La carta de Ónega a la vacuna de AstraZeneca: "Por una parte ya ves y por otra qué quieres que te cuente"
La carta de Fernando Ónega para cerrar La Brújula, dirigida a la protagonista del día de hoy, a la vacuna de AstraZeneca.
Buenas noches, vacuna AstraZeneca. Eres tan rara, que te escriben con una Z mayúscula en medio, como si no fueses un medicamento, sino el signo del Zorro. Eres tan británica, que los daños provocados por ti los causas fuera del Reino Unido. Pareces hija de Boris Johnson. Eres tan turbulenta que estuviste a punto de partir a la Unión Europea entre quienes te aplican y quienes suspenden tu aplicación.
Aquí mismo, hubo comunidades que ni te discuten y otra, Castilla y León, decretó tu suspensión esta mañana. Y das tanto miedo a hipocondriacos como yo, que consultamos a una docena de doctores por si nos llaman a vacunar. Y, naturalmente, los tienes divididos. Unos se convierten en estadísticos de guardia y dicen con seguridad matemática: entre las decenas de millones inyectados de AstraZeneca, no llegan al centenar los ciudadanos que han sufrido la extraña trombosis. Casi es más fácil que te toque una Primitiva, periodista, que te aparezca un trombo.
Póntela, deja que te la pongan, que es una sola dosis y vas a sobrevivir. Hay otros, cardiólogos y personajes así, acostumbrados a prohibir que se fume, que se beba y otros quehaceres placenteros, que se ponen en plan bíblico y solo les falta sacar un crucifico, ponerlo ante el ordenador en la videoconsulta y hacer conjuros como ante la niña de El Exorcista: vade retro, AztraZeneca. Entre unas cosas y otras, discutida vacuna, no hay día en que no hayas sido noticia.
Llegué a pensar, como tantos, si eras víctima de una guerra comercial, que donde se mueve tanto dinero todo crimen es probable. He llegado a sospechar que hubiese alguna venganza europea por el Brexit. Y he llegado a sugerir que tus dueños contacten con Iván Redondo o Miguel Ángel Rodríguez a ver si mejoran tu estrategia de comunicación.
Al final, AstraZeneca, no hace falta porque la Agencia Europea del Medicamento dictamina y confirma lo que decía la portera de mi casa, que lo había oído en la tele: que algún problemilla tienes, pero son efectos secundarios; que mucho mayor es tu beneficio que los males que puedas provocar y que se le perdona el riesgo por la tranquilidad que nos dejas. Es decir, como la vida misma en Galicia: por una parte ya ves y por otra qué quieres que te cuente. O sea, que bien.