OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Santa Clara, mártir discontinua"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la detención de Clara Ponsatí a su vuelta a España durante apenas unas horas debido a la eliminación del delito de sedición del Código Penal impulsado por Pedro Sánchez.

Carlos Alsina

Madrid | 29.03.2023 08:43

Un sufrido mosso de esquadra, tan catalán como Clara Ponsatí, tuvo que aguantar la chapa que le dio la señora y la increpación de sus adeptos por limitarse a hacer lo que ella venía buscando, que fue detenerla. En lugar de agradecerle al mosso que cumpliera con su deber, facilitando así, de rebote, el numerito propagandero de la regresada, le dio la brasa sobre su condición de eurodiputada mientras exhibía la acreditación como si fuera un escapulario.

¿Usted está seguro de aixó? Que soy eurodiputada. Y el mosso, correctísimo: que si es tan amable, señora. Y los discípulos de la Clara gritando ‘puta España’. Todo tan natural y tan espontáneo, ¿verdad?

Ponsatí y Rovira, enormes beneficiadas del alivio penal diseñado por Sánchez

Mire, esta señora era perfectamente consciente de que sería detenida si persistía en su insubordinación al Tribunal Supremo, que es quien la tiene reclamada para responder por sus actos de octubre de 2017. En su caso, y una vez que el presidente Sánchez vació de sedición el Código Penal con el aplauso de los ciento veinte diputados socialistas y sus compadres del frente amplio, todo lo que hay contra ella es el delito de desobediencia. Que no tiene pena de cárcel.

Digamos que arriesgar, la valiente Ponsatí arriesgó poco. Ella no es Puigdemont, que tiene encima la malversación agravada. Ella es como Marta Rovira, enorme beneficiaria del alivio penal diseñado por Sánchez. Si la Clara hubiera acudido ella misma al juzgado nada más pisar suelo español le habrían comunicado en qué situación procesal se encuentra y se habría ido para casa. Pero ella eligió no presentarse. Eligió forzar la detención. Para que hubiera un mosso al que poder decirle: ¿está usted seguro?, mire que soy eurodiputada.

Una vez que Sánchez vació de sedición el Código Penal, todo lo que hay contra ella es el delito de desobediencia, que no tiene pena de cárcel

El numerito ponsatiano comenzó en el coche que la traía (porque la traían) desde Bruselas a Barcelona. Con un propio que iba grabando un vídeo como si aquello fuera una operación de alto riesgo y ella anunciaba que no se presentaría voluntariamente.

Porque hay que mantener el combate, decía la valiente guerrillera. Claro, si se hubiera presentado voluntariamente lo único que habría quedado en evidencia es que, gracias a la reforma Sánchez, lo peor que ya le puede pasar es que le impongan una multa e inhabilitación para un tiempito corto.

Haciéndose detener alimenta su falsa imagen de sufridora en casa

Mientras que haciéndose detener alimenta su falsa imagen de sufridora en casa. Y mete presión al Tribunal Europeo que aún no ha decidido si los eurodiputados prófugos tienen derecho a la inmunidad. Entiéndase, la impunidad. Que es lo que vienen buscando los Puigdemont nois (y donas) desde que concurrieron, en abierto fraude político, a las elecciones europeas sólo para tener aforamiento y un púlpito desde el que predicar.

La Clara ha abierto camino para que pueda ahora repetir el numerito Marta Rovira, la segunda de Junqueras que se largó a Suiza después de amenazar a Puigdemont con presentarle ante el pueblo como un traidor si convocaba elecciones en lugar de proclamar la independencia.

Rovira está como Ponsatí, aliviada por Sánchez de la sedición y con un horizonte penal tan laxo que el único motivo para no haber regresado aún es (o era) no aparecer como la única agraciada por el dedo benefactor del Gobierno de España

Seguro que Rufián se acuerda de aquellas horas convulsas en que él hacía juegos de palabras con las 155 monedas de plata y todo aquello. Rovira está como Ponsatí, aliviada por Sánchez de la sedición y con un horizonte penal tan laxo que el único motivo para no haber regresado aún es (o era) no aparecer como la única agraciada por el dedo benefactor del Gobierno de España.

