Territorio Negro: El pederasta de Madrid vuelve de vacaciones
Acabábamos la temporada pasada hablando en Territorio Negro de un secuestrador en serie de niñas muy pequeñas, un depredador que tiene atemorizados a los vecinos de varios barrios de Madrid y en vilo a la policía. Nos hubiese encantado regresar de las vacaciones y poder contar todos los detalles de su detención, pero desgraciadamente volvemos a hablar de este criminal, no porque haya sido arrestado, sino porque hace diez días volvió a actuar.
En Territorio Negro Luis Rendueles y Manu Marlasca nos van a contar a quién está buscando la policía, quién es este enemigo público número uno y cómo se le está buscando.
Este pederasta volvió a cometer otro de sus ataques, volvió a secuestrar a otra niña el pasado viernes, 22 de agosto. Pero en esta ocasión siguió un patrón de comportamiento bastante distinto al de sus dos anteriores y terribles ataques.
Algo pasó ese viernes para que el secuestrador modificase su modus operandi. Recordamos lo ocurrido: una niña de siete años de origen dominicano estaba jugando en un pequeño parque de la calle Gomeznarro, en el barrio de Hortaleza de Madrid, que sí que está dentro de la zona de caza del secuestrador. La cría, que en ese momento estaba custodiada por su abuelo, fue engañada para subirse al coche del raptor, que la retuvo algo menos de una hora y la dejó a siete kilómetros de allí, en la calle Mequinenza, después de, contó la cría, mentirla y hacerle cosas feas.
Todo parece indicar, y así lo cree la policía, que el secuestrador actuó esta vez por un impulso, por una pulsión, quizás impaciente porque había pasado el verano fuera de Madrid, hubiera estado de vacaciones con su familia, y por tanto, fuera de su territorio de caza, de donde se siente confiada. En este último ataque, a diferencia de los otros, no llamó a la niña por su nombre de pila, ni le dijo cuántos años tenía. Tampoco llevaba encima el lorazepam que administró a dos de sus víctimas y no pudo disponer de ese piso en el que comete sus aberraciones con total tranquilidad. Pero es que, además, hizo algo inaudito, que no sabemos si es imprudencia, atrevimiento o prueba de la desesperación con la que actuó…
Con la niña ya dentro del coche, paró, la dejó dentro, se metió en un pequeño supermercado, compró crema hidratante y regresó al vehículo. Eso sí, lo hizo adoptando algunas precauciones, como no hablar y ocultarse el rostro pensando que el establecimiento tenía una cámara, cuando lo que tenía era una carcasa para disuadir a los ladrones y a los atracadores. Ese día, un criminal organizado, como nuestro hombre había sido hasta ese momento, se convirtió, de nuevo, en un criminal desorganizado.
Es una división ideada hace muchos años por la sección de análisis de conducta del FBI. Un criminal organizado lleva su kit, su neceser, su equipo de secuestrador o de asesino. Uno criminal desorganizado mata con lo que tiene a mano o secuestra improvisando, como ocurrió con el último delito atribuido a este raptor de niñas.
En realidad, este tema es un laberinto. Porque este último ataque del pederasta es muy similar al primero que cometió, en septiembre del año pasado. La víctima fue también una niña dominicana, la metió en su coche, trató de abusar de ella y la dejó luego en la calle. No la llevó a un piso ni tampoco la drogó. Fue meses después, en abril, cuando perpetró su segundo ataque, ya con calmantes y un piso a su disposición, cuando el criminal se perfeccionó.
Hoy por hoy son todo teorías, que si el hombre ya ha alquilado a alguien el piso que tenía libre, que si hay nuevos vecinos, que si iba a vivir allí porque se había separado de su esposa y ahora ya se ha reconciliado… Muchas veces sobrevaloramos al criminal y puede ser simplemente que no pudiera ir al piso o no quisiera. Recuerda como terminó la caza del asesino de la baraja, autor de seis crímenes en Madrid y que se terminó entregando borracho en la comisaría de Valdepeñas.
