Centenarios capítulo 11: Espías, vodka y mucho frío. Un embajador en la URSS
En sus casi cien años de vida, Luis Guillermo de Perinat, ha conocido a personalidades como De Gaulle, Franco, Thatcher o Reagan. Además, este diplomático -el primero que entrevistamos en ‘Centenarios’- fue embajador en la URSS, donde se convirtió en un hombre incómodo para el mastodóntico gobierno soviético.
Hemos venido al viejo caserón para comprobar si la Wikipedia está desactualizada. Indica que Luis Guillermo de Perinat y Elío, el marqués de Campo Real, nació en 1923… y sigue vivo.
Abre la puerta un hombre sin apenas canas, envuelto en una americana verde y una corbata roja de rombos azules.
–Disculpe, ¿don Luis Guillermo de Perinat?
El hombre que ha abierto la puerta dice… “sí”.
–Perdone, pero, ¿es aquí, verdad?
El hombre que ha abierto la puerta dice… “Soy yo”. Y luego también dice que nació en un mundo que ya no existe.
En las fotografías de ese mundo desaparecido aparece Luis Guillermo de Perinat con gente como De Gaulle, Thatcher, Franco o Juan Pablo II
En las fotografías de ese mundo desaparecido aparece Luis Guillermo de Perinat con gente muy importante. Saludando a De Gaulle, reunido con Franco, departiendo con el presidente Henry Ford, con Ronald Reagan, Adolfo Suárez, Margaret Thatcher, Juan Pablo II.
Todas esas fotografías guardan algo en común. El rango diplomático de nuestro centenario entrevistado: embajador. Además, en las plazas más importantes de aquellos años setenta y ochenta: Londrés y Moscú. Conoce como nadie el inicio de la guerra que asola hoy Ucrania, el carácter de Putin y quienes la han iniciado.
Luis Guillermo, un hijo de la aristocracia
Pero antes de viajar tan lejos, viajemos a esta misma ciudad, Madrid, solo que casi un siglo atrás. Luis Guillermo era un hijo de la aristocracia, de esos que no podían juntarse con los demás, que aprendían muchos idiomas y que vivían en casas donde tenían prohibida la entrada a muchísimas habitaciones.
Perinat empezó a darse cuenta muy pronto de su privilegiada situación. Cuando la institutriz les llevaba a jugar a la Casa de Campo, tenían que mostrar una tarjeta. Porque la Casa de Campo, hoy un parque para todos los madrileños, era una especie de club privado.
Por este mismo salón en el que ahora hacemos la entrevista deambulaban el administrador, el lavacoches, el mayordomo, el cocinero… y hasta el fantasma de la prima Carmencita, que muerta años antes, se decía que vagaba por el palacio en busca de algunos de los que fueron sus juguetes.
En verano marchaban de vacaciones a Biarritz, que ya se había convertido en el gran lugar de veraneo de muchas familias reales europeas.
La moda de entonces, ¡por prescripción médica!, era que cada niño tomara cuarenta baños. Cuarenta, ni uno más ni uno menos. La ciencia decidió que el mar de Biarritz era la medicina que mejor cuidaba del sistema nervioso. Eso sí, para poner los pies en la playa, había que esperar… al bañero.
Miss Barry era la institutriz que les controlaba con mano de hierro
Todos estos pequeños pasos, todos estos viajes de infancia, los hacían Luis Guillermo y su hermana acompañados de Miss Barry. “Tanta exclusión y tanto pase para entrar, que me quedaba solo”, recuerda con nostalgia hoy Luis Guillermo, que nunca fue a un colegio. El horario era reglado incluso para ver a su madre. El padre falleció justo antes de que Luis Guillermo naciera.
Miss Barry, como en una novela de Jane Austen, era la institutriz que controlaba a aquellos niños con mano de hierro.
La moto, su libertad
Hasta que Luis Guillermo comenzó a andar en moto. Fue aquella la frontera que le dio la libertad. Empezaron las fiestas, los paseos por Madrid, la mirada a una ciudad que no sabía que existía y el contacto con los distintos.
A Luis Guillermo, que luego se haría diplomático, ya le gustaba de chaval experimentar con las culturas distintas. Un día, le invitaron a una fiesta de disfraces y decidió coquetear con la cultura medieval. Agarró una de esas armaduras que, en su casa, siempre había tenido prohibido tocar, se la puso y se fue a bailar. O a intentarlo…
Con la República, España cambió
Con la República, España cambió. Las reformas trajeron, cuenta Luis Guillermo, la alfabetización del pueblo. De pronto, llegaba la educación a barrios y pueblos donde antes era impensable. Pero la República, con el paso de los meses, también trajo la tensión. Las revueltas callejeras, las peleas y las pistolas.
Señalados por su patrimonio y su ideología conservadora en aquella isla del Mar Rojo de la que hablaba Fernández-Flórez, la familia Perinat pudo partir a su casa de Biarritz antes de que estallara la guerra.