Lo de Puigdemont es otra harina. A él se le reclama por malversación agravada y con pena de cárcel. Por eso no viene. Se resigna a fingirse indignadísimo, desde el sofá de Waterloo, por la detención de la Clara y a exigir a la Unión Europea que reaccione. Con el conocido resultado de que nadie, a estas alturas, ya le eche cuentas. Ponsatí ha aprovechado el regalo que le hizo Sánchez para montarse una película. Ella no es la avanzadilla del profeta. Y tampoco es conejilla. De Indias.

Marlaska, el alguacil alguacilado

A Marlaska cabe aplicarle lo del alguacil alguacilado. Que a un juez tan reputado, en su momento, le acabe cayendo encima una sentencia del Supremo que anula el cese de un coronel de la Guardia Civil por no ajustarse a la ley es una ironía del destino. El juez que se dejó abducir por la política y encontró perfectamente razonable camuflar una defenestración política de relevo de trámite por reorganización de los equipos.

Recuérdese cómo explicó Marlaska la destitución del coronel Pérez de lo Cobos de la comandancia de la Guardia Civil de Madrid, cuando aquel asunto de la investigación sobre la manifestación del 8M de 2020 que se filtró a la prensa y de la que la directora de la Guardia Civil no sabía nada. Lo primero que dijo el ministro es que se le había relevado por reorganización del departamento.

El juez que se dejó abducir por la política y encontró razonable camuflar una defenestración política de relevo de trámite por reorganización de los equipos

El proyecto natural de sustitución y bla bla bla. El coronel hizo saber que se le había defenestrado por negarse a informar a sus superiores de la marcha de una investigación judicial que sólo correspondía conocer a la juez que la instruía, no a los mandos de la Guardia Civil. Y recurrió el cese. Lo siguiente que dijo el ministro es que debía quedar claro que quien lo había cesado no era él.

Ay, la directora de la Guardia Civil, Gámez. Hoy ya ex directora porque dimitió la semana pasada en prevención de que ella misma acabe salpicada por la investigación sobre su marido.

Profilaxis, dijo el ministro: si investigan al marido ella debe apartarse porque los estándares del Gobierno son así de elevados. Ahora el Supremo dice que el ministerio incurrió en desvío de poder y camufló como rutinaria una destitución perfectamente arbitraria, es decir, un castigo por no haberse prestado el coronel a hacer lo que la directora de la Guardia Civil le reclamaba.

Grande-Marlaska no tiene ninguna intención de dimitir

La peripecia judicial del caso Pérez de los Cobos ha sido una montaña rusa. El Supremo revierte ahora el criterio de la Audiencia Nacional, que fue favorable al Gobierno. Pero es que la Audiencia Nacional revirtió el criterio del primer juez que se ocupó del caso, que ya ordenó reponer al coronel en su puesto.

Esto es lo que dijo el ministro cuando la primera sentencia desfavorable: "No tengo ninguna voluntad de dimitir. Sigo trabajando y, en último término el Gobierno ya ha manifestado su decisión de recurrir la resolución".

En bucle, no dimito, no dimito, no dimito, hasta el día del juicio final. O hasta que Sánchez le diga que dimita y entonces se aplique el cuento de la profilaxis

Y esto es lo que ha dicho al tener conocimiento de la segunda: "No es mi intención en modo alguno dimitir. Las razones objetivas de pérdida de confianza y la consideración de la falta de idoneidad para el ejercicio de un puesto de responsabilidad se mantiene en la actualidad".

O sea, que el cese estuvo bien aunque se hiciera mal. Esto es, en fin, lo que dirá el ministro diga lo que diga cualquier tribunal y suceda lo que suceda, en éste o en cualquier otro asunto, de aquí a diciembre.

Y así, en bucle, no dimito, no dimito, no dimito, hasta el día del juicio final. O hasta que Sánchez le diga que dimita y entonces se aplique el cuento de la profilaxis.

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