La carta de Ónega a los obispos españoles: "Sepan que en el PP llevan regular estas desviaciones de su laica doctrina"
Fernando Ónega dirige su carta en La brújula a la Conferencia Episcopal Española tras pronunciarse sobre los indultos a los presos independentistas.
Madrid | 24.06.2021 23:38
Buenas noches a Sus Ilustrísimas, a los señores obispos de España, en cuanto miembros de la Conferencia Episcopal. Se ha pronunciado ustedes sobre los indultos a independentistas y, después de escuchar a su portavoz, monseñor Arguello, ya sé lo que significan las siglas CEE: no es solo Conferencia Episcopal Española, sino Conferencia de Equilibristas Españoles.
Yo no puedo juzgarles, Ilustrísimas, por su labor apostólica, que seguro que merece la santidad. Pero su postura ante los asuntos del reino de este mundo es un maravilloso ejercicio de funambulismo que no está al alcance del resto de los mortales. Tenían el camino abierto por los monseñores de Cataluña y se adentran en él sin que su traje talar hagan el mítico frufrú de las sotanas. Defienden la aplicación de la ley, pero, como cristianos que son, se compadecen de los que sufren en las cárceles. Hablan después de decretados los indultos, como si los encontrasen en la calle, y no los bendicen con agua bendita, pero tampoco los mandan al infierno.
Las palabras diálogo y concordia, las expresiones "amistad civil" y "actitudes inamovibles" les dan para mil sermones y para no meterse en líos terrenales y evitar el choque con los obispos de la Tarraconense y los laicistas del poder civil. Más cerca del socialismo indulgente que del muy católico Partido Popular. Y metido así en política, les digo, Ilustrísimas, que alguien tiene que confesarse, porque alguien pecó. O pecaron ustedes, o está pecando de forma reiterada el señor Casado, para quien Pedro Sánchez debe ser, desde el punto de vista de las creencias, algo así como el Anticristo.
Y sepan, monseñores, que en el PP llevan regular estas desviaciones de su laica doctrina. El señor Garamendi no condenó, y tuvo una semana de pasión, mientras sonaban tambores de cisma entre la derecha política y la derecha económica. En fin, Ilustrísimas: admiro su prodigioso equilibrio, ensalzo su forma de mantener la unidad, les agradezco que hayan recuperado a Aristóteles con la referencia a la amistad civil y les sugiero que a la próxima nos animen añadiendo a su doctrina una jaculatoria, ora pro nobis, y una promesa: que rezarán por nosotros. Si los obispos rezan tan bien como hablan, de esta conseguimos salir.