Y menos mal. Porque Ramón, el mayordomo, convertido en miliciano, fue al viejo caserón para dar el paseo a la familia Perinat. Quiso vengarse. Había sido despedido de la casa por ladrón. Cuando supo, por boca del portero, que se habían escapado, dijo: “Hemos perdido a unos peces gordos”.
La historia de este caserón es la historia de una de las hazañas diplomáticas más importantes de la Guerra Civil.
La historia de este caserón en el que ahora estamos y en el que Perinat ha vivido casi toda su vida, es la historia de una de las hazañas diplomáticas más importantes de la Guerra Civil.
Los Perinat alquilaron el edificio a la embajada de Chile, que acogió entre estas cuatro paredes a casi un millar de refugiados cuya vida estaba en peligro de muerte. Aquella aventura lleva el sello de Carlos Morla Lynch, un íntimo amigo de García Lorca.
Cuenta Luis Guillermo que, al acabar la guerra, el caserón volvió a llenarse de refugiados, esta vez de izquierdas, que corrían peligro con el nuevo régimen.
Antes de abordar el capítulo soviético, vamos a trazar con el marqués de Perinat una galería de retratos. El hombre que mira a la grabadora tuvo el privilegio de conocer a algunos de los líderes más importantes del siglo pasado.
Cuando Franco debía reunirse con el presidente de EEUU
Empecemos por Franco, al que conoció cuando, ya diplomático, encarnó un cargo importante. El dictador era ya viejo, había perdido buena parte de su movilidad y de sus facultades mentales. Respondía, en las reuniones, con monosílabos. Pero fíjense en lo que pasaba cuando, en el ocaso de su vida, debía reunirse con el presidente de los Estados Unidos.
Por una cuestión educativa y de carácter sentimental, Luis Guillermo de Perinat, marqués de Campo Real, pertenecía a lo que podía llamarse el núcleo monárquico. Formaban parte de una especie de aliado-colaborador del régimen que a ratos planteaba una oposición.
Adolfo Suárez: un hombre para una obra, el paso de la dictadura a la democracia
Con Adolfo Suárez también tuvo trato en varias ocasiones. De hecho, aquel gobierno acabaría nombrando a Perinat embajador en Londres. Nuestro entrevistado admiró el carisma de Suárez, su capacidad de conectar con la sociedad.
Pero al mismo tiempo fue descubriendo un hombre que encontraba muchas dificultades para gobernar el país una vez realizada la Transición. Perinat concibe a Suárez como un hombre para una obra, el paso de la dictadura a la democracia.
Adolfo Suárez no debía ser el presidente de una España que comenzaba una etapa radicalmente distinta a la Transición
“Dentro de diez años, todos calvos”. Esa frase, dicha por Suárez en un encuentro con Perinat, confirmó la opinión que ya venía fraguándose en la cabeza del diplomático. Tanto por convencimiento como por capacidad, Adolfo Suárez no debía ser el presidente de una España que comenzaba una etapa radicalmente distinta a la Transición. En cierto modo, oír directamente al primer presidente de la democracia que no pensaba más allá de su mandato, le decepcionó.
El carisma de Reagan y Thatcher
Un hombre con ese carisma tan natural, tan potente y efectivo, pero al otro lado del charco fue Ronald Reagan. Luis Guillermo de Perinat lo conoció en España, en una cena con sus esposas, cuando Reagan era gobernador de California. Luego volvió a tratarlo cuando el actor se convirtió en presidente.
Margaret Thatcher también tenía carisma. Pero era un carisma radicalmente distinto. La conoció en su tiempo de embajador en Londres. La recuerda como una mujer dura, rígida, de muchísimo carácter. Lo de Gibraltar español… no se podía ni mencionar.
En Londres aprendió aquello conocido como “ironía británica”. Muchos años después, cuando fue candidato en España por Alianza Popular, trató de ponerla en práctica. Dijo que si ganaba las elecciones de la Comunidad de Madrid, lograría una lluvia que acabara con la sequía. Los periodistas le persiguieron creyendo que lo había dicho en serio.
URSS, año 1081: una nación inundada de tiranía y misterio
Pero vamos, ahora sí, a Moscú. A la Unión Soviética. Año 1981. Perinat encontró una nación inundada de tiranía y misterio. Todo era espionaje, persecución, vigilancia…
Y una especie de violencia soterrada. Era un misterio, sobre todo, porque los diplomáticos no podían siquiera hacer amistades con los ciudadanos soviéticos. Tampoco alejarse más de cuarenta kilómetros de la capital.
