Jorge Freire sobre no bajar la guardia: "Regla de oro en el boxeo; si quieres flotar sobre el cuadrilátero, baila con tu adversario"
El filósofo Jorge Freire estrena sección en 'Más de uno' reflexionando en contra del tópico que continuamente nos repiten de "no bajar la guardia".
Se nos arenga constantemente a no bajar la guardia.Es la nueva frase mágica. Da igual que se hable de vacunas, de seguridad vial o de fútbol. O de política. En el argot pugilístico, uno está en guardia cuando va con los puños en alto, protegiéndose la cara. Y así nos conminan a que vayamos, avanzando por la vida a la defensiva y con los puñitos cerrados.
Por eso sorprendió Feijóo el martes en el Senado, en ese cara a cara que fue más un cuerpo a cuerpo, al aparecer con la guardia baja y pegada a la cadera, un poco a la manera de Muhammad Ali aunque salvando las obligadas distancias.
También son obligadas las distancias con el tancredismo de Rajoy, que hizo de la inmovilidad su estilo. Feijóo supo regatear y hacer fintas hasta colocarse en el centro, mostrando un buen juego de piernas. Al fin y al cabo, nació en un pueblecito muy cercano a As Burgas, cuyas aguas termales tonifican el músculo y templan el espíritu.
Quien templa manda, y el martes, en ese retorno estelar del bipartidismo, Feijóo toreó con temple. Pero tan importante es reconocer esto como advertir de que se equivoca de pé a pa si piensa que el morlaco que tiene enfrente, que es toro de mucha casta, está sentenciado.
Llegó con tres heridas, la pandemia, la guerra y la posible recesión, y ninguna de ellas ha conseguido tumbarlo. Yerran quienes lo dan por muerto, y cabría decirles, parafraseando al Tenorio, que el Sánchez que vos matáis goza de buena salud.
De este gobierno puede decirse, tras este annus horribilis, lo que Francisco Silvela dijo de España después del 98: ¡no tiene pulso! Lo cierto es que Sánchez ya estuvo muerto y lo vimos resucitar. Y para hacerlo necesitó audacia, porque a los audaces, según enseña Virgilio, siempre los ayuda la fortuna. Sin audacia solo queda la melancolía.
Conclusión...
Es la regla de oro del boxeo: si quieres flotar sobre el cuadrilátero, no eleves la guardia ni salgas a la defensiva. Baila con tu adversario.