El papel de aluminio, de la guerra a nuestras cocinas
Marta García Aller vuelve a Más de uno para contarnos el origen que desconocíamos de los objetos cotidianos. En esta ocasión nos remonta hasta el origen del papel de aluminio, que se popularizó para dar salida los excedentes para el armamento que no habían sido empleados en la Segunda Guerra Mundial.
Marta García Aller explica en Más de uno cuál es el origen del papel de aluminio y cómo lo hemos introducido en nuestro día a día. Su uso empieza a finales del XIX y principios del siglo XX. Anteriormente, se utilizaban grandes hojas de árboles para envolver alimentos y conservarlos frescos y, más tarde, estas fueron cambiadas por hojas de estaño. Sin embargo, tenían un problema y es que dejaban sabor en los alimentos. A partir de ahí es cuando llegaron las láminas muy finas (y sin sabor) de aluminio. Las primeras datan de 1910.
Todo empieza en Kreuzlingen, Suiza, donde se encuentra el salto de agua más alto de Europa, gracias a las cataratas del Rin, que impulsó una de las primeras centrales de fabricación de aluminio. Y otra cosa que había en Suiza mejor que en ningún otro lugar del mundo y que explica que allí triunfara el papel de plata eran las fábricas de tabletas de chocolate, que utilizaban este papel para envolver sus creaciones.
Sin embargo, su popularidad no llega a nuestro hogares hasta los años 50, tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto se debe a que este objeto era empleado en el ejército americano para envolver, entre otras cosas, las raciones de emergencia para soldados. Para cubrir el armamento a la intemperie en la cubierta de los barcos también se usaba el papel transparente o papel film, desarrollado por el Instituto Politécnico de Brooklyn.
Con el fin de la guerra nació la necesidad de dar salida a las miles de toneladas del aluminio para armamento que se había acumulado. El señor Reynolds compró a precio de ganga cuando acabó la guerra mucho armamento para fundirlo en lingotes para hacer láminas de aluminio de entre 0,006 mm y 0,2 mm. Por eso el empeño en poner de moda el papel albal, o papel reynolds, y así llegarían a las casas para envolver bocadillos.
La marca Albal empieza en Francia en 1965 “para mantener alimentos dentro y fuera de la nevera”. Ese mismo año lanza también el papel transparente. En los 90 llegan los moldes de aluminio y las bolsas para congelar en microondas.
El papel aluminio es buen conductor de temperatura. Puede calentarse a temperaturas muy altas sin perder su forma ni fundirse y puede soportar temperaturas bajo cero sin fracturarse. Esta es una gran ventaja para las diversas aplicaciones en el hogar - desde la congelación al calentamiento extremo del horneado o los asados a la parrilla – que soporta sin sufrir el riesgo de deformarse, fundirse o agrietarse. Además, cuenta con unas características de plegado que permiten al papel aluminio memorizar la forma del objeto que cubre, sobre todo los pliegues y bordes.