Perinat descubrió, con una obra en el comedor, que allí estaba puesto uno de los micrófonos. No podía siquiera quejarse
Un día, Perinat descubrió, con una obra en el comedor, que allí estaba puesto uno de los micrófonos. No podía siquiera quejarse. Era parte del paisaje. Lo mismo ocurría en el resto de embajadas. Pero aparte de los micrófonos, por si estos fallaban, estaba el servicio. Todos los trabajadores de la casa eran seleccionados y enviados por una agencia del Partido Comunista.
España, enemigo de la URSS
Las tensiones diplomáticas eran continuas. España era considerada un enemigo de la Unión Soviética. Primero con Franco y después con una democracia de la que no se terminaba de fiar.
De hecho, Perinat fue el encargado de negociar con Moscú para que la entrada de España en la OTANno supusiera la ruptura y la prohibición de exportaciones e importaciones. Igual que Putin hoy consideraba un ataque a Rusia que Ucrania entrara en la OTAN, algo parecido, aunque en mucha menor escala, sucedía con España.
Y no todo eran amenazas grandilocuentes. Ya que el Partido Comunista controlaba la agencia doméstica, si España hacía algo que no les gustaba, podían dejar a Perinat sin agua, sin calefacción, sin frigorífico, y un largo listado de etcéteras. De hecho, un día de invierno, se rompió la calefacción y… no iba nadie a revisarla.
Si España hacía algo que no les gustaba, el Partido Comunista podía dejar a Perinat sin agua, sin calefacción, sin frigorífico
Entonces, si había micrófonos y empleados del servicio a la caza de las confidencias, ¿dónde tramaba sus planes Perinat? Pues en la calle, durante un plácido paseo por Moscú a menos diez grados o menos veinte grados. Francia y Reino Unido invertían dinero en blindar habitaciones, pero España no lo tenía.
El papel fundamental del vodka en las relaciones diplomáticas
El vodka jugaba un papel fundamental en las relaciones diplomáticas. Porque el vodka jugaba un papel fundamental en la vida de los políticos rusos. Aquellos líderes soviéticos, tan duros en la negociación, pero tan parcos en el discurso, podían cambiar repentinamente de actitud con unos cuantos tragos.
Díganselo a Perinat, que tuvo que abandonar la sala cuando uno de ellos se puso, visiblemente borracho, a insultar a España.
Luis Guillermo de Perinat se convirtió en un hombre incómodo para el mastodóntico gobierno soviético
Luis Guillermo de Perinat se convirtió en un hombre incómodo para el mastodóntico gobierno soviético. No soltaba prenda en casa, se llevaba bien con los espías del servicio, los micrófonos no registraban grabaciones interesantes, lo veían paseando en los días más gélidos, pedía continuamente permisos para viajar y conocer el resto de repúblicas soviéticas… No sabían cómo meterle mano.
Entonces, pensaron: que le meta mano… otra. Una chica pelirroja, preciosa, joven, que se presentó en una conferencia impartida por Perinat y…
Con él se pueden aprender cosas de la actual guerra
Luis Guillermo de Perinat estuvo en Ucrania. Con él pueden aprenderse muchísimas cosas de la guerra que ahora está sucediendo.
Por ejemplo, Crimea, el territorio que invadió Putin en 2014, no es sólo un enclave estratégico. También fue el lugar predilecto de veraneo de los dirigentes soviéticos, algo así como la Costa del Sol en España.
Es inevitable preguntarle a Perinat por la actuación de Occidente en la guerra de Ucrania. ¿Debe intervenir la OTAN? ¿Es suficiente con las sanciones económicas? El veterano diplomático dice que la prudencia es hoy mucho mayor que justo antes de que estallaran la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
La existencia de armas químicas y nucleares es un elemento de disuasión que, si deja de serlo para convertirse en un elemento de ataque, podría suponer que el mundo se convirtiera en algo distinto a lo que conocemos.
Similitudes entre Putin y Hitler
Luis Guillermo de Perinat recuerda perfectamente cuando Hitler invadió Polonia, lo que supuso el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Tenía 16 años. Muchos paralelismos se han trazado estos días en radios, periódicos y televisiones sobre el proceder de Putin.
Perinat sí encuentra gruesas similitudes entre el autócrata ruso y el dictador alemán. Y, a punto de cumplir cien años, siente pavor por lo que pueda sucederle al planeta que deja. No sabe hasta dónde es capaz de llegar Putin.
A punto de cumplir cien años, siente pavor por lo que pueda sucederle al planeta que deja
Sin embargo, con todas las guerras, con todas las catástrofes naturales, con todo el hambre, con todos los dictadores… Luis Guillermo de Perinat tiene claro que el mundo ha mejorado sobremanera desde que él comenzó a tener uso de razón, allá por los años treinta.
Ha mejorado, por supuesto, con velocidades desiguales. Sigue habiendo mucha oscuridad en muchísimos países. Pero incluso en esos sitios, la educación, la sanidad y el nivel de vida ha crecido respecto a los años de su juventud.
El mundo, no cabe duda, es mejor.