Mujeres con Historia: El enigma de Gala
De la mano de Montserrat Aguer -la directora de los museos Dalí Gala-, Silvia Casasola nos presenta en 'La rosa de los vientos', la apasionante historia de Gala Dalí, una mujer cuya importancia trasciende la musa.
Gala Dalí es una de las mujeres de la historia más desconocidas a pesar de que su nombre y su imagen son de fama mundial. Sin embargo, más allá de los títulos de musa o manipuladora, hasta hace unos años poca gente se había preocupado de señalar la importante huella que dejó en su transcurso vital.
Precisamente por este motivo, de la mano de Montserrat Aguer -la directora de los museos Dalí Gala-, Silvia Casasola nos presenta en 'La rosa de los vientos', la apasionante historia de Gala Dalí, una mujer cuya importancia trasciende con creces la musa.
Todo sobre Gala
Nacida en 1894 en el seno de una familia de intelectuales de Kazán (Rusia), Elena Ivanovna Diakonova -el nombre original de quien después se convertiría en Gala- vivió toda su infancia en Moscú hasta que a los 18 años se trasladó a Suiza para curarse de una afección pulmonar. Allí conoció a su primer marido, Paul Éluard, con quien tuvo su primera y única hija a pesar de que nunca desarrolló su instinto maternal ni ejerció como tal.
Al contrario de lo que se suele pensar, Gala conoció a Paul antes de su triunfo literario y, de hecho, ella fue en gran medida el motivo de su éxito. Gala y Paul trabajaron mano a mano en la escritura de numerosos poemas que consagraron al poeta francés como uno de los hombres más relevantes del dadaísmo y que relegaron a Gala a la condición de musa, pero lo cierto es que ella brillaba con luz propia.
A pesar de que sus primeras apariciones literarias tuvieron lugar durante su matrimonio con Éluard, fue más adelante, durante su matrimonio con Dalí, cuando comenzó a apreciarse su talento en la escritura gracias a los escritos autobiográficos que realizó en sus cuadernos. No obstante, previamente ya había evidenciado su inteligencia y talento en algunos libros del francés donde intervino en ingeniosos prólogos en los que llegó a escribir lo siguiente: "No deben asombrarse de que una mujer -mejor dicho, una desconocida- presente este pequeño volumen al lector".
En el año 1919 entró, junto a su marido, en el círculo intelectual parisiense que lideró el panorama literario internacional. Preservando ese aire de mujer libre, allí se convirtió en la amante de Max Ernst y despertó pasiones enfrentadas: por un lado, fue admirada por diversos artistas que la convirtieron en musa, y por otro, fue odiada por figuras como André Breton que la tacharon de sibilina y manipuladora.
A finales de los años 20, Gala viajó con Éluard y un grupo de amigos a Cadaqués, en España, para ver a un joven y casi desconocido pintor con el que se habían encontrado en París: Salvador Dalí. La conexión entre ambos fue inmediata, de modo que decidió abandonar su vida en Francia para emprender una nueva junto al catalán, una historia que más bien fue una simbiosis. El ejemplo más representativo es la firma Gala Salvador Dalí que aparece en gran parte de las obras del pintor, motivo por el que se la considera la gran ideóloga de muchas de las obras que el artista materializaba.
Lo cierto es que uno hizo crecer al otro. Juntos crean un arte de autoría compartida que, con el paso de los años, ha degenerado en el único reconocimiento de Dalí, motivo por el cual, Silvia Casasola rescata la historia de Gala para reivindicarla como mucho más que una musa. Fue una figura decisiva en el mundo del arte de comienzos del siglo XX: tan escritora como Éluard y tan artista como Ernst y Dalí.