En cualquier caso, esa improvisación de este criminal en su último ataque, el del 22 de agosto, le ha llevado a cometer errores que pueden costarle muy caros. Porque, por ejemplo, esta última víctima se ha convertido en una testigo de lo más fiable. Estuvo con él una hora…
Estuvo con él una hora y además, a diferencia de sus dos víctimas anteriores, no fue drogada. Y las lesiones que le provocó este criminal no son tan graves como en esos dos casos anteriores. Es decir, que su testimonio es muy válido. El diario El País publicó la semana pasada parte de su exploración, es decir, de su declaración delante de la policía y en ella la cría da datos muy precisos que, además corroboran otros testimonios con los que ya contaban los investigadores.
Por ejemplo, la niña habla de que su secuestrador tiene dos lunares en el rostro. Otra de sus víctimas, la niña española de nueve años a la que secuestró en abril, también habló de un lunar en la cara de su captor. La pequeña de origen dominicano también habla de marcas o cicatrices en el brazo derecho del secuestrador. Del que da algunos datos más: habla con acento español, es musculoso y suda mucho.
Eso es lo que dijo en su declaración oficial, pero la policía está recabando mucha más información de ella, gracias a la confianza que han generado con la niña. Los agentes del SAF de la Brigada de Policía Judicial, encargados de la operación Candy, se convierten casi en sus compañeros de juego, en sus cómplices, para obtener de ella todos los datos posibles.
Esa niña, de solo siete años, recordemos, puede convertirse en una testigo de cargo fundamental contra este criminal. Aunque también hay otros testimonios válidos. Especialmente el de la pequeña capturada en abril. Esa niña estaba acompañada de unas amigas cuando el secuestrador la llamó por su nombre. Le dijo que le iba a probar unos vestidos nuevos, que su madre ya lo sabía. Las amigas de la cría ya ofrecieron una buena descripción del depredador, pero además esta niña tiene nueve años, pese a que aparenta menos por su estatura y complexión. Aunque esta pequeña fue drogada, sí pudo aportar a los agentes datos muy importantes. Ya hemos comentado que habló de un lunar en el rostro del secuestrador, pero además dio datos muy importantes –lo contamos aquí en el último territorio negro de la temporada pasada– sobre el coche pequeño y claro y sobre la casa a la que el criminal la llevó.
Ya antes de este último ataque, la policía centraba sus pesquisas, sobre todo, en el coche del delincuente. La niña a la que secuestró en abril reconoció una marca y por las características del coche que dio, se pudieron centrar en dos modelos de esa marca, es decir, en unos 78.000 vehículos…
Tenemos que decir que se están comprobando, uno por uno, esos 78.000 coches porque se está haciendo así. Se está trabajando sobre la lista de los propietarios de esos modelos. Pero, obviamente, no es la única lista con la que se trabaja: hay listas de hombres con antecedentes por abusos sexuales, por exhibicionismo, acusados de tenencia o distribución de pornografía infantil.
La policía está convencida de que estos secuestros no pueden ser los primeros delitos de este tipo. Es alguien que ya ha crecido delincuencialmente hablando y tienen la esperanza de que haya sido detenido o al menos denunciado por esos delitos. Otras listas enormes sobre las que trabaja la policía son, por ejemplo, las de personas a las que se les ha recetado en los barrios en los que actúa el pederasta, fármacos como los que él suministra a las niñas. Todas las herramientas, todos los recursos valen para intentar dar caza a este depredador.
Y dentro de esas herramientas para buscar al pederasta está lo que se llama perfil geográfico o círculo de Canter. El perfil geográfico de asesinos y violadores en serie parte de las investigaciones del psicólogo y criminólogo inglés David Canter, de ahí su nombre, círculo de Canter. Si tenemos un agresor en serie, como en Madrid, lo que se hace es señalar en un mapa todos los lugares donde ha atacado.
Cogemos los puntos más lejanos entre sí y los unimos en una línea recta. En este caso la línea iría desde la calle Luis Ruiz, cerca de la calle de Alcalá, donde secuestró a la niña china, su tercera víctima, el pasado mes de junio, a la calle Gomeznarro, más al norte y lugar de su última agresión, a la niña dominicana. Esa línea nos sirve de diámetro para hacer una circunferencia, un círculo de Canter, que agrupa todos los lugares de las agresiones y más zonas de la ciudad. Dentro de ese círculo que hemos fabricado, la teoría de Canter afirma que el pederasta o el asesino vive o ha vivido, trabaja o ha trabajado.
