Todas las incógnitas sobre el terrorífico 'crimen de Godella'
Manu Marlasca habla sobre Gabriel Salvador y María Gombau que, supuestamente, acabaron con la vida de sus dos hijos y están siendo actualmente juzgados.
La Audiencia Provincial de Valencia está juzgando estos días a María Gombau y Gabriel Carvajal, una pareja acusada de matar a sus dos hijos, de tres años y cinco meses, en Godella, en marzo de 2019. El juicio nos está deparando muchas sorpresas, pero de momento no nos ha aclarado lo fundamental de este caso: quién mató a los dos pequeños. ¿Fue María sola, inducida por Gabriel, tal y cómo sostiene el fiscal? ¿Fue Gabriel y cargó todas las culpas en María, enferma de esquizofrenia?
En el banquillo se sientan los dos. Para él, Gabriel Carvajal, la Fiscalía solicita cincuenta años de prisión; para ella, solicitan la libre absolución debido a su enfermedad mental, una esquizofrenia paranoide que le hacía vivir en una realidad propia, ajena al mundo real. La Fiscalía cree que no es penalmente responsable de la muerte de sus hijos, pero sí solicita una medida de seguridad, su internamiento en un centro psiquiátrico durante un máximo de veinticinco años. Para el fiscal, en el momento del crimen María tenía anuladas la voluntad y la inteligencia, las bases de la imputabilidad.
Sin embargo, el Ministerio Público cree que ella y Gabriel actuaron de mutuo acuerdo, que se pusieron de acuerdo para acabar con las vidas de sus hijos, una decisión que adoptaron al estar viviendo en un mundo plagado de creencias extravagantes.
El fiscal dice textualmente en su escrito de acusación que “ambos procesados creían en la regresión, en la purificación de las almas mediante baños de agua y en el renacimiento de las almas tras la muerte de los cuerpos. Tales creencias inicialmente profesadas por Gabriel fueron poco a poco asimiladas por María, tras la constante reiteración de Gabriel, que la arrastró e indujo a que la siguiese. Compartían ideas consistentes en la existencia de una secta que les perseguía, asediaba, abusaba sexualmente de su hijo Amiel y tenía la intención de secuestrarlos. Consideraban que la secta estaba integrada por diferentes personas, incluso por familiares y amigos de María.
Eran miembros de una secta
Estaban tan convencidos de ello que por las noches guardaban vigilia para evitar ser atacados por miembros de la secta y que sus hijos fueran secuestrados”. En los meses anteriores al crimen, sus creencias se fueron agravando por diversos sucesos: los denunciaron por vivir como okupas en la finca que habitaban desde 2017 y la madre de María había instado a los servicios sociales a que evaluaran el estado de la pareja, preocupada por sus nietos. Dice el fiscal en su escrito que “como consecuencia de las obsesiones sobre la secta que ellos creían que les perseguía, Gabriel inculcó a María la idea de que la única forma de proteger a sus hijos del asedio era, previo un baño purificador de sus almas, terminar con sus vidas y enviarlos al más allá para que posteriormente pudiera revivir”.
Los dos niños, Amiel, de tres años, e Ichel, de apenas cinco meses, murieron asesinados a manos de sus padres. El relato del fiscal dice textualmente: “actuando de común acuerdo en ejecución del plan, haciendo y dejando hacer el uno al otro, primero bañaron en la piscina a los niños con el propósito de purificarlos y posteriormente los propinaron multitud de violentos golpes a ambos menores, fundamentalmente en la zona de la cabeza, bien golpeando a los mismos con un objeto contundente, bien propinándoles fuertes golpes en la cabeza contra el suelo”.
La defensa de Gabriel sostiene que su cliente nada tiene que ver con los crímenes y por ello solicita su libre absolución. En su escrito sostiene que María mató a los niños mientras Gabriel dormía, y sin su conocimiento. Todo ello, siguiendo la “voluntad de Dios”, y ejecutando ésta que ella conocía directamente a través de su voz. Tras ello, María Gombau procedió a enterrar los cuerpos sin vida de los menores en diferentes sitios, también sin intervención, ni conocimiento alguno de Gabriel.
Los investigadores creen que los menores murieron en la piscina, donde también hallaron restos de sangre, y luego su madre trasladó los cadáveres para enterrarlos a unos 100 metros de la casa. Esto explicaría el resultado de las pruebas de ADN, con el cotejo positivo confirmado en el laboratorio, tras el análisis de la ropa que llevaba María la noche del doble crimen. Pero eso, evidentemente, no exime del todo a Gabriel. Hasta aquí hemos contado el punto de partida, las posiciones de los dos procesados y del fiscal antes de comenzar el juicio.
María reconoce haber transportado los cadáveres
Según el relato de María, al amanecer se despertó y salió al exterior. Allí vio el cadáver de Ichel en la terraza y de Amiel al borde de la piscina, pero no creyó que su pareja los hubiese matado: “Gabriel llevaba días convenciéndome de que los iban a matar. Yo tenía tan presente eso que pensé que la secta los había matado. Salí corriendo y no quise enterrarla –se refiere a la bebé–, pero sí tirarle tierra por encima”. Es decir, que ella reconoce haber transportado los cuerpos de los pequeños, yeso explicaría la presencia de la sangre de ellos en su ropa...Dijo que llevó a Amiel a un sitio donde jugaban mucho a tirar la tierra como si fuera un tobogán y después decidió despertar a Gabriel para decirle que tenían que huir y evitar que la secta los matase a ellos.
La versión de Gabriel sobre ese momento es casi idéntica: María le despertó y le dijo que los niños estaban muertos, pero, según él, ella reconoció que los había asesinado ellos. Gabriel Carvajal, por lo que dices, también ha declarado ya. Gabriel es la pieza angular de la acusación. Para entendernos, María tiene asegurada la absolución y su internamiento en un centro psiquiátrico, pero ni el fiscal ni la defensa de la mujer están dispuestos a que el caso se salde con atribuyendo la responsabilidad única y exclusivamente al brote psicótico y a los delirios de María Gombau.
Por eso, el interrogatorio de Gabriel fue especialmente duro y a él no asistió su expareja, por petición expresa de su abogada. Sobre la noche de los hechos, el procesado dijo que se fue a dormir a la cama con su hija mientras María se quedó en el sofá con el bebé.
Gabriel explica que María los mató
Cuando despertó, según él, la mujer le dijo que había escondido a los niños y comenzó a decirle cosas delirantes. Le hablaba del sol y la luna y le dijo que tenían que mantener relaciones sexuales antes de que saliese el sol. En un momento dado, ante la insistencia de él preguntando por sus hijos, ella le dijo que estuviese tranquilo, que estaban en su mente y en su corazón. Según Gabriel, dijo: “están con Dios, no pasa nada, los he matado. He abortado a dos hijos, pero los puedo hacer renacer”.
Gabriel admitió su interés por la cultura maya. Pero dijo que era un interés puramente cultural, incluso dijo que era cristiano, que creía en un solo Dios. Negó rotundamente creer en ritos de purificación o en la reencarnación. Es más, en su testimonio dijo que estaba preocupado por la salud mental de María. Gabriel aseguró que buscó ayuda profesional para tratar a su pareja ante sus delirios, en los que ella decía escuchar voces que la animaban para matar a sus hijos y que él anotó en una libreta, en la que recogía los episodios delirantes de su pareja, para que se diera cuenta de lo que decía. Un cuaderno que contiene pasajes en el que se habla de rituales mayas en los que se sacrifican niños y que encontró la Guardia Civil.