El cuaderno de Chapu: "La torrija de Juan Marín"

Traigo las notas del 11 de mayo, un calor infinito, africano y poncista. En el salpicadero de la furgoneta de Macarena Olona se puede cocinar un lomo al whisky con patatas fritas de Mariscos Emilio en Los Remedios con su ojito confitado, calla, cala.

Dicen que el calor favorece al socialismo porque desmotiva al votante del PP. En la utopía socialista andaluza, a la gente le preguntan el día de las elecciones: “Qué queréis? ¿Terminar con el sanchismo o daros un bañito y tomaros una fresquita en el chiringo? Y la gente responde: “¡Ya estoy yo en la playa!” Me gusta esta Andalucía en la que las cosas le importan a la gente pero relativamente.

Olona, muy motivada, un poco de Lola Flores y otro poco de Mazinger Zeta, le ha reprochado a Juan Marín que estaba haciendo torrijas. “Pues me salen muy ricas, las torrijas”, responde y le pregunta a Olona cómo le quedan a ella. No se peleen: el que más sabe de torrijas es el Kichi, que se cayó en la fuente. La torrija de Juan Marín alude a ese aire suyo despistado, inocente, de canela y buena gente. Yo quiero torrijas del táper de Juan Marín, que ahora que lo veo le sienta tan bien. Juan, hagamos torrijas, torrijas inocentes y grandotas y blandas de leche y rebozado o acaso torrijas pequeñas de almíbar con anís de las de Menchu Rojas que te las tomas y te dan vuelta los ojos como a Marujita Díaz.

Ojalá debates de cosas de comer: los caracoles, la porra antequerana, la mojama de Barbate, hablemos de lo importante: gambas de Huelva o Langostinos de Sanlúcar.

En lugar de decretos electoralistas, Sánchez va a enviar a cada andaluz una caja de cigalas y media limeta de manzanilla.