Esta teoría funciona bastante bien. Los estudios de Canter con asesinos y violadores en serie acertaron en el 80 por ciento de los casos. En el estudio que le hizo famoso se comprobó que sobre 45 delincuentes en serie, 39 vivían dentro de esos círculos. En España, además del actual caso del pederasta de Madrid, este sistema se aplicó para buscar a Joaquín Ferrándiz, asesino de cinco mujeres en Castellón, y a Alfredo Galán, asesino de la baraja, que cometió seis crímenes en la Comunidad de Madrid.
Pero en estos territorios casi nunca hay verdades absolutas. El círculo de Canter no sirve para los casos de asesinos en serie llamados itinerantes, criminales que matan por ejemplo siguiendo rutas laborales, como el camionero alemán Volcker Eckert, asesino de cinco mujeres entre Francia y Girona. No parece, de todas formas, que estemos ante un asesino itinerante, al contrario, se siente seguro en la zona donde ataca, por eso repite.
Además, en este caso tiene varios escenarios. Porque la policía sabe los lugares, la zona en el que captura a las niñas, pero poco o nada saben sobre ese misterioso lugar, ese piso, al que ha llevado al menos a dos de sus víctimas.
Es que ese es un detalle que dice mucho del criminal. La policía solo cuenta para eso con el testimonio de la niña secuestrada en abril, la cría de nueve años. La pequeña dijo aproximadamente lo que duró el viaje en coche, lo que vio en el itinerario, cómo era el portal y hasta dio algunos detalles del piso, en el que dijo que había cajas.
La policía tiene casi descartado que esa sea su casa, su hogar. Eso querría decir que vive solo, que esa casa la tiene siempre a su disposición y una de las tesis que manejan los investigadores es que el secuestrador tenga lo que los criminólogos llaman una fachada, una vida absolutamente normal, un trabajo –seguramente en horario de mañana, porque siempre actúa por las tardes– e incluso una familia.
Hay un detalle que aún no podemos contar y que da una de sus víctimas que abona esta tesis. Pero, además, el hecho de que no haya actuado en pleno verano, en las vacaciones, hace pensar que se ha ido con su familia a descansar fuera de Madrid, como cientos de miles de vecinos. Y respecto a esa casa donde ha llevado a sus víctimas, la policía cree que no puede disponer de ella siempre que quiera y que esa puede ser una de las razones por las que en su último ataque no llevase a su víctima al domicilio.
Puede ser una segunda vivienda, una casa que está a la venta o en alquiler… Y, además, puede estar bastante lejos del lugar de caza del pederasta. La policía ha peinado varias localidades de lo que se conoce como el corredor del Henares, porque las zonas en las que se ha llevado a las niñas tienen una rápida salida a la autovía de Zaragoza, donde están esas localidades.
La investigación la dirige la Brigada de Policía Judicial de Madrid, a cuyo responsable conocemos desde hace muchos años y es un tipo obstinado como pocos. Las pesquisas las dirige el SAF, los expertos en delincuentes sexuales, que han protagonizado otras cacerías del hombre, como la del violador de Pirámides, con bastante éxito.
Pero, además, hay policías de otros grupos de la brigada que están destinados a la operación Candy para analizar la información que llega a través de la colaboración ciudadana, de las listas de coches o de sospechosos, de las informaciones que aportan los policías de las comisarías de los distritos en los que se mueve el pederasta…
Hablando de colaboración ciudadana, surge una duda: ¿es útil en casos como éste? Y si es útil, ¿por qué no se ha difundido un retrato robot del sospechoso? Si se difunde un retrato robot sería algo bastante rudimentario, porque las descripciones de las dos víctimas útiles a estos efectos no dan más que para eso. E imaginemos la caza de brujas que se desencadenaría y las miles de llamadas que recibiría la policía de ciudadanos bienintencionados o malintencionados, que ya hay antecedentes de eso en España. Textualmente, un responsable de las investigaciones, nos dijo: nos daría mucho más trabajo del que nos facilitaría.
Este es un caso muy sensible en el que la colaboración ciudadana está sirviendo para poco más que para que algún político salga a la palestra a venderla, pero lo cierto es que la operación Candy se la guisan y se la comen un puñado de policías, sometidos a una presión –muchas veces procedente de nosotros, los periodistas–, que hacía años que no se conocía en Madrid.