Las incógnitas de la muerte de Prigozhin

Dicen que en una vida hay muchas. Uno puede crecer siendo hijo de madre soltera; tener dos padres, ambos con descendencia judía; fracasar en el esquí de fondo; pasar unos años en la cárcel; ser indultado; ganarse la vida como vendedor de perritos calientes en la calle y acabar sirviendo comida en un Palacio presidencial; ser empresario, oligarca, golpista o jefe de una milicia de mercenarios a sueldo. Todo eso fue vivido (y sobrevivido) por Yevgueni Víktorovich Prigozhin.

Ese exceso verbal del líder del Grupo Wagner acabó siendo letal para él. Reclamaba al Kremlin ayuda militar para seguir combatiendo en Ucrania donde había logrado grandes victorias como la de Bajmut o Soledar. Eso le valió para ganarse el aprecio en Rusia que iba perdiendo Putin, lo que hizo crecerse a Prigozhin sin medir bien cuáles serían sus consecuencias: las de una rebelión fallida y posterior sentencia de muerte que Putin le dedicaba entre líneas.

No parece que en esas palabras del presidente ruso se interprete el perdón a Prigozhin por su intentona golpista camino de Moscú el 23 de junio. Las tropas de Wagner frenaron su avance en la ciudad rusa de Rostov del Don. Allí se dieron la vuelta, retirándose a Bielorrusia. Dos meses después, el 23 de agosto, Prigozhin moría en un accidente de avión en la región de Tver, al noroeste de Rusia.

Qué sabemos y qué no de ese accidente (sospechas y certezas) es la razón para tener a nuestro corresponsal en Moscú, Xavi Colás y Pedro Rodríguez, profesor de Relaciones Internacional en la Universidad Pontificia de Comillas.

Como explica Colás todavía se desconoce cómo se produjo el accidente: si fue un mísil, eso apuntaría a "sus enemigos declarados", el ministerio de Defensa o si fue un explosivo a bordo, apuntaría a los servicios de inteligencia rusos.

Por su parte Pedro Rodríguez explica que la muerte de Prigozhin es "una lección a la élite". Añade que con el líder de Wagner Putin está enterrando un "error propio" que es la privatización de la tiranía, es decir, que "el señor del catering se convierta en el señor de la guerra".