La de hoy es una historia de una princesa y un sapo. La princesa va a estar aquí, en el Congreso. El sapo, también. La princesa llegará desde el Palacio de la Zarzuela. El sapo acaba de llegar de Bruselas. El dosel de la Puerta de los leones está para recibir a la princesa, no al sapo. Ella llega con el escuadrón de la escolta real, al sapo lo escolta una foto con Puigdemont.
La princesa va a ser la protagonista, sin duda, de la sesión solemne de hoy. Pero el sapo andará por ahí, saltando en el Salón de los Pasos Perdidos. Porque un sapo del tamaño que acaba de traerse el Gobierno de Bruselas no se esconde así como así.
Las salvas sonarán hoy para la princesa, pero el sapo ha tenido también su propia ceremonia. Su propio besamanos y su imagen icónica. La otra imagen, la del sapo, también habría que ponerla hoy en pantallas gigantes como las que se han instalado para seguir la jura de Leonor.
Es la imagen del número 3 del PSOE contemplando junto a Puigdemont una fotografía gigante del referéndum ilegal independentista del 1-O en Cataluña, como si fuera la Rendición de Breda. La imagen en la que el Gobierno reconoce como interlocutor al prófugo que sería detenido si pisara España y el prófugo se ríe. Cómo no se va a reír viendo el tamaño del sapo que acaba e mandar a la Carrera de San Jerónimo.
Y ya que en el hemiciclo han puesto 600 sillas de terciopelo carmesí, podían haber puesto 601 para que pueda sentarse también el sapo. Deberían dejarle un sitio bien visible, para que la Constitución, que es la otra protagonista del acto junto a la princesa, no le pierda de vista. La princesa le jurará lealtad, el sapo seguro que no.
Hoy la princesa se convertirá oficialmente en heredera. Y el sapo no se convertirá en príncipe para la princesa, qué cosa tan antigua. En esta historia el sapo se transforma en investidura una vez se lo trague el Congreso.
¿Moraleja?
Sánchez blanquea a Puigdemont, la víspera de que Leonor jure la Constitución.