Pese a las múltiples lesiones que sufrió, sobrevivió a la cirugía pero no ha podido volver a caminar. Ni el apoyo de su marido ni el de sus hijos la salvó de caer en una depresión.
Pero tres meses después de su regreso a casa, ocurrió algo inesperado cuando uno de sus hijos encontró una cría de urraca.
Decidieron llevarla a casa y cuidarla a pesar de que necesitaba alimentarse cada dos horas al tener sólo tres semanas de vida. Su llegada a la familia le sirvió a Sam para salir poco a poco de la depresión, y empezar a quitarse el peso de la culpa. Comenzó a contarle cómo era antes del accidente y recuperó las ganas de vivir.
Mientras 'Pingüino' crecía, le enseñaron a dormir en el patio o a salir de la casa para hacer sus necesidades al tiempo que fotografiaban muchos de los momentos que pasaba con ellos. Pero a medida que pasaba el tiempo, la pequeña urraca se hacía cada vez más independiente y pasaba largas temporadas fuera de casa. Desde hace un año no han vuelto a saber nada de ella, pero gracias a Pingüino, Sam ha recuperado su libertad, ha dejado atrás la silla de ruedas y se ha sumado al equipo australiano de kayak en su categoría.