"Lloré muchísimo hoy. Y sé que mañana será peor. No me aceptan en la escuela. Hay un límite en el número de insultos que una persona puede soportar. Me odian por lo que soy, pero lo cierto es que me odio a mí misma”, escribía Sara en su diario cuando el bulling le hizo salir de golpe de su infancia feliz.
11 años, a partir de los cuales buscó en la autolesión una salida para paliar su sufrimiento. Con 14 tomó su primera sobredosis de antidepresivos y se trató voluntariamente en una unidad de terapia para jóvenes. Cuando fue dada de alta, siguió autolesionándose hasta la siguiente sobredosis, dos años después. Entonces fue internada 9 meses en la unidad de adultos de una clínica privada a 160 kilómetros de su casa
"Quiero irme a casa. Sólo espero el momento en que mamá y Stacey puedan visitarme porque no poder verlas me ha hecho sentir mucho peor".
Al final no volvió. La que lee su diario es su hermana Stacey porque Sara se suicidó en la clínica con 17 años. Sus apuntes han sido publicados como reflejo de la angustia que pueden sentir algunos jóvenes cuando son atendidos en centros para adultos porque, según el médico forense, la joven no tenía intención de morir sino que se autolesionó, una vez más, al empeorar sus ansiedades por estar lejos de los suyos.
A pesar de los esfuerzos del sistema de salud mental, no fue posible encontrar un lugar para Sara. Su caso, no es el único.