"La sirena sonó muy fuerte y me senté durante unos segundos, mirando una pantalla con la palabra 'lanzado' en gruesas letras rojas", contaba Stanislav a la BBC en 2013. No se fió de los equipos y, tras chequear los datos, acertó a descifrar el error y a desactivar a tiempo el sistema de alerta de un ataque nuclear. El protocolo habría sido tomar represalias con un ataque nuclear, también decía que la decisión sólo le correspondía a él.
"No había reglas que dijeran cuánto tiempo se nos permitía pensar antes de reportar un ataque, pero sabíamos que cada segundo de retraso, nos quitaba tiempo valioso". Una investigación posterior concluyó que los satélites soviéticos habían identificado erróneamente la luz solar reflejándose en las nubes como los motores de misiles balísticos intercontinentales.
Stanislav recibió una de las principales órdenes que otorgaba el Estado soviético, nunca contó nada a su familia y, su proeza se mantuvo en secreto hasta la caída de la URSS en 1991. Jamás se consideró un héroe, siempre decía que sólo había hecho su trabajo. Su muerte no salió a la luz hasta que un cineasta alemán le llamó a principios de septiembre para felicitarle por su cumpleaños. "Mi padre murió el pasado 19 de mayo" le dijo su hijo Dimitry.