David Saavedra: "Contribuí a crear grupos skin: mi mundo, como en las sectas, fue una burbuja"
En 'La rosa de los vientos' charlamos con David Saavedra, el exnazi que nos cuenta su historia de radicalización y reconstrucción identitaria tras la catarsis ideológica
A lo largo de unos veinte años, David Saavedra buceó en las profundidades de la denominada "burbuja" nazi. Fascinado por el discurso hitleriano y por la monumentalidad nazi, un joven de catorce años y escasamente formado, comenzó a indagar en la ideología nazi que le atrapó de manera casi irremediable. Transcurridas dos décadas de absolutas certezas conspiranoicas y negacionistas, el ya consolidado nazi comenzó a dudar. Paulatinamente, sus creencias comenzaron a tambalearse hasta que un día se desmoronaron por completo quedando reducidas a cenizas, como su propia identidad.
¿Quién es ahora David Saavedra? Bruno Cardeñosa y Silvia Casasola nos lo presentan en 'La Rosa de los vientos'.
David Saavedra, un exnazi
Consciente de los peligros que entrañan los fanatismos, David Saavedra, un pontevedrés que durante veinte años estuvo estrechamente vinculado a la ultraderecha española, decidió contar su historia a través de Memorias de un exnazi, un libro donde relata en primera persona su experiencia en la burbuja nazi española: desde su radicalización hasta su salida. Saavedra decidió escribir el libro para evitar que otros jóvenes cayeran en su mismo error y quedaran atrapados en cualquier tipo de radicalización ideológica.
"Saliendo de ese mundo, empecé a ver algunos puntos en común con el radicalismo islámico y también con la extrema izquierda", declaraba Saavedra, apuntando que "hay una estructura que nos radicaliza incluso antes de la ideología o de la religión". En lo que a esto respecta, el pontevedrés explicaba que las personas radicalizadas parten de un sesgo informativo que propicia perspectivas opuestas a las convencionales. "Del mismo modo que un musulmán común no ve vestigios de radicalismo en el islam, los integristas islámicos sí lo ven a causa de los sesgos", señalaba.
El proceso de radicalización
"Hay un denominador común en todos los procesos de radicalización: se producen de un modo gradual y, al principio, de forma muy inocente", explicaba Saavedra que reconocía no percibir nada peligroso en aquellos discursos nazis que le encandilaron en su adolescencia. "Esa imágenes ejercían un magnetismo que yo no identificaba como algo malo, sino como algo atractivo", declaraba apelando a los imponentes desfiles militare y discursos hitlerianos de los años 30 del siglo pasado.
Sin embargo, el exnazi señalaba que su nivel cultural de entonces era sumamente limitado, cuestión que fomentó la aceptación incuestionable de la información que, por su cuenta, comenzó a recopilar mediante la literatura nazi. "Yo con quince años no sabía quién era Hitler y no sabía absolutamente nada del Holocausto", decía. "Cuando yo empecé a leer sobre estas cosas no tenía las herramientas dentro de mi cabeza para identificar esos mensajes nazis que identificaba como Historia", apuntaba.
Su curiosidad insaciable, le llevó a indagar más en el mundo nazi a través de los chats donde esperaba encontrar a personas afines a sus ideas, un grupo en el que encajar y sentirse especial. Por tanto, Saavedra reconocía estar ya radicalizado antes de unirse a cualquier grupo, aunque es obvio que estos grupos le ayudaron a reafirmarse en sus ideas.
El negacionismo
El gallego ya había caído en el negacionismo de la historia: negaba las atrocidades nazis y, por supuesto, negaba el holocausto, "Más que un nazi, yo he sido un negacionista durante mucho tiempo", revelaba apuntando que "todos los nazis niegan la Covid-19".
Lo cierto es que Saavedra encontraba bastantes similitudes con ambos discursos negacionistas: "los negacionistas de la covid hablan de manera ambigua de un poder oculto y nosotros señalábamos directamente a los judíos", argumentaba.
