president catalán porque está en juego su mayoría gubernativa en el Congreso.
Madrid |
Cuando más falta hace el señor Galindo menos recurren a él los novios distanciados. ¿Qué fue del señor Galindo?
No, ése no. El letrado de las Cortes no. El otro. Galindo el verificador-mediador-relator-consultor-celestino al que contrataron Sánchez y Puigdemont -exigencia de Junts- para que arbitrara sus negociaciones perfectamente opacas, casi clandestinas, en Suiza (segunda patria de Torra y de Marta Rovira). Galindo, el salvadoreño.
Puigdemont hace lo que puede por mantener viva la llama de su retorno
Celebradas las elecciones catalanas, y abortado el sueño puigdemómico de ganarlas o de empatar, al menos, con el PSC, el procesado en rebeldía (e inminente amnistiado) Carles Puigdemont hace lo que puede por mantener viva entre los suyos la llama de su retorno, entre multitudes, al Palau de la Generalitat para ser coronado presidente de un gobierno autonómico. De hacerse llamar presidente del consejo de la república en el exilio a anhelar volver a ser un simple mortal, el presidente de una institución española, y del Estado, llamada Generalitat de Cataluña, no es poco cambio.
Puigdemont advirtió a Sánchez de que cualquier entendimiento del PSC con el PP será causa de disolución de los votos matrimoniales que se hicieron él y Santos Cerdán
En su afán por hacer creer que es él quien tiene la llave, como siempre, de lo que habrá de suceder -esta imagen que se ha construido de sí mismo de estratega infalible, dos pasos por delante, el más listo del vecindario- Puigdemont hizo ayer dos cosas: una, hablar como si él tuviera en el bote a Esquerra Republicana, porque sin Esquerra en la operación todo el argumentario del profeta se desmorona; dos, advertirle a Sánchez de que cualquier entendimiento del PSC con el PP será causa de disolución de los votos matrimoniales que se hicieron él y Santos Cerdán primero en Bruselas y luego en Suiza, incorporado Galindo como testigo -cabría decir, por lo que pueda suceder en el futuro, testigo de cargo-.
¿Qué pinta el PP en este asunto? Bueno, que si Esquerra persevera en no darle ni agua a Illa -ingrata Esquerra, el PSC le salvó los presupuestos a Aragonés cuando reventó su gobierno de coalición con los puigdemones-, si Esquerra persevera en negarle el agua a Illa, éste sólo tiene una vía para ser investido, una vía inaudita: convencer al PP para que le dé quince síes y convencer a Vox de que se abstenga. Nadie ve hoy como factible ese acuerdo, pero a Puigdemont le vale para ofrecer su diagnóstico trucado de lo que viene.
El primero de los trucos es descartar que Esquerra pacte con Illa alegando que Esquerra misma lo ha descartado
El primero de los trucos es descartar que Esquerra pacte con Illa alegando que Esquerra misma lo ha descartado. Y a renglón seguido dar por hecho que él tendría más respaldo parlamentario que Illa porque mete a Esquerra en su suma. ¿Problema? Que Esquerra no ha dicho que vaya a estar en esa operación. Bueno, en rigor Esquerra aún no ha dicho nada. Es Pere Aragonés, gobernante caído, quien en su canto del cisne ha dado a entender que con ellos no cuente ni uno ni otro aspirante.
Las cuentas que hace Puigdemont
La operación que necesitaría de un acuerdo de Junts y el PSC es, precisamente, la investidura de Puigdemont. Incluso si tuviera a Esquerra a su lado, a Puigdemont le seguirían faltando síes. Requeriría de la abstención de trece diputados del PSC. Esquerra ha dicho dos cosas: que no facilitará la investidura de Illa y que no participará en un enjuague entre Junts y el PSC. Puigdemont sólo ha querido escuchar la primera. Y así llegamos al segundo truco: las cuentas que se hace.
Cincuenta y cinco sin la CUP, cincuenta y nueve con la CUP. Ya, ¿y sin Esquerra en cuántos se queda? Ah, sin Esquerra son máximo treinta y nueve por cuarenta y ocho de Illa.
