Manuel Fernández: "Jesús fue un exorcista sanador itinerante"
En 'La rosa de los vientos' charlamos con el escritor y viajero Manuel Fernández acerca de los exorcismos de Jesús de Nazaret.
Prácticamente para todos son conocidos los múltiples milagros que se le atribuyen a Jesús de Nazaret. No obstante, pocas son las personas que conocen la verdad oculta tras muchas de estas benévolas acciones.
Los evangelistas narraron desde su propia perspectiva y conocimiento el transcurrir de los acontecimientos. Cada uno con un matiz diferente que ahora contribuye a la comprensión de aquellos hechos. Llegamos así a la conclusión de que la tradición de la actividad de Jesús como exorcista posee un sólido fundamento histórico. En 'La rosa de los vientos' hablamos con Manuel Fernández, el Diplomado en Ministerio Pastoral y Capellanía que explica cómo Jesús exorcizó a los demonios de algunas personas afligidas por los ataques de determinados entes malévolos.
"Podemos suponer muchas cosas sobre Jesús leyendo las Sagradas Escrituras, pero una de las certezas que hayamos es que Jesús fue un exorcista sanador itinerante", ha expuesto contundente apuntando que "se trataba de una figura muy demandada en la Palestina del siglo I d.C. donde se pensaba que la enfermedad era producto del pecado y, por ende, la medicina brillaba por su ausencia".
Los exorcismos de Jesús
La tradición sobre la actividad de Jesús como exorcista se concibe histórica en tanto que la corroboran algunas palabras de Jesús o de sus adversarios, así como los relatos y los resúmenes de su actividad desarrollados por los evangelistas. En efecto, es posible afirmar que que Jesús fue el primer exorcista del que se tiene constancia. Podemos añadir que esta actividad es una de las más características y peculiares de cuantas realizó.
Según cuentan, convocando el nombre de Dios, logró librar del mal a quienes más lo necesitaban: personas atormentadas cuyos cuerpos presentaban los daños que los demonios les provocaban desde el interior. En muchos casos, estas personas llevaban años sufriendo sus demonios o su enfermedad y eran temidos por sus amigos y familias. Fueron encadenados, atados, encerrados, despreciados y exiliados hasta que Jesús logró su inclusión social.
"Para Jesús resultaba bastante complicado diferenciar al enfermo del endemoniado y su proceder en ambos casos era diferente: aunque Jesus se complacía al tocar a las personas enfermas, cuando realizaba curaciones milagrosas en personas endemoniadas evitaba a toda costa el contacto", ha explicado Fernández.
"En los exorcismo había tres partes muy diferenciadas: en primer lugar, Jesús se acercaba al endemoniado cuyos demonios, por alguna razón, eran capaces de identificarle; tras este reconocimiento, Jesus les ordenaba que dejaran de tentar al endemoniado; y finalmente, el demonio era expulsado de una manera muy teatral, dando alaridos y gritos hasta que el poseso caía rendido al suelo".
Quienes presenciaron estos milagros optaron por divulgarlos para reafirmar el mensaje de fe. No obstante, estos exorcismos desencadenaron peligros reacciones entre sus adversarios. La acusación de expulsar los demonios con el poder de Belcebú es la mejor atestiguada de cuantas han conservado los evangelios. Se trata de un dato muy llamativo debido a que resulta complicado por qué estos exorcismos despertaron una oposición tan dura si supuestamente lograban curar a los enfermos. Asimismo sorprende el hecho de que Jesús se defendiera con tanta insistencia de dicha acusación y, sobre todo, que no renunciara a esta práctica pese a las consecuencias que esto podía acarrearle.
Jesús no era cristiano
Viajero y escritor, Manuel Fernández, el autor de Jesús no era cristiano. Una biografía no autorizada del Mesías de Nazaret, ha ampliado el concepto histórico que se tiene de la figura de Jesús. Al parecer, en la Palestina del siglo I era muy frecuente que los niños aprendieran a leer y a escribir mediante la Torá -la Ley judaica- y que, si presentaban aptitudes, a partir de los doce años comenzasen a formarse para proclamar la palabra de Dios de la mano de algún que otro rabino. Este debió de ser el caso de Jesús que, a los doce años se trasladó a Jerusalén y, precisamente, por este motivo, Fernández está convencido de que "probablemente Jesús nunca quiso fundar otra religión, sino remodelar la suya propia para levantarse contra la opresión".
Asimismo, Fernández ha explicado que es imposible que Jesús fuera cristiano en tanto que el cristianismo surgió años después de su muerte, en torno al año 45 d.C, cuando sus discípulos -también judíos- comenzaron a difundir la palabra de Cristo: el mesías.