Territorio negro: La maldición del caso Déborah Fernández
Manu Marlasca y Luis Ruendeles nos cuentan en "Territorio Negro" todo lo que se conoce sobre el caso de Déborah Fernández, una joven viguesa cuyo asesinato continúa siendo un misterio veinte años más tarde.
Hace ya más de veinte años que alguien mató a una estudiante de diseño de tan solo 22 años llamada Déborah Fernández. Un crimen que hoy sigue impune y que estos días ha vuelto a sumar otro hito en la cadena de despropósitos, chapuzas y malas prácticas que han jalonado una investigación desastrosa.
A lo largo del caso hay cosas muy difíciles de creer si no pensamos en la intervención de una mano negra, algo de lo que la familia de Déborah está convencida.
¿Quién es Rosa Fernández?
Rosa Fernández Cervera es la mujer que más ha luchado y que más ha dado la cara durante los últimos veinte años en busca de justicia para Débora, su hermana. El mes de mayo de 2021 realizó unas declaraciones en un momento especialmente duro para ella. Salía del cementerio, donde había enterrado a su hermana por segunda vez, después de que la justicia ordenase la exhumación del cuerpo para intentar recabar nuevas pruebas.
Es decir, casi veinte años después de morir, del cuerpo de Déborahfue objeto de una segunda autopsia. Puede que la razón por la que se realizó este segundo proceso fue porque la primera muy bien hecha no estaría. La autopsia que se hizo en mayo de 2002 no dictaminaba una clara causa de la muerte. Incluso se llegó a hablar de muerte súbita. Otros informes hablaban de asfixia. No tenía señales externas, tampoco heridas de defensa. Aun así había algo curioso: murió vestida porque su cuerpo tenía las marcas de los tirantes del sujetador. Por lo tanto la desnudaron tras su muerte, puesto que el cuerpo apareció sin ropa. Lo más inquietante y también lo más sorprendente está relacionado con la fauna cadavérica, que no correspondía con los diez días que llevaba ahí, sino con menos, como si se hubiese conservado el cuerpo en un lugar preservado de fauna, un sitio cerrado y oscuro.
En la segunda autopsia participaron forenses de reconocido prestigio, como Aitor Curiel, contratados por la familia de la víctima. Pese al mal estado de los restos se encontraron, por ejemplo, restos de unas fibras bajo las uñas de Déborah que aún se están analizando para ver si coinciden con la ropa de algún sospechoso. Gracias a las radiografías que se le hicieron al cuerpo, algo que no se hizo anteriormente, y al estudio detallado de todas las pruebas, se descartó definitivamente la hipótesis de la muerte súbita. Algo que, tal y como era la escena del hallazgo del cuero, parecía bastante improbable.
La horrible escena del crimen
Diez días después de su desaparición, el 10 de mayo de 2002, encuentran el cuerpo de Déborah en una cuneta de O Rosal, a 40 kilómetros de su casa de Vigo. El cuerpo, completamente desnudo, estaba visible. Fue colocado para que se viese, entre matorrales, con los genitales cubiertos por hojas. En la escena había un preservativo con semen y pañuelos de papel. En el interior de la vagina había también semen que fue depositado allí con una jeringuilla.
Todo en una escena que muchos especialistas calificaron de simulada. Pero lo sorprendente es lo ocurrido hace unos días en la sede de la Comisaría General de Policía Judicial, ya que unas obras han dejado al descubierto pruebas del caso. Muchas veces las cosas son así de banales y, a la vez, así de terribles. Hace ya cuantos meses, los hombres y mujeres que trabajan en la Udev Central tuvieron que abandonar su lugar habitual de trabajo por unas obras en la sede de Canillas, mudándose de forma temporal a otro edificio en el mismo complejo.
Recientemente han ido regresando después de que, con mucho retraso, hayan acabado esos trabajos de reforma. Y al igual que nos pasa a todos cuando hacemos obras o mudanzas, ha aparecido viejo material: legajos de casos pasados y cajas con pruebas. Además, la comisaría general está digitalizando todos los documentos antiguos, por lo que estaban revisando todo lo que había almacenado en los grupos. Una de esas cajas albergaba algo relacionado con el caso de Déborah Fernández.
El oficio que la Policía envió al juzgado encargado del caso el pasado 5 de septiembre, después del hallazgo señalaba que “con ocasión de las obras que se están realizando desde el pasado año en las dependencias de la UDEV Central dentro del Complejo Policial de Canillas”, se ha hallado “un legajo desconocido hasta la fecha que contiene efectos y documentación referentes a la investigación sobre la muerte de Déborah Fernández-Cervera Neira”. El escrito dice que en las obras “se han efectuado dos traslados tanto del personal como de la documentación obrante en la Sección de Homicidios y Desaparecidos. Aprovechando el final de las obras y el regreso a la ubicación original, se ha iniciado un proceso de digitalización de la documentación existente, motivo por el cual se está revisando todo lo archivado”. El legajo del caso Déborah, detalla el documento, ha sido recobrado en el “despacho que ocupa el Grupo I de Homicidios, junto a documentación relativa a otros asuntos antiguos”.
