Historia de un contratiempo, la complicación del Guernica
El 21 de febrero de 1981, dos días antes de la intentona golpista, el abogado de Pablo Picasso firma por primera vez un documento a favor del regreso del Guernica a España.
Hace 50 años, en noviembre de 1970, Pablo Picasso escribe una carta al Moma, al Museo de Arte Moderno de Nueva York. En ese documento histórico manifestaba su expresa voluntad de que el Guernica no regresase a España mientras en España no restableciesen las libertades. Hace 60 años, en Niza, Francia, en un homenaje al artista, se le preguntaba a Picasso por su país.
Muriéndose Picasso, el genio insiste en su decisión. Ante un escribano deja constancia de su criterio. Y al cargo del mismo –como responsable último– establece que la última palabra sobre el Guernica la tendrá su abogado.
El abogado era un tipo llamado Ronald Dumas. Y dos fechas antes del 23F había firmado el documento clave. El escribano, el albacea, entregaba el texto en París a un embajador español, en misión extraordinaria, a Rafael Fernández Quintanilla. Se establecía que el Guernica «sea entregado, sin nuevos retrasos, al Gobierno español». Ese documento era el salvoconducto para exigirle el cuadro al Museo de Arte Moderno de Nueva York. El calvario de la recuperación del Guernica parecía llegar a su desenlace. Para que el Palacio de la Moncloa pudiera reclamarle al Moma la ejecución de la voluntad de Picasso, las autoridades españolas necesitaban la conformidad del abogado del pintor. Pero, también resultaba indispensable que no hubiera sombra de duda sobre la democracia en España. Y el rastro de 37 balas en el hemiciclo proyectaba desde el cielo del congreso una sombría penumbra.
Finalmente, y a pesar del 23F, y de los recelos de los herederos de Picasso, finalmente en una madrugada de septiembre de 1981, hace casi 40 años, el Guernica fue desmontado en secreto en el el Museo de Arte Moderno de Nueva York, fue enrollado en un cilindro y depositado en un avión de pasajeros de Iberia, donde el pasaje ni siquiera sabía que en la bodega iba algo más que un cuadro, en la bodega iba el símbolo del final de una tiranía. Tal y como había sido el deseo de Picasso.