Además, también negaban ser machistas: "Ningún nazi se identifica como machista, sino como defensor del orden natural del hombre y de la mujer", apuntaba.
El sesgo informativo habría favorecido este negacionismo, tal y como explicaba Saavedra al confesar que no leía nada que contradijese sus ideas "porque sabía que era mentira", de forma que los nazis rechazan premeditadamente aquella literatura que "podría servir de antídoto".
Más allá de la forma
David Saavedra comenzó a cuestionar la veracidad de aquellas sombras de manera casual. "Se lo debo a la casualidad, a la convergencia de diferentes factores que, a nivel escalonado, confluyeron en romper el sesgo de confirmación", apuntaba. El por entonces nazi se enfrentó a un grave cuadro clínico que, según informaba, estuvo a punto de ocasionarle la muerte: "Me dio una embolia pulmonar masiva y comencé a plantearme mi identidad a niveles muy primitivos", comentaba al respecto.
No obstante, Saavedra incidía en la gradualidad del proceso, acentuada por el hecho de que, en contra de lo que sucede en otros países como Alemania, en España no existen grupos ni asociaciones orientadas a ayudar a este tipo de personas que comienzan a desmentirse a sí mismas en cuestiones ideológicas e identitarias. "El proceso es gradual, pero devastador", indicaba el escritor.
Poco a poco, David Saavedra se percató de que había desparecido todo aquello en lo que él había creído del mismo modo que las circunstancias colindantes a este tipo de vida: no solo se desmoronaron sus ideas, sino también las relaciones con aquellas personas que un día consideró afines e incluso el cine y la música que él consumía. Igualmente, reconocía que "a día de hoy desentrañar qué es historia y qué es discurso nazi sigue siendo un rompecabezas bastante difícil de solucionar".
Un objetivo: evitar la radicalización de los jóvenes.
Habiendo emprendido el camino hacia lo que ha calificado como "sentido común", el pontevedrés se ha propuesto contar su historia para ayudar a quienes puedan caer en las seductoras redes del nazismo. "Una de las cosas a las que me quiero dedicar es a intentar sacar a los chavalitos que están entrando", revelaba lamentándose de que "una vez se asume que todo es una mentira, no hay nada que hacer porque ya tu identidad se levanta en base a esa certeza".
Saavedra explicaba que para ayudar a aquellas personas interesadas en el nazismo es necesario adoptar sus códigos y hablar su mismo lenguaje sin denostar arbitrariamente sus creencias porque esto puede resultar contraproducente y fomentar la reafirmación del incipiente nazi.
"Algo que hicieron muy mal mis padres fue tirar todos mis libros. Yo creo que se tenían que se los tenían que haber leído para intentar llegar a mí, aunque no les culpo por ello porque carecían de las herramientas para afrontar esa situación", ejemplificaba.
Asimismo, exponía el caso de una profesora de religión que, alertada por el comportamiento de su alumno, "torpemente" intentó persuadirle reduciendo el nazismo a una ideología que defiende un mundo de rubios con ojos azules. Entonces, el joven David consultó a sus amigos del chat que rápidamente desmintieron a la profesora mostrándole libros del III Reich donde, según informaba Saabedra, los raciólogos alemanes no hablaban explícitamente sobre esta cuestión. "Caer en los clichés e intentar contrarrestar a los chavales con esto es uno de los errores porque los chavales contrastan los testimonios y, cuando se percatan de que la información de los maestros no se corresponde con la realidad, llegan a la conclusión de que les están mintiendo", defendía al respecto.
David Saavedra todavía se encuentra en el proceso de reconstrucción de su realidad y de su identidad. Reconoce sentir "vacíos" en cuestiones ideológicas, culturales y también en cuanto a su opinión relativa a la población judía. Confiesa emocionarse de manera incontrolada con determinados discursos nazis, pero se muestra decidido en su voluntad de ayudar y contribuir a que la historia no se repita, pese a las amenazas y pese a todo. Aunque sostiene que esto es improbable, sabe que "la historia rima".