OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Le Pen tendrá que esperar"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la victoria del Nuevo Frente Popular en Francia, una alianza de las izquierdas para frenar la victoria de la extrema derecha de Le Pen en la primera vuelta de las elecciones.

Carlos Alsina

Madrid |

Como sólo tiene veintiocho años, puede seguir esperando. Porque esta vez no será. Jordan Bardella no va a ser el primer ministro más joven de la Quinta República francesa porque no va a ser primer ministro. Habrá que añadir ‘por ahora’.

La segunda vuelta volvió a ser el diluyente de la extrema derecha en Francia. Volver a preguntar a los votantes para que elijan sólo entre los candidatos más valorados reveló que puestos a escoger entre un diputado de Le Pen y uno de cualquiera de los otros partidos, dos de cada tres franceses escoge al que no es de Le Pen. Bardella, pulcramente vestido de empleado de funeraria, compareció anoche para asumir su frustración.

Los franceses relegan a la extrema derecha a la tercera posición

La frustración del amadrinado de Le Pen es la de los franceses que ansiaban ver a la extrema derecha al frente del país y que han de resignarse a verla haciendo oposición al nuevo gobierno de centro izquierda. Ya veremos cuánto de izquierda y cuánto de centro.

El suspiro de alivio se escuchó en Bruselas y en el Palacio del Elíseo cuando a las ocho de la tarde de este domingo los medios difundieron las encuestas que anticipaban cómo queda el nuevo Parlamento. La extrema derecha se queda una vez más con las ganas. No sólo no alcanza la mayoría absoluta que habría obligado a Macron a encomendarle el gobierno sino que ni siquiera gana las elecciones generales. No las gana y no queda en segundo puesto.

Los franceses, segunda vuelta, relegan a la extrema derecha a la tercera posición. Por delante de ella, el partido del presidente. Y por delante de ambos, el Nuevo Frente Popular, la alianza de las izquierdas que se alza con la victoria y será el grupo más nutrido del Parlamento, … escaños de 577, bien es verdad que no es un partido sino una constelación de formaciones demasiado distintas entre ellas como para poder asegurar que siempre vayan a votar igual.

Para Macron no había resultado bueno

El primer ministro de Francia, joven primer ministro de la cuadra de Macron, presenta su dimisión esta mañana. Para Macron no había resultado bueno. Estaba entre el malo y el peor. Lo peor habría sido tener que cohabitar con un primer ministro de extrema derecha. Lo malo, tener que sentarse a negociar con el Frente Popular a quien pone ahora al frente del gobierno.

Mélenchon, Frente Popular, le reclamó ya anoche, en el minuto uno del escrutinio, la gobernación del país. La remontada de Macron en esta segunda vuelta le coloca en mejor posición negociadora que en la que estaba, pero sigue necesitando a la izquierda. Hoy su esperanza es no necesitar a su líder, Mélenchon, demasiado escorado hacia el extremo para los planes del presidente de la República. Que candidatos, de izquierda (pero no del partido de Mélenchon), tiene seguro en la cabeza para empezar a hablar.

Un cordón sanitario al calor de la victoria arrolladora de la extrema derecha en la primera vuelta que está por ver si sirve para alumbrar ahora un gobierno sólido

Tiene razón el líder ultra, Bardella, en que la alianza de Macron y Mélenchon es contra natura, justificada únicamente en la necesidad de evitar la hegemonía parlamentaria de Le Pen. Alianza del deshonor, la llamó. Y también, partido único. Un cordón sanitario al calor de la victoria arrolladora de la extrema derecha en la primera vuelta que está por ver si sirve para alumbrar ahora un gobierno sólido.

Cumbre indepe en Waterloo a mayor gloria de Puigdemont

Puigdemont recibe. En Waterloo. Regresó a su chalé de Bruselas -bueno, suyo no es, le pagan el alquiler- en vista de que no iba a ser investido presidente de la Generalitat y que si cruza la frontera hay que detenerlo.

De regreso a Waterloo, Puigdemont se ha organizado una cumbre indepe a mayor gloria de sí mismo. Invitó a ejercicios espirituales este domingo a Esquerra Republicana, a la Cup, a los de la Asamblea Nacional Catalana y a los de Omnium Cultural. Y para allá que se fueron todos a hacerle un mimo al líder derrotado en las urnas y procesado en rebeldía por el Tribunal Supremo por malversar, es decir, por corrupción.

Fueron todos a hacerle un mimo al líder derrotado en las urnas y procesado en rebeldía por el Tribunal Supremo por malversar, es decir, por corrupción

No se le puede negar a Puigdemont ni poder de convocatoria ni habilidad para transformar su derrota ante Salvador Illa el doce de mayo en una suerte de victoria a medias, premio de consolación, como pope resucitado del independentismo y arquitecto de la nueva etapa (tan parecida, por otra parte, a la antigua). Primero allanó camino con Marta Rovira -viajando él a Suiza-, luego se hizo visitar por Oriol Junqueras -malherido políticamente y resignado a tener que retomar la relación- y ahora celebra cónclaves a imagen y semejanza de los que hacía en el Palau de la Generalitat en los meses en que se gestó el procés. Ahora sí que debe de sentirse Puigdemont president en el exilio: se ha llevado a Waterloo las cumbres que celebraba en el Palau en 2017, con los Jordis y los ómniums ejerciendo de brazo agitador del gobierno independentista levantado contra el Estado español.

En Waterloo están confiados en que Sánchez carece ya de fuerza política para decidir él quién gobierna en Cataluña

Si esto no es la exhumación del Movimiento Nacional Independentista, todos a una, se le parece enormemente. Y de eso se trata, de que se le parezca. De que, en contraste con un Salvador Illa que subcontrata con la Moncloa la negociación con Esquerra Republicana y espera acontecimientos, Puigdemont agarra la batuta y los acontecimientos los provoca él.

Puede que en la Moncloa estén tan confiados como dicen en que Rovira se eche en brazos de Illa a cambio de la recaudación de todos los impuestos en Cataluña, pero en Waterloo están más confiados todavía en que Sánchez carece ya de fuerza política para decidir él quién gobierna en Cataluña.