Monólogo de Alsina: "Un señor de derechas en la Moncloa"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la reunión entre Pedro Sánchez y el nuevo primer ministro de Portugal, Luis Montenegro, ayer en La Moncloa.
Madrid |
Todos hemos visto tantas películas estadounidenses de juicios que nos sabemos mejor el sistema de allí que el de aquí. En ‘Celda 211’ Alberto Amman le decía a Malamadre que estaba condenado por asesinato en primer grado, que en el Código Penal de España no existe -ni antes ni después de los remiendos de Sánchez- pero que bebe de la cultura cinematográfica estadounidense. También sabemos que lo primero que se hace es escoger a los miembros del jurado, y que ahí es donde la acusación y la defensa intentan detectar qué personas son más receptivas a absolver o a condenar y buscan la manera de tener un jurado favorable.
Total, que ha empezado el juicio a Donald Trump por el presunto fraude en los pagos a una actriz para que estuviera callada -escándalo que ya sacudió las elecciones de 2016, y las ganó, por cierto- pero como hemos visto las películas de juicios sabemos que, en realidad, en estos primeros días no pasa nada. Nada más que lo previsible: que Trump se declare víctima de una persecución judicial -el lawfare, como si fuera Puigdemont- y que los comentaristas se entretengan analizando si el procesado está más o menos incómodo que en su ristra de juicios anteriores.
Trump, el primer ex presidente sometido a un juicio penal
Ha hecho historia (otra vez), es verdad: es el primer ex presidente sometido a un juicio penal. Y aún puede hacer más historia si en enero del año que viene acaba siendo el primer presidente que lo es habiendo sido no sólo juzgado sino condenado.
Otra cosa no, pero a Trump le espolea esto de marcar hitos que parecían imposibles: primer gobernante que sobrevive a dos impeachment (el juicio político), pierde las elecciones, es condenado por abusar de una señora, y por difamarla, es condenado por fraude fiscal, ahora puede ser condenado por financiación irregular y soborno y en noviembre gana las elecciones y regresa, con su historial de condenas, a presidir el imperio.
Difícilmente el juicio va a cambiar la deriva electoral que hoy tiene a Trump liderando las encuestas porque el electorado guarda mejor recuerdo de sus años de gobierno que de estos tres años y medio de Joe Biden
Con Rusia intentando quedarse con Ucrania, y desafiando a la Otan, y con Oriente Próximo en crisis aguda (y lo que puede aún suceder allí de aquí a final de año). De modo que sí, ha empezado el juicio. Pero difícilmente el juicio va a cambiar la deriva electoral que hoy tiene a Trump liderando las encuestas porque el electorado guarda mejor recuerdo de sus años de gobierno que de estos tres años y medio de Joe Biden. Así se va escribiendo la historia.
El gobierno hace lo que puede para el reconocimiento del Estado Palestino
Con Biden reclamando para sí el papel de caporal que embrida a Netanyahu para que no se lance al ataque contra Irán, y con el gobierno israelí dándose tiempo para devolver el golpe (ya se verá cómo, y cuánto), el gobierno de España hace lo que puede para que su campaña diplomática en favor del reconocimiento del Estado Palestino no se vea arrollada por una nueva espiral violenta en Oriente Próximo.
En tiempos de drones, de misiles y de baterías antiaéreas; en tiempos de guerra convencional de un Estado contra otro operaciones políticas como ésta o se aceleran o se desinflan. Sánchez hace lo que puede para que ocurra lo primero, pero los contactos habidos en las últimas horas entre gobiernos occidentales para enfriar la crisis evidencian que el papel de nuestro país no es precisamente protagónico (o principal). Voluntarioso, si usted quiere, genuino en la medida en que ha ido más lejos que la mayoría de los gobiernos europeos, pero no especialmente influyente.
Si alguien creyera que el reconocimiento del Estado Palestino iba a traer consigo, por ejemplo, que Irán reconociera, a su vez, al Estado de Israel y enterrara su pretensión histórica de eliminarlo de la faz de la tierra sería más fácil sumar apoyos vehementes a la propuesta. Pero el hecho de que sea más un respaldo moral a la doctrina de los dos estados, como ayer explicó aquí Borrell, que una solución práctica a nada convierte la iniciativa, en este momento (esta semana) en un elemento secundario.
Sánchez recibió a un señor de derechas en la Moncloa
Quizá la noticia política de ayer en España fue que Sánchez recibió a un señor de derechas en la Moncloa y ni le salieron ronchas ni nada. No sólo era de derechas, era de derecha no independentista. Y extranjero, por supuesto. Extranjero ibérico, o sea, Luis Montenegro. Primer ministro conservador de Portugal, líder de un gobierno en minoría.
Se habrá sentido reconfortado Sánchez al tener delante a un gobernante que nada más llegar al poder ya está incumpliendo sus promesas de reducción de impuestos. Perdón, está cambiando de opinión. No logró nuestro presidente que el portugués cambie, aún, de postura sobre Palestina. Es decir, que está por el Estado Palestino pero no todavía, como diría Feijóo.
No están en sintonía Sánchez y el primer ministro portugués sobre las causas de que la extrema derecha haya ido tan a más en la Unión Europea y en la Península Ibérica
Tampoco están en sintonía Sánchez y el primer ministro portugués sobre las causas de que la extrema derecha haya ido tan a más en la Unión Europea y en la Península Ibérica. Donde el nuestro ve una ola internacional a la que España y Portugal no son ajenas, Montenegro ve la responsabilidad de quienes ejercen el gobierno y, con sus políticas, alimentan al electorado extremista.
En Portugal sí es posible el acuerdo entre los dos partidos centrales
Este Montenegro ha rechazado pactar con la extrema derecha porque tiene alternativa: el Partido Socialista portugués se ha ofrecido a negociar acuerdos que neutralicen el peso de los ultras. En Portugal sí es posible el acuerdo entre los dos partidos centrales. Dicen los politólogos, finos observadores, que porque allí no hay nacionalismos ni independentismos (con los que pactar, se entiende).
Aquí lo que tenemos es voluntad de acordar con los extremos. Incluido el inefable Puigdemont
Aparte de que no haya marcas tipo Junts o Bildu, lo que hay, a diferencia de España, es voluntad de acordar por el centro. Aquí lo que tenemos es voluntad de acordar con los extremos. Incluido el inefable Puigdemont. Ha habido que esperar a una competición electoral por el poder en Cataluña para comprobar cómo el PSOE deja de referirse al expatriado como president Puigdemont para tratarle poco menos que de chulo.
Chulería de Puigdemont
Tiene razón la portavoz del PSOE, señora Peña, cuando dice que en campaña electoral los partidos se transforman. Empezando por ella misma. Chulería de Puigdemont. Por haber dicho que si gobierna Illa, Sánchez sufrirá en las Cortes.
Más que chulería son matemáticas. Pero a la portavoz le resulta irrespirable este ambiente. Cuando Puigdemont anunció que se presenta para retomar el procés donde lo dejó, que no renuncia a la vía unilateral y que, por supuesto, no acepta el marco constitucional del Estado represor no se recuerda que a la señora Peña le faltara el aire. Si peligra Sánchez, entonces sí, irrespirable.