Territorio Negro: El robo del cadáver de Charles Chaplin
En 'Territorio Negro', Manu Marlasca y Luis Rendueles nos hablan de la historia de los profanadores de tumbas que robaron el cuerpo de Charles Chaplin hace 44 años.
El mítico actor Charles Chaplin había muerto en Suiza, en la Navidad de 1977. Allí vivía en un castillo con su mujer Oona O’Neill y gran parte de su familia, formada por ocho hijos.
Chaplin llegó a Europa con su joven mujer, la hija de un gran autor de teatro y todo un personaje también ella, después de que fuera acusado en su país de ser un comunista, precisamente tras el estreno de 'Candilejas'. Se refugió en Suiza y allí vivió, murió y fue enterrado el 27 de diciembre en el cementerio más cercano, en Corsier-sur-Vevey, un pequeño lugar de la región de Lausanna, con unas 400 tumbas de vecinos anónimos y una lápida blanca con su nombre y su cuerpo dentro de un ataúd de roble de unos 150 kilos de peso.
El robo del cadáver
El 2 de marzo de 1978, apareció en ese cementerio un agujero enorme correspondiente a la tumba de Chaplin. En una época en la que ya se habían dado a conocer varios casos similares, alguien había robado el ataúd y el cadáver del actor.
Muy pronto empezaron a llegar llamadas a la mansión de la familia de Chaplin, y la policía suiza y la Interpol se encargaron del caso. Se investigó si podía haberse tratado de una operación de un grupo neonazi, se decía que Chaplin era judío, y en cualquier caso se había burlado con mucho talento de Hitler en 'El Gran Dictador', para profanar el cadáver y también lo contrario, si se había tratado de un operativo del Mosad, los servicios secretos israelíes, para proteger el cuerpo y llevarlo a Tierra Santa.
En 1978, no había euros, tampoco teléfonos móviles, y entre las llamadas de teléfonos fijos que se registraron efectuadas por bromistas o personas que simplemente se limitaban a insultar al actor y a su familia, llegó la llamada del secuestrador. Éste sonaba nervioso, cambió varias veces el tono de voz y pidió 600.000 francos suizos de entonces, un fortunón, por devolver los restos de Chaplin a la familia, cantidad que su mujer rechazó.
La negociación con los secuestradores
Los secuestradores decidieron cambiar de moneda y pidieron 600.000 dólares, lo que vendría a ser algo menos de medio millón de euros por el cuerpo de Chaplin. La viuda volvió a negarse y dijo que no, que hicieran lo que quisieran con los restos de su marido.
El caso llegó a la prensa de la época y dio la vuelta al mundo en pocos días, convirtiéndose en un escándalo mundial. La policía suiza logró convencer a la viuda de Chaplin para que simulara negociar con los secuestradores, cada vez más nerviosos. Finalmente Oona O’Neill aceptó y pactó con los secuestradores del cadáver de su marido pagar un rescate una noche de mayo. Se negó a pagar 600 mil dólares por el cuerpo de su marido, y continuó regateándoles hasta bajar a 500 mil, pero ella tampoco aceptó. La cosa se fue calentando y Oona logró dejarlo al final en 100.000 dólares, cantidad que los secuestradores aceptaron.
La operativa planeó que un policía suizo se hiciera pasar por el chófer de la familia conduciendo el coche de la familia, que llevaría dentro un maletín con el supuesto dinero del rescate. Detrás iban varios coches de policía más o menos discretos que no pueden perderle la pista. El policía disfrazado del chófer se cruzó con el cartero del pueblo, que conoce el caso y se sorprende por no reconocerle, lo que alimentó sus sospechas e hizo que se subiera a su coche y les persiguiese. La policía, claro, lo ve, lo sigue y detiene al cartero pensando que era el secuestrador.
Al darse cuenta de la confusión, los secuestradores volvieron a llamar, y anunciaron que lo harían de nuevo a las 9 de la mañana del 17 de mayo, un día como hoy, del año 1978. Los secuestradores llamaban desde cabinas de teléfono, así que la policía suiza vigiló las casi 200 cabinas que había en la zona porque los profanadores de la tumba de Charles Chaplin tenían que estar cerca.
Varios policías suizos ven a un tipo joven entrar en una cabina. Les llama la atención, parece nervioso. Se acercan a él, hablan del tiempo, de cosas triviales, y ven que su fuerte acento es el mismo que el del secuestrador que llama a casa de los Chaplin a pesar de que ha cambiado de voz varias veces. El tipo tiene solo 24 años, se llama Roman Wardas, es un mecánico polaco con problemas económicos y muy pronto confiesa. El es digamos, el cerebro de todo el asunto.
El retorno de los restos de Chaplin
Este hombre delata también a su cómplice, un ciudadano búlgaro que también era mecánico de coches y que también tenía problemas de dinero. El cadáver de Chaplin se recuperó de donde lo habían metido estos dos mecánicos aspirantes a delincuentes. Hubo un pequeño problema porque ellos dijeron que lo habían enterrado otra vez en el pueblo de Neville, muy cerca de allí, en un campo de trigo. El problema es que no supieron decir exactamente dónde.
El campo era grande, aunque era de maíz, no de trigo, y finalmente la policía comprobó un agujero reciente y recuperó los restos de Chaplin, que fueron devueltos a su lápida y a su cementerio suizo, donde siguen ya hace años junto a los de su también inimitable viuda, a la que le gustó mucho el sitio elegido por los profanadores y propuso dejar allí los restos de Chaplin.
El terreno tenía dueño, que se negó, igual que otros familiares de Charlot. Eso sí, en aquel gran campo de maíz de Suiza, el granjero tuvo un gesto de humor y colocó una placa conmemorativa en la que se leía: “Aquí descansó Charles Chaplin. Brevemente”.