Emplazar a Sánchez a que meta mano en el guiso catalán porque está en juego su mayoría gubernativa en el Congreso
En fin, todo este enredo aritmético sólo busca poder alegar que él tiene más respaldo que Illa para que sea a él a quien la presidencia del Parlamento le encomiende defender una investidura. En realidad, el juego es el otro, bien poco disimulado: emplazar a Sánchez a que meta mano en el guiso catalán porque está en juego su mayoría gubernativa en el Congreso.
El PSC no está atado a acuerdo alguno con los puigdemones
Que se sepa, ni en el acuerdo que le firmó el PSOE a Puigdemont en Bruselas (con relato fake del procés incorporado) ni en sus pactos clandestinos de Suiza existe una cláusula que diga que el PSC no podrá gobernar Cataluña. Si Sánchez le ha firmado semejante cosa a Puigdemont habrá sido en el mayor de los secretos. Y ocurre que el acuerdo, y las negociaciones que siguen, lo tiene Junts con el PSOE, no con el PSC, premeditadamente ignorado, orillado, vetado por el resucitado Puigdemont.
Que Puigdemont diga la verdad: di por hecho que tu presidencia traería aparejada la mía, amnistía mediante, y resulta que me la has jugado
En rigor, el PSC no está atado a acuerdo alguno con los puigdemones. Lo está el PSOE, pero en ninguno de los papeles que con tanto primor fabricaron los Rull, los Turull y los Boye se dice que el PSC no pueda gobernar Cataluña. O que el PSC no pueda discrepar de lo que en esos papeles se ha firmado. Luego, si Puigdemont quiere retirarle su apoyo a Sánchez naturalmente está en su derecho, pero que diga la verdad: di por hecho que tu presidencia traería aparejada la mía, amnistía mediante, y resulta que me la has jugado.
Amnistiado sí, pero para irme a cultivar cebollinos en casa. Entre tramposos, la trampa no se considera pecado sino virtud. Y entre tramposos, desde que la noche del veintitrés de julio, está el juego.
Paisaje después de la batalla
Paisaje después de la batalla, o recién iniciada la verdadera batalla, según se mire. Pere Aragonés se borra sin que conste que su partido haya ofrecido la menor resistencia a su espantada.
Adéu, president. Ya en funciones. Del terremoto que ha empezado en Esquerra raro será que salga entero Oriol Junqueras. Él y Marta Rovira han sido la oposición interna a Aragonés, como lo fueron ya a Puigdemont en sus tiempos de matrimonio de conveniencia.
Qué es votar bien según Yolanda Díaz
La vicepresidenta dos, Yolanda Díaz, admite que su marca catalana ha perdido trece mil votos (antes no llegaban tampoco a doscientos mil) pero presume de ser clave.
Va a ser que no: la fuerza decisiva y clave para poder hacer un gobierno de izquierdas es el PSC, que para eso ha sacado 36 escaños más que Sumar y setecientos mil votos (más). Añadió la vicepresidenta en qué consiste votar bien, que debe de ser lo opuesto a votar mal.
Para entendernos, votar bien es votar izquierda. Votar mal debe de ser lo de Galicia, tierra de Díaz, por ejemplo
Para entendernos, votar bien es votar izquierda. Votar mal debe de ser lo de Galicia, tierra de Díaz, por ejemplo. ¡Hay un mandato popular!, dice la líder menguante de Sumar, un mandato de tripartito con Esquerra. Por la misma razón podría decir cualquiera que hay un mandato claro para que pacten el PSC y Junts, que sumarían más que el tripartito. Los votantes eligen un parlamento, las alianzas las deciden los líderes interpretando la voluntad popular como en cada momento les conviene.
El gobierno de Cataluña se vota en Cataluña
Y última escena del día: la portavoz del PSOE, alérgica a las entrevistas (por lo menos en este programa, ay los vetos), Ester Peña. Qué hermosa proclamación de celo territorial.
Esto no es como el gobierno de España, oiga, que se pactó fuera de España porque el padrino de investidura de Sánchez era un señor reclamado por la Justicia
¡Ni en Madrid ni en Suiza!, podía haber dicho. Qué pasión en el argumento: dónde va a elegir el gobierno de Cataluña sino en Cataluña. Esto no es como el gobierno de España, oiga, que se pactó fuera de España porque el padrino de investidura de Sánchez era un señor que, a día de hoy, sigue reclamado por la Justicia.
El mismo. El molt amnistiable Puigdemont. En palabras de Santos Cerdán, president Puigdemont en el exilio.