#HistoriaD: Arquitectura, entre el cielo y el suelo
Una personalidad muy cercana a Antonio Palacios fue la de su compañero de estudios Joaquín Otamendi. Vamos a contar la historia del tiempo en el que la arquitectura trazó el contacto entre el suelo y el cielo de Madrid.
Como sucedió con Palacios, Otamendi se educó en una familia muy vinculada a la construcción. Uno de los hermanos de Joaquín Otamendi fue el constructor del primer metro de Madrid.
Además de en el Palacio de Comunicaciones de Cibeles, Palacios y Otamendi colaboraron en el Antiguo Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula, conocido como el Palacio de Maudes. Aquel fue un encargo de una institución benéfica para dar asistencia gratuita a los jornaleros madrileños al comienzo del siglo XX.
El Hospital de Maudes está en Chamberí. Es un edificio con fachadas de piedra caliza, y pináculos y balaustradas en sus torres. Aquí, con la Glorieta de Cuatro Caminos al lado, no parece que este lugar fuera un hospital. Es uno de los pocos edificios madrileños del siglo XX construidos mayoritariamente en piedra. Su interior lo forman cuatro inmensos pabellones, con galerías abiertas, amplias, y un patio ambulatorio con forma octogonal.
Dentro del edificio tienen una considerable presencia los jardines, planificados pensándose la influencia positiva que podían ejercer en el estado anímico de los enfermos. Por eso, la ubicación del mortuorio y de la sala de autopsias están en un lugar oculto a la vista desde el edificio principal.
Todas las obras de arte lo son después de haber sido sentidas. Con la arquitectura ese sentimiento va más allá de la contemplación, porque la arquitectura puede ser habitada. Los arquitectos asumen una enorme responsabilidad: las personas van a estar dentro de sus obras.
La arquitectura construye lugares donde encontrarse, relacionarse, disfrutar, aprender. Se crean lugares donde vivir. Por eso, los arquitectos adquieren una de las formaciones más completas: combinando la sensibilidad y la eficacia, las humanidades y la tecnología, la estética y el rendimiento. Y es ahí, en el rendimiento, donde las voluntades se retorcieron. Ha predominado un único tipo de rendimiento: el económico. Pocas profesiones se han alejado tanto de las necesidades reales. La arquitectura ha perdido su capacidad transformadora por crisis financieras, por una enorme crisis de identidad. Durante mucho tiempo, el exagerado movimiento edificatorio de las ciudades postergó la arquitectura que había. Nos hemos equivocado al pensar que lo nuevo es siempre mejor que lo antiguo. Hemos olvidado que la arquitectura tiene la capacidad de adaptarse a las épocas, de viajar a través del tiempo…sin moverse del espacio.
Por eso, son tan interesantes figuras como las de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. La colaboración de los dos arquitectos duraría hasta 1919. En esta fecha llegó la separación: uno tenía una visión diferente sobre la evolución de su trabajo como arquitectos. Palacios, era soñador y creativo, Otamendi era el pragmático.