Así contamos la libertad de Ortega Lara en 1997
Éste es el relato de Carlos Alsina de una madrugada informativamente apasionante, que comenzó con la puesta en libertad de Cosme Delclaux y culminó con la liberación de Ortega Lara. La mañana del 1 de julio de 1997 en la que dimos los buenos días a la libertad pero que, sin saberlo entonces, fue el preludio de los días más oscuros de aquel mes: el 13 de julio ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco.
De las muchas razones que puede tener un hombre para dejarse barba, José Antonio Ortega Lara eligió la más grande: hacer feliz a su hijo Dani, de tres años, el día que volvieran a encontrarse. Cuando ese momento llegó, 532 días después, Dani ya no tenía 3 años, sino cuatro y medio. Y ni una sola noche había dejado de preguntar, antes de irse a la cama, por qué papá tardaba tanto en volver a casa.
Esta es la voz de Isaac Díez. Cuñado de José Antonio. Hermano de Domitila, la esposa. Tío de Dani. Isaac y su hermana comparecieron ante los medios de comunicación en Burgos la noche del dos de julio de 1997. Habían trascurrido apenas 38 horas desde la liberación. A lo largo de los veinte minutos que duró la rueda de prensa, sólo en dos ocasiones sonrió abiertamente Domitila. Las dos ocasiones en que habló de su hijo Dani.
El 30 de junio de 1997, tal día como hoy Daniel Ortega Diez se fue a dormir a dormir sin saber que esa noche recuperaría a su padre.
A última hora de la tarde de ese día, los informativos de Onda Cero tuvimos noticia de un dato del que no informamos a los oyentes de la cadena. La siguiente madrugada, la guardia civil del cuartel de Intxaurrondo iba a realizar una operación con la que esperaba poder localizar el lugar en el que ETA mantenía secuestrado al funcionario de prisiones. Si todo iba bien, en algún momento de la noche saltaría la noticia de que había un despliegue de la guardia civil en marcha.
A las tres menos veinte, un teletipo urgente de la agencia Europa Press informa, en efecto, de la puesta en libertad de un secuestrado. Pero no es Ortega Lara, sino Cosme Delclaux, el abogado de Getxo extorsionado por ETA. Onda Cero emitía a esa hora el programa de Juan Antonio Cebrián. Los oyentes de Onda Cero son los primeros en escuchar la noticia y el testimonio del portavoz de la familia, Carmelo Renovales.
La libertad recuperada de Cosme Delclaux ocupa toda la madrugada de Onda Cero, en un especial informativo que levanta de la cama a los portavoces de los partidos políticos de Euskadi. Todos ellos tienen en mente al funcionario que permanece secuestrado.
Lo que ninguno de ellos sabe es que al mismo tiempo que se informa de la libertad de Delclaux se buscan respuestas a unas cuantas preguntas. ¿Qué esta sucediendo esta noche? ¿Por qué no terminan de encajar las piezas? ¿Acaso era Cosme quien estaba en el zulo que la Guardia Civil creía de Ortega Lara? ¿Dónde están ahora los agentes de Intxaorrondo? ¿Sigue adelante la operación? ¿Ha llegado acaso a ponerse en marcha?
Cuando iniciamos aquel día nuestro informativo matinal a las seis de la mañana, la Guardia Civil rodeaba ya la nave industrial de Mondragón donde ETA retenía en un agujero a Ortega Lara. La dirección de informativos obtuvo confirmación de que la operación seguía adelante. Pero en la antena, la única noticia sigue siendo la libertad de Delclaux.
A la misma hora en que Delclaux pisaba de nuevo su casa, agentes de la Guardia Civil cruzan la puerta de la nave industrial de Mondragón. Llevan consigo a Josu Bolinaga, uno de los cuatro etarras detenidos esa misma madrugada. Bolinaga se resiste a revelar el lugar exacto del zulo y la forma de acceder a él. Los minutos se hacen eternos en Mondragón. Y también, aunque nadie lo sepa, en la radio.
A las siete menos cinco de la mañana, el ministro del Interior recibe la llamada del director general de la Guardia Civil. "Ministro, ya lo tenemos", le dice.
Un agente de Intxaorrondo ha sido el encargado de bajar al zulo y aplacar la inquietud de Ortega Lara. Éste, creyendo que era uno de sus secuestradores, le ha dicho al verle "matadme de una puta vez". El agente tendrá ocasión de describir días después la primera impresión que le produjo el secuestrado.
Con Ortega Lara fuera del zulo y con sus cuatro secuestradores detenidos, la operación se da por terminada. A las siete y cinco minutos el ministro del Interior comunica la noticia a la esposa de José Antonio. Seis minutos después, los oyentes de Onda Cero escuchan por primera vez la frase que más se repetirá a lo largo del día: la noticia de la libertad.
En tres lugares de España se viven a esa hora instantes de honda satisfacción: el hogar de los Ortega Diez en Burgos, el cuartel de la guardia civil de Intxaorrondo y la prisión de Logroño. Allí es también un guardia civil quien anuncia la noticia a los compañeros de José Antonio.
Los compañeros del funcionario liberado serán los primeros en felicitarse públicamente a través de la radio. Eran las siete y media de la mañana. La emoción de los funcionarios de Logroño se contagia a todas las personas que durante año y medio han colgado el lazo azul de sus solapas. Y se contagia a los grupos políticos, al conjunto de las instituciones y al gobierno de la nación. Al cabo de una madrugada apasionante, Onda Cero culminaba cinco horas de información con el comentario que al filo de las ocho de la mañana firmó en antena Félix Madero.
José Antonio Ortega Lara, veinticuatro kilos menos que cuando lo metieron en el zulo, llegó a primera hora del primer de día de julio al cuartel de Intxaorrondo. El examen médico apreció desnutrición y fatiga. Unas horas después, 542 días despues, José Antonio pudo reencontrarse con Domitila. Sólo Isaac, el hermano de ella, fue testigo de ese encuentro.
Habría que esperar al día siguiente para ver a José Antonio y Domitila de regreso en su casa de Burgos. Un helicóptero los trasladó desde San Sebastián a la comandancia de la Guardia Civil en la capital burgalesa. A esa misma hora, Cosme Delclaux comparecía ante la prensa en e parque tecnológico de Zamudio.
La familia Ortega Díez volvía a estar completa. Dani, un niño rubio, inquieto, cuatro años y medio, no tuvo que preguntar ya esa noche por qué papá tardaba tanto en volver. José Antonio le animó a tirarle de las barbas. Antes de llamar al barbero para que, al día siguiente, hiciera su trabajo y se las afeitara.
La noche que Daniel Ortega Diez recuperó a su padre, Burgos estalló en fiestas. "Por fin José Antonio en casa", se leía en la pancarta que el ayuntamiento desplegó en el mismo balcón desde el que Domitila tomó la palabra para dar las gracias a todos los que habían hecho posible el reencuentro.
Los días siguientes a su liberación, José Antonio Ortega Lara hablaba poco. Lento y en voz muy baja. Fue así, lentamente y en voz baja, como un día les dijo a los suyos: "No sabéis cómo son los terroristas. Seguro que ahora matan a alguien". Los días más duros de aquel mes de julio del 97 aún estaban por llegar.