Una historia de pájaros y dinosaurios
Javier Cancho nos cuenta cómo se asemejan las aves actuales a los dinosaurios que poblaban la Tierra hace unos 150 millones de años.
Los dinosaurios siguen entre nosotros. La prehistoria vuela sobre nuestras cabezas, ahora mismo, usando plumas. Siendo la pluma uno de los inventos más elegantes de la naturaleza. Hay una solitaria pluma que se conserva impresa en piedra caliza.
Esa pluma -ahora pétrea- debió pertenecer a un animal del tamaño de un cuervo, que vivió hace unos 150 millones de años. Aquel bicho de hace 150 millones de años tenía plumas y otros rasgos de las aves actuales, pero también presentaba vestigios de un pasado reptiliano, tenía dientes en la boca, garras en las alas y una cola huesuda. Como los fósiles de las ballenas con patas, el fósil de esa pluma retrata un instante crítico de la metamorfosis evolutiva.
Es una fuerza insólita. Puede que lo hayamos olvidado pero es la fuerza que primero llama la atención de la infancia. Es la fuerza de sustentación para volar, para mantenerse en el aire. Y para generar esa fuerza de sustentación, el ave sólo tiene que inclinar las alas y ajustar con ellas la circulación del aire por encima y por debajo.
Hay asombrosas similitudes entre el esqueleto de las aves y el de los terópodos, un grupo de dinosaurios terrestres bípedos, tan temidos en la imaginación colectiva como el Tyrannosaurus rex y el Velociraptor. Los dinosaurios terópodos y las aves comparten más de 100 características anatómicas. Las aves evolucionaron a partir de los dinosaurios, siendo posible -incluso- que el origen de sus plumas se remonte aún más atrás en el tiempo.
El primer fósil de dinosaurio durmiente encontrado en China es conocido como el dragón profundamente dormido. El pequeño dinosaurio, parecido a un pájaro, se conserva con la cabeza metida entre el antebrazo y el tronco y la cola rodeando su cuerpo. La pose coincide con la postura típica de descanso en las aves vivas. Lo que apoya la conexión evolutiva ya establecida entre los dinosaurios extintos y las aves modernas, que son los dinosaurios de nuestros días. Hoy, aves como las lechuzas dependen de una combinación de visión nocturna y fina audición para cazar bajo la luz tenue de la luna. Son los especialistas nocturnos, que evitan la competencia de las horas del día. La pregunta es ¿sucedía lo mismo hace 100 millones de años, en la época de los dinosaurios también había turno de noche?
Un artículo publicado este mes en la revista Science ha identificado dos especies de dinosaurios que probablemente tenían una visión nocturna extremadamente buena. Y un oído tan sensible como el de los búhos. Se sabe que uno de aquellos dinosaurios vivía en Mongolia y era probablemente un cazador nocturno especializado en insectos y pequeños mamíferos. Entre los dinosaurios, los depredadores como el velociraptor generalmente tenían mejor oído que los herbívoros. La ciencia da por hecho que al igual que hoy había dinosaurios que se movían bajo las estrellas acechando en la oscuridad en la larga noche de los tiempos.