El laborioso arte de saber poner fin a un libro
Hoy en Más de uno hablamos con Sergio del Molino y Miguel Ángel Hernández, autor de 'El don de la siesta', sobre la dura y física labor del escritor y sobre el arte de saber terminar un libro.
Decía el fallecido Philip Roth que "escribir es como bajar a la mina" por el duro desgaste físico que suponía. Hoy en Más de uno hablamos con Sergio del Molino sobre la dura y física labor del escritor y sobre el arte de saber poner fin a un libro.
Para ello, charlamos con Miguel Ángel Hernández, autor de 'El don de la siesta', que explica que a los libros hay que adelgazarlos en el proceso de revisión. Para ello, él sigue una pauta gracias a sus diarios de escritura, paralelos a sus novelas, en los que se interpela a sí mismo y que funcionan como un 'making of' de la novela. Sergio del Molino, por su parte, apuesta por hacer entre siete y diez versiones de un libro y asegura que probablemente haría muchas más si no fuera por la labor de sus editores, que le azuzan para que acabe. "Decía Picasso que las obras no se acaban, sino que se abandonan", explica.
Implacable al corregir
A la hora de editar, Hernández comenta que es difícil que te acabe gustando lo que has escrito, especialmente debido a "la relación que hay entre la novela que tú te has imaginado y la que al final puedes escribir" pues uno siempre se cree mucho mejor escritor de lo que luego puede llegar a ser. La corrección, para él, pasa por un cierto enamoramiento que dice "es necesario para seguir editando porque, si te odiases en ese momento, lo encerrarías todo". Respecto a la edición de sus novelas, Sergio del Molino apunta a que se odia bastante y que intenta estimular ese odio porque "es lo que me permite ser implacable a la hora de corregir". "Si te enamoras de lo que escribes, estás totalmente perdido", insiste.
Relación con el editor
Sobre la relación con el editor, ambos explican que el editor es alguien que sugiere, pero que nunca impone. "Al final es como una negociación", asegura Hernández, aunque explica que esto solo ocurre en el caso del editor español, pues los anglosajones suelen ser más "tiranos" y añade que el proceso de edición debe acabar cuando corriges las cosas que piensas que eran definitivas. Del Molino explica que su relación con su editora es de "total confianza y amistad" y que ella asiste en directo al proceso de su escritura y le comenta todo lo que opina. Además, considera que las notas del editor, al final, son necesarias y que él prácticamente se las exige porque ella "es una de las personas que mejor me entiende, sabe lo que quiero contar mejor que yo".
¿Qué tener en cuenta al escribir un final?
Respecto a la tarea de escribir un buen final, el murciano apunta a que es lo más importante y que, desde su experiencia, es mejor tener el final casi proyectado desde el principio. Además, reitera que hay diferentes tipos de fin para cada tipo de novela y que depende un poco de lo que quieras expresar, y añade que el final es prácticamente como la última impresión, algo que puede rescatar o ahogar tu novela a los ojos del público. Por su parte, Sergio del Molino incide que en "escribir un buen final es lo más difícil porque tienes que recoger carrete y buscar el hilo conductor" y apunta a que a él le gusta desvelar el final desde el principio de sus novelas para que la intriga no sea un motor de lectura.
Escribir un libro sin plan previo, como Luis Landero
Hablamos con Luis Landero, autor de 'El huerto de Emerson', un libro que acaba de presentar hace apenas un mes y que no parte de ningún plan previo. Explica que esto no se puede hacer con todas las novelas, porque algunas como las policíacas exigen un argumento muy disciplinado para poder desarrollarse bien. "Uno como el que he escrito yo se puede ir escribiendo sobre la marcha, aunque luego hagas reajustes", asegura. Sin embargo, detalla que le ha dado mucha guerra la estructura del libro, a pesar de que aparentemente no tenga.
Sergio del Molino considera que la obra de Landero tiene una estructura casi de cuaderno, en la que se ven muy bin enmarcadas las notas y donde "hay recuerdos, reflexiones e incluso cuentos, con un carácter de miscelánea que se con muchísimo placer, como si fueran los apuntes de un sabio".