Marta García Aller: "Lo escalofriante es lo cotidiano porque el riesgo de violación no parece tan lejano"
Marta García Aller reflexiona en 'Más de uno' sobre la historia de Giselle, una jubilada francesa a la que su marido drogó durante años para que decenas de desconocidos la violasen sin su consentimiento.
Qué impactante la historia de Giselle. Una jubilada de preocupada porque estaba perdiendo pelo y peso. Andaba cada vez más cansada y mareada. Sus hijos temían que fuera Alzheimer. Visitó muchos médicos.
Pero el diagnóstico no fue un médico sino la policía quien se lo dio gracias a unas grabaciones que encontraron. Su marido, de 71 años, con el que llevaba más de 50 años casada, llevaba años moliendo pastillas para dormir en su comida para violarla por las noches. Y había llevado a decenas de hombres a su dormitorio durante años para que abusaran de ella. No les pedía dinero, quería mirar y grabarlos. Sí les pedía que se lavaran bien las manos con agua caliente para no despertarla y aparcaran el coche lejos.
Lo más inquietante no creo que sean los detalles escabrosos. Lo más inquietante es todo lo cotidiano que hay en la historia. Inquietantes los dolores de cabeza de Giselle y que este jubilado pareciera buen vecino, buen marido y buen padre.
Inquietante que en el medio centenar de hombres que violaron a Giselle, que al juicio va a cara descubierta porque quiere que la vergüenza cambie de bando, los que ahora están desfilando por el juzgado de Avignon tapándose la cara, sean un caleidoscopio de la clase media. Carpinteros, dependientes, un informático que trabaja para un banco... Entre 26 y 74 años. Tienen hijos y parejas, seguro que parecen buena gente.
Escalofriante que algunos acusados aleguen que no sabían que la estaban violando porque el marido les dio permiso y creían que con eso valía. Escalofriante que en la de visitas a ginecólogos y neurólogos que hizo Giselle ningún médico considerase esta hipótesis, lo que reabre el debate del poco conocimiento de los síntomas de violación por sumisión química. El caso también ha reabierto el debate del consentimiento en la ley francesa. Y que contrariamente a la creencia popular, la mayoría de las violaciones no ocurren en los bares ni en callejones oscuros, sino en casas y con agresores que parecen buena gente.
¿Moraleja?
Lo escalofriante es lo cotidiano porque el riesgo de violación no parece tan lejano.