Monólogo de Alsina: "No hay segundas vueltas"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre los cálculos electorales del Partido Popular y el PSOE de cara a las elecciones europeas donde Feijóo necesita una victoria abultada para proclamar que el pueblo habló y derogó el sanchismo.
Madrid |
¿Lo tienen ustedes ya claro? ¿Lo tenían desde mucho antes de que empezara esta campaña? O al revés, ¿están todavía indecisos, que por una parte votarían a éstos pero por otra, votarían a los de enfrente? ¿Son de quienes pasan, el domingo con ustedes que no cuenten? ¿Irán a votar pero votarán a nadie, el famoso voto en blanco?
Si ustedes ya lo tienen claro, les va a dar exactamente lo mismo cualquier cosa que pueda suceder de aquí a la medianoche. Le resbala lo que digan las candidatas y candidatos en sus mítines, los líderes de los partidos que los tutelan y los opacan, los tertulianos que los examinan y hasta los jueces que investigan lo mismo compras de mascarillas que intercambios de favores que fraudes fiscales.
Lo que queda del día, que es lo que queda de campaña, lo van a emplear los mitineros incansables en captar la atención de los otros, quienes aún no tienen decidido qué harán el domingo. Está a un paso los Sánchez y los Feijóo de abroncar abiertamente a sus simpatizantes por no haber interiorizado lo imprescindible que es que se personen todos en las urnas.
Feijóo necesita un voto de censura a Sánchez y su amnistía
Feijóo necesita una victoria abultada para poder proclamar que el pueblo habló, después de la amnistía, y le dijo a Sánchez que ya no lo quiere en la Moncloa -derogó el sanchismo- y Sánchez calcula que con un empate le vale para poder decir que el pueblo ha hablado y le ha reconocido su incansable esfuerzo por salvar España de los partidos de derechas, los medios de derechas, las empresas de derechas y los jueces de derechas.
O traducido, que Feijóo necesita un claro voto de censura al actual presidente para mantener viva la esperanza de que las Cortes se disuelvan pronto, y Sánchez necesita salvar la cara para poder mantener viva la esperanza de que su precaria mayoría multicolor le permitirá, si no gobernar, sí seguir en el gobierno haciendo ver que gobierna.
Sánchez calcula que con un empate le vale para poder decir que el pueblo ha hablado y le ha reconocido su incansable esfuerzo por salvar España
La campaña ya ha visto usted cómo ha ido. El PP siempre ha estado en lo mismo, tumbar a Sánchez, por la amnistía, por Koldo, por Begoña, por su arrogancia. Y el PSOE ha ido cambiando de adversario: primero fue la máquina del fango, luego Milei, luego Milei y Netanyahu, luego Milei, Netanyahu y Donald Trump, y al final Milei, Netanyahu, la máquina del fango, Trump, Ayuso, Aznar, Feijoo -por supuesto-, Abascal y el juez Juan Carlos Peinado.
"Pase lo que pase, siempre ganamos"
Han inventado los gurúes socialistas su win win, el pase lo que pase siempre ganamos. Tanto que llegan al final de la campaña predicando que si el juez no hubiera imputado aún a Begoña Gómez, mejor para ellos porque no interferiría en la decisión popular, pero ya que el juez la ha imputado pues también mejor para ellos porque es la palanca que andaban buscando para darle la vuelta a las encuestas.
Una legión de ministros constituidos en jurado popular y brigada de linchamiento
Es natural que los expertos demoscópicos se vuelvan locos con estos argumentos. Si no la imputan, bien; si la imputan, aún mejor. Átame esa mosca por el rabo.
Oye, si es verdad -como dice el equipo de persuasión y propaganda-, que todos los izquierdistas de España van a inundar de voto socialista las urnas para reprobar, así, al torcido juez de derechas y exaltar, así, la bondad inapelable de la esposa del puto amo (del presidente), entonces lo que tendría que haberle enviado Sánchez al juez es un ramo de flores y una placa de agradecimiento, no a una legión de ministros constituidos en jurado popular y brigada de linchamiento.
Patinó el juez Peinado
El juez Peinado patinó ayer al aprovechar una providencia en la que acuerda interrogar a Barrabés en el hospital para replicar a un escrito que no forma parte de la causa y a un coro de opinadores, presidente del gobierno y ministros incluidos, que tampoco están personados. Al juez le resultará todo lo absurdo que él quiera que le acusen de imputar a una investigada que no es candidata ni política incumpliendo la famosa norma no escrita, pero por absurdo que le parezca no es la propia causa judicial el foro para alimentar polémicas.
No es la causa judicial el foro para alimentar polémicas. Escriba una carta a la ciudadanía o envíe una tribuna a los periódicos
Escriba una carta a la ciudadanía, que es una fórmula muy de nuestros días, o envíe una tribuna a los periódicos. Si el abogado de Begoña Gómez hubiera recurrido la citación del juez alegando que incumplía una norma tendría motivo el juez para responderle dentro de la causa, pero el abogado no ha recurrido nada porque sabe que el juez no ha incumplido norma alguna.
Es legítimo criticar a un juez de instrucción
Dijo ayer Óscar Puente, ministro abogado -y en eso tiene razón-, que los jueces son tan criticables como cualquier otro actor de la vida pública.
Sí, es verdad que lo envolvió en el victimismo habitual éste de hay que ver, pobrecitos ministros socialistas, que a nosotros nos pueden insultar y a los demás, no, pero es cierto: es legítimo criticar a un juez de instrucción. Conviene hacerlo con argumentos ciertos, no con medias verdades, distorsiones y eslóganes. Pero es legítimo.
Como es legítimo criticar a los ministros que tratan de sumergir al juez en el fango acreditando una soltura notable para manejarse con la famosa máquina (del fango). Pueden salir veintiún ministros del gobierno a criticar a un juez, en efecto, para que luego tenga que ir el ministro de Justicia a decirle a los jueces que el gobierno siempre estará ahí para defender a los magistrados de los ataques políticos, vengan de donde vengan. ¿Fue eso lo que usted dijo en el Congreso, no, ministro?
Pueden contar los jueces con el ministro de Justicia para defenderles de las descalificaciones
Sí lo dijo, sí. Pueden contar los jueces con el ministro de Justicia para defenderles de las descalificaciones, las presiones, las injerencias. Alabado sea el ministro. Dígaselo al abogado Puente.
Porque, en efecto, un ministro, o veintiuno, tiene derecho a criticar a quien desee. Pero existe una norma no escrita -ésta es la expresión de moda, norma no escrita- que dice que el poder ejecutivo se abstiene de opinar sobre decisiones judiciales y evita emitir sentencias por su cuenta -qué te digo yo, proclamar desde la sala de prensa de la Moncloa que no hay caso- porque, si lo hace, podría parecer que intenta presionar a un juez para que deje de investigar un presunto delito.
Un presidente de gobierno leyéndole la cartilla a un juez es lo más parecido que se conoce a Orban
La norma no escrita es que el poder ejecutivo se dedica a lo suyo, que es gobernar, no a juzgar la labor de los otros poderes del Estado. Porque un ministro leyéndole la cartilla a un juez es lo más parecido que se conoce a un ministro advirtiendo a un juez de lo que no debe hacer. Y un presidente de gobierno leyéndole la cartilla a un juez es lo más parecido que se conoce a Orban, por citar un referente europeo. O a Silvio Berlusconi, que en paz descanse.