La carta de Ónega: "¡Cuánto dolor, queridas gentes del mar! No recuerdo un día más triste en los pueblos marineros"
La carta de Fernando Ónega en La Brújula hoy va dirigida a la gentes del mar tras el naufragio del pesquero gallego en Canadá.
Amarguísima noche, gentes del mar; mariñeiros, esposas de mariñeiros, padres de mariñeiros e hijos de mariñeiros de mi Galicia, sobre todo los de Marín, de Bueu, de Cangas, de Aldán, de toda la península del Morrazo, allí donde el mito de las Rías Baixas. Allí donde se puede situar la canción de Alberti: “Tu marido, ¿dónde está? Mi marido está en la mar. ¿Volverá? ¡Quién sabe si volverá!” Esta noche hay no sé cuántas camas vacías para siempre en Marín, en Bueu, en Cangas, en Aldán, en toda la nación del Morrazo y todas las rías lloran.
Lloran como no lloraban desde el Prestige. Lloran como no lloraba Galicia desde el tren de la curva de Angrois. Y hay no sé cuántos hogares rotos. Y hay voces rasgadas por el llanto que no recuerdan una tragedia así. Y los pueblos han enmudecido. Y las campanas han dejado de repicar. Y las viudas de los vivos, Rosalía, las viudas de los vivos ya son viudas de los muertos. Y las oraciones se pierden en un cielo que descargó su ira sobre un barco. Y hay un padre que deja cinco huérfanos. Y todos los huérfanos son niños pequeños.
Habían ido muy lejos, porque los peces están muy lejos. Habían cruzado el Atlántico. Habían llegado a Terranova. El barco era grande. El barco era de fiar. El Villa de Pitanxo había sorteado muchas tormentas. Pero con esta no pudo. Un rayo, quizá; una ola gigantesca, una vía de agua, una petición de socorro, la pérdida de señal, la alarma, los helicópteros, la busca en el agua helada, tres hombres en una balsa, las otras balsas vacías.
¿Cuántos hombres te has quedado?, le pregunté a la mar. Vivos os devuelvo tres, llamadlos supervivientes. Los otros me los quedo. Eres avaro, mar de Terranova. No tienes piedad, mar helado. Quien no tiene piedad es la tormenta, respondió la mar, que también llora y también sufre y su ruido es las noches de huracán es un alarido casi humano.
¡Cuánto dolor, queridas gentes del mar! No recuerdo un día más triste en los pueblos marineros. No recuerdo un despertar de tamaña crueldad. ¡Dios, qué duro es el pan que gana el pescador! De nada sirve escribiros que os queremos, pobre consuelo ante tanta desolación. ¡Y aún decimos que el pescado es caro! Hoy sí que la mar dormirá, ahíta de naufragios, ahíta de este naufragio, querido Antonio Machado. Y tú, andaluz Alberti, déjame reescribir tu canción: “Tu marido ¿dónde estaba? Mi marido estaba en la mar. ¿Volverá? Hoy supe que no volverá”.