El cuaderno de Chapu: "Sánchez, el pato y la cobra"
Chapu Apaolaza analiza la actualidad política en La Brújula
Notas del lunes 13, ni te cases ni te apuntes a presidir la mesa de negociación con la Generalitat, ni te dejes la luz encendida. Han vuelto los atascos a la ciudad y septiembre entra en ese punto en el que las cosas le importan a uno demasiado o demasiado poco.
Dice Peláez que llueve despacio, porque la primavera de golpe se levanta, pero el otoño se acuesta mansamente. Celebran los lunes los vendedores de nubarrones, los viejos de visillo, los pirómanos y los tritones de La Ricarda, que ya parece lo de la Bernarda. Sánchez tenía un pato de la Laguna de La Ricarda. Fantaseo con que le ha puesto de nombre Curly. Sobre ese pato, edificó la iglesia de la confusión sanchista del independentismo.
A las calles de Barcelona sale Jordi Cuixart y anima al Jordismo y levanta los brazos con una energía rockera que se me da un aire a lo de Tina Turner pero de Santa Perpetua de Moguda. Luego vino lo de la Via Laietana, por la noche, cada vez menos gente pero más cabreada. La madrugada de Barcelona. En la comisaría de la Policía Nacional cayeron tantos cócteles que dicen que va a abrir una sucursal Chicote.
Todos creen que pueden domesticar a Sánchez, todos creen que pueden acordar con él esto y lo otro, como esa gente que se echa un novio golfo y se cree que con él o con ella va a ser fiel de una vez por todas. Su pedridad termina haciendo el pato y la cobra.
Sánchez y Aragonés acordaron verse pronto. Pero no saben que en Madrid si te dices “Nos llamamos y quedamos para la semana que viene” es que no te vas a encontrar, por lo menos, hasta que acabe la legislatura.