#HistoriaD: El síndrome del acento extranjero
Los científicos han relacionado lo que -a continuación- les vamos a contar con infecciones, electrocución, esquizofrenia, tumores, e incluso neurotoxicidad por picaduras de araña. Es posible que los diferentes casos tengan diferentes causas. Una historia narrada por Javier Cancho.
Fue el 6 de septiembre de 1941, la ciudad de Oslo, estaba ocupada por los nazis. Poco después del mediodía comenzó el bombardeo.
Astrid tenía 30 años. Y aquella vez no pudo llegar a ningún refugio. Sobrevivió, pero las graves heridas que sufrió en el cerebro paralizaron la parte derecha de su cuerpo; durante meses no pronunció ni media palabra.
Cuando por fin recuperó la capacidad del habla, algo había cambiado en su pronunciación. Su voz sonaba diferente, con un acento que muchos, entonces, asociaron con el alemán. De repente, Astrid hablaba como aquellos hombres que desde 1940 habían ocupado su país. Pero, Astrid nunca había salido de Noruega ni había tenido nunca ningún tipo de relación con los nazis pero a partir de entonces fue tomada por uno de ellos, complicándosele la vida de un modo inimaginable. Astrid vivió rechazada por los demás y mortificada por sí misma, por su propia voz.
Fue en 2021, era un martes cualquiera en Indianápolis. Llovía. Helen, de 47 años, estaba lavando los platos después de la cena.
Se había sentido extraña todo el día; pero, de repente, sus labios y su lengua se entumecieron. Después, sintió un dolor en el cerebro, como si le hubieran clavado un hacha. Fue tan intenso que se arrodilló, no podía moverse.
Su marido le dijo que debían ir al hospital; pero, ella decidió que necesitaba dormir. Por la mañana, despertó con un dolor de cabeza insoportable. La sensación de entumecimiento se había extendido. Se fue directamente a urgencias. Allí vivió un largo y frustrante día de pruebas. Los médicos no pudieron averiguar qué le pasaba.
Ya en casa, durmió 16 horas seguidas. A la mañana siguiente, cuando despertó su marido ya se había ido al trabajo. El dolor y la sensación de entumecimiento persistían. Helen pensó en que antes de desayunar necesitaba aire fresco.
Le dijo a su perro: vamos chico, vamos a dar un paseo. Pero la voz que surgió del interior de Helen no era de ella.
No se reconocía, sonaba extraña, como si fuera una voz alienígena, tenía un acento desconcertante. Helen se tambaleó. Se puso delante de un espejo y volvió a hablar. Sólo para confirmar que esa voz extraña salía de su propia boca. Probó y constató con ansiedad, con angustia, con estupefacción, que aquella voz no era la suya pero salía de su interior.
El síndrome del acento extranjero es un raro trastorno neurológico que suele ser causado por accidentes cerebrovasculares leves. Suele generar dificultad para pronunciar letras como la t o la j. En ocasiones, las vocales mutan en otras vocales, o se añaden sílabas innecesarias que el cerebro coloca donde no van.
El lenguaje está estrechamente vinculado a nuestra identidad. Así que el síndrome puede resultar devastador sobre todo en circunstancias como las que vivió Astrid hace casi cien años. Por alguna razón es más común entre las mujeres.
El hemisferio izquierdo del cerebro domina ciertos aspectos de la producción del lenguaje. Por lo tanto, un daño en ese hemisferio puede perturbar el habla. Y no estamos ante un verdadero acento, pero contiene suficientes peculiaridades y distorsiones que nuestra escucha lo clasifica como una forma de hablar nuestra lengua de una persona extranjera. Probablemente, alguna vez hemos clicado en noticias que describían el insólito caso de una persona que -de repente- hablaba una lengua que hasta ese día desconocía. No es verdad. Es imposible.
Lo que hay detrás de esas perversiones periodísticas es un mal ejercicio de la profesión y un síndrome, el síndrome del acento extranjero, un trastorno neurológico real, extraño y aterrador.