Madrid |
Las autoridades de Ecuador se encuentran luchando por retomar el control del país. En un país ya de por sí descontrolado donde la autoridad no la ejerce la policía o el ejército sino las bandas criminales ligadas al narcotráfico.
Muestra del poder de estos grupos fue el asesinato el pasado agosto del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio tras el ataque de un grupo de sicarios durante la finalización de un mitin electoral en Quito.
El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ha firmado un decreto en el que declara "la existencia de un conflicto armado interno" en el país; una guerra civil entre autoridades y criminales. Así, ha ordenado a las Fuerzas Armadas ejecutar acciones militares para neutralizar a los grupos de crimen organizado.
El descontrol en el país se vio agravado este fin de semana cuando el criminal más peligroso del país, llamado Fito, se escapó de una prisión, lo que provocó a su vez motines en varias prisiones del país.
Desde entonces se han sucedido graves enfrentamientos en ciudades como Quito o Guayaquil, donde al menos se han contabilizado ocho personas muertas. Además, se han producido asaltos a comercios, universidades, hospitales y a la televisión TC, en la ciudad de Guayaquil, mientras emitía un programa en directo.
En las imágenes en vivo se observaba a varios encapuchados armados que mantenían como rehenes en el plató a los periodistas, a quienes exigían que pidieran en directo a la Policía que había llegado al lugar que se retirase.
Alina Manrique, jefa de redacción del noticiero de TC Televisión, cuenta en 'Más de uno' que en el momento del asalto ella se encontraba en la redacción, desde donde escucharon los disparos que se producían en la recepción. La gente comenzó a huir o esconderse donde pudieron.
"Yo me escondí en el baño con colegas y alerté a amigos para que llamaran a la policía. Nos encerramos en el baño, apagamos la luz escuchando los gritos, las súplicas y los disparos", explica.
Cuando estaban en el baño, los terroristas se acercaron y golpearon la puerta diciéndoles que les iban a matar. "Yo pensaba que nos iban a matar en ese baño, pero uno de los tres tomó la decisión de salir con las manos en alto", cuenta Alina. Los asaltantes, entonces, les sacaron golpeándoles y les arrastraron al estudio.
Allí, en el estudio principal, los tenían amenazados con armas y a un compañero le pusieron explosivos en la chaqueta. "En el estudio cuando escuchábamos los disparos de la policía todo pareció tan definitivo. Es una experiencia traumática en extremo".
Cuando llegó la policía, los terroristas, que eran 13, sacaron a algunos rehenes. "A mí me llevaron en un segundo grupo buscando un lugar donde refugiarse. Quedamos cinco rehenes en un estudio más pequeño y ese fue el momento de más tensión. Estaban muy nerviosos escuchando a la policía y nos obligaron a hacer vídeos en directo pidiendo que la policía se fuera", detalla Alina a Carlos Alsina.
Las demandas de los encapuchados no estaban muy claras. Únicamente llevaron a los periodistas para transmitir el mensaje de que tienen el poder y no tienen miedo.
No se identificaron con ningún grupo armado, pero "tenían tatuajes de tigres, eso nos hace pensar que podrían ser de los Tigretones", dice Alina, aunque todavía no puede confirmarlo. Por el momento, le toca a la policía determinar con sus testimonios a quiénes responden y qué buscaban.