Javier Marías, nombre principalísimo de la literatura en español de los últimos cuarenta años, murió ayer en Madrid debido a una neumonía por la que llevaba más de un mes ingresado en el hospital. Marías, además de ser un novelista, traductor, editor y articulista, siempre fue un eterno candidato al premio Nobel del Literatura.
Tras su muerte, su compañero y amigo, Arturo Pérez-Reverte, publicó un tweet diciendo: "que Javier Marías haya muerto sin el premio Nobel le quita mucha categoría al premio Nobel". En 'Más de uno', Reverte insiste en ello: "era nuestro Premio Nobel, para mí siempre lo fue".
Marías, sin embargo, era muy enemigo de distinciones. "Tenía esa timidez mezclada con orgullo que le impedía aceptar premios, pero el Nobel estoy seguro de que lo hubiese aceptado", dice Pérez-Reverte.
Durante una conversación entre Marías, Perez Reverte y Vargas Llosa, hablaron sobre sus lecturas comunes y anécdotas de su convivencia como Académcos de la RAE. Una de las conversaciones giró en torno a la inseguridad de Javier Marías sobre todo lo que escribía, pues nunca se mostraba convencido del todo.
"Era un agonías", recuerda Reverte sobre sus dudas sobre lo que escribía; "era su manera de quitarse importancia".
Entre sus virtudes, además de su destacado sentido del humor y su talento, "guardaba una especie inocencia e ingenuidad casi infantil, no había perdido la capacidad del niño de mirar, de sorprenderse y de jugar".
El Javier más entrañable y adorable era cuando salía el niño que había sido y que seguía siendo
Para Pérez-Reverte, ese era uno de los motivos por los que eran tan amigos: "aunque hicimos vidas muy diferentes y libros muy diferentes, nos unía ese recuerdo infantil y juvenil. El Javier más entrañable y adorable era cuando salía el niño que había sido y que seguía siendo".
Entre las muchas anécdotas que compartían Marías y Pérez-Reverte está que este último le proveía de armas a Javier Marías. "Todo empezó por una broma", recuerda el escritor sobre una conversación durante una cena en el restaurante Casa Lucio de Madrid. Javier Marías le comentó que nunca había tenido ningún tipo de arma y Reverte, por su parte, se comprometió a regalarle una.
"Cogí la aficción de que cada Navidad le regalaba un arma distinta. Un día fui a su casa con una ametralladora debajo de la gabardina y él no sabía qué hacer con ella", comenta Pérez-Reverte entre risas.
Tras la muerte de su amigo, que cumpliría pronto 71 años, Reverte asegura: "nos queríamos mucho y ese fue un recuerdo muy entrañable, el del arsenal que le fui regalando a lo largo de los años y que él no sabía que hacer con ello".