La carta de Ónega a Carmona: "Si tuviese menos nombre, nadie se fijaría en su nombramiento, por muchos carnés de partido que tuviera
Fernando Ónega dirige su carta de hoy en La Brújula al nuevo vicepresidente de Iberdrola, cuyo nombramiento ha generado multitud de críticas.
Buenas noches, don Antonio Miguel Carmona Sancipriano, el hombre más discutido del día. Su nombramiento como vicepresidente de Iberdrola España fue recibido por la izquierda como una pedrada. ¡Dios, qué ira la de Podemos, que llegó a pedir al PSOE su inmediata expulsión! Ni que hubiera cometido usted un crimen.
El otro día hablaban Felipe González y Mariano Rajoy de los nuevos Torquemadas y hoy han aparecido unos cuantos y cayeron sobre usted. Velan tanto por la pureza de la sangre que no pueden admitir que un señor, profesor doctor en Económicas, pero socialista, no puede ser alto cargo de una gran empresa. Y menos, naturalmente, si esa empresa es eléctrica y menos todavía si estamos en plena guerra de la luz. Le han elegido, Carmona, para el el plato en un campeonato nacional de tiro al plato.
Llevo todo el día pensando en su caso, mucho más que en Puigdemont, porque lo suyo merece un examen en profundidad. Debo aclarar que no nos conocemos personalmente. Como mucho, habremos coincidido en algún acto y ni siquiera eso lo puedo asegurar. No nos une, por tanto, ningún vínculo de amistad. Por eso he mirado las leyes que regulan las incompatibilidades y no encuentro ninguna que se le pueda aplicar. He buscado su relación con el presidente del gobierno, y Pedro Sánchez lo dejó tirado cuando buscó candidato a la alcaldía de Madrid después de su trayectoria en el ayuntamiento. Hoy mismo voces autorizadas del PSOE se han desvinculado de usted.
¿Cuál es su pecado, Carmona? ¿Qué motivos justifican la repulsa a que un doctor en Ciencias Económicas ocupe un alto puesto en una eléctrica? No veo más razones que las vocaciones de Torquemadas, quizá agravadas por un hecho: es usted demasiado conocido. Se hizo demasiado popular en las tertulias de la Sexta.
Si tuviese menos nombre, nadie se fijaría en su nombramiento, por muchos carnés de partido que tuviera. Este escribidor, con toda modestia y con todo el derecho a equivocarse, le defiende por una sola razón: si nadie puede ser excluido por razón de sexo o de religión, tampoco lo puede ser por sus ideas. Vigilen los Torquemadas otros abusos de poder tan próximos a ellos y respeten la libertad de los demás. Respeten, para empezar, eso que llaman el ascensor social.