Un giro de 180 grados en el caso
Entre los objetos estaba el teléfono móvil de Déborah, sin tarjeta SIM. Además, en la caja hay viejos legajos con documentación del caso, cintas de vídeo y fotografías. La cosa tiene miga, porque la familia de Déborah reclamó en 2010 que le entregasen ese teléfono. La Policía contestó entonces que no tenía constancia de que el móvil estuviese en su poder, aunque sí que había documentos que acreditaban que lo habían visto. De él se obtuvo una dirección de correo electrónico que no aportó nada relevante y además se recuperaron tres llamadas entrantes y la agenda de contactos. Por otro lado, la familia de la joven asesinada no está muy contenta con lo sucedido, ya que en este caso más que en ningún otro llueve sobre mojado.
Tanto ha indignado lo ocurrido, que a través del despacho de abogados que representa a la familia han pedido a la jueza apartar a la UDEV Central de la investigación del caso y pasárselo a la Guardia Civil. Rosa, hermana de Déborah y portavoz de la familia, no ha querido hablar en los medios aunque sí lo ha hecho en sus redes sociales, donde ha dejado bien claro el estado de ánimo, no sólo de ella, sino de su hermano y sus padres.
En un mensaje colgado en sus perfiles privados, Rosa apuntó que sentía “vergüenza ajena por el sistema de justicia que tenemos, si así se le puede llamar. ¿A esto le llaman un sistema garantista? Todos sabemos que Déborah no es la única que sufre esta humillación. Cuando crees que ya no hay más errores todavía te sorprenden con otro más gordo que el anterior. Siento rabia, impotencia, frustración. Tu muerte, Deboritah, no ha servido para nada, y esto solo demuestra que a nadie más le ha importado ni le importa que un asesino campea sus anchas y disfrute de la vida que a ti te robó”. El tono, desde luego, no deja lugar a dudas y es de extrañar después de conocer los desastres que se han ido sucediendo.
El teléfono móvil de Déborah ha sido el protagonista de este último episodio, pero su ordenador tuvo una peripecia parecida o aún peor. Para empezar, por increíble que parezca, ninguno de los dos dispositivos fue analizado por la Policía hasta cuatro años después del crimen. En 2019, después de que la familia lograra reabrir el caso después de muchos años de batalla, contrataron investigadores privados, forenses y hasta una de las empresas de peritajes informáticos más prestigiosas del mundo, Lazarus, la que, por ejemplo, estudió el teléfono de Diana Quer.
Los expertos de Lazarus descubrieron que alguien había accedido al disco duro, borrado y sobreescrito información, algo sorprendente si pensamos, como debe ser, que esa prueba permaneció debidamente custodiada. La madre de Déborah entregó el disco duro en 2006, y desde entonces permaneció custodiado varios años por la policía. En 2019, cuando el caso fue reabierto, los abogados de la familia de Déborah se enteraron de que estaba guardado como prueba en el juzgado y solicitaron una copia para ponerla en manos de Lazarus. El disco duro fue entregado en sede judicial, con todas las garantías, a los representantes de la familia en presencia de la Guardia Civil. Los agentes certificaron que una parte del disco duro había ardido, estaba quemada.
¿La intervención de una mano negra?
Los agentes se llevaron el disco duro para tratar de recuperar el contenido y después de unos meses lo devolvieron sin lograrlo. Los abogados de la familia de Déborah pidieron una vez más que fuese entregado a Lazarus y la empresa sí consiguió hacer el volcado con un resultado sorprendente: el disco estaba manipulado, habían borrado un montón de datos y había también señales de “sobreescritura, que denotan que pasó por las manos de alguien con muchos conocimientos de informática. Los abogados de la familia han pedido que se abra una investigación separada de la del crimen para tratar de aclarar qué ha pasado con ese disco duro, pero la jueza lo ha negado. Es muy difícil creer que todas estas cosas han pasado sin la intervención de una mano negra, sin el interés de alguien por torpedear el caso.
Desde el pasado mes de mayo la causa está casi prescrita. No se puede investigar a nadie que no sea el único imputado que hay ahora mismo en el caso, quien siempre ha sido el sospechoso número uno para la familia, una expareja de Déborah que fue imputado in extremis este año, cuando el crimen de la estudiante estaba a punto de prescribir. El pasado mes de marzodeclaró por primera vez en veinte años en calidad de investigado. Se negó a contestar a las preguntas de la acusación particular y salió de allí sin medidas cautelares, aunque a fecha de hoy sigue investigado. Su testimonio tuvo varias contradicciones con lo que había dicho hasta entonces, pero dentro de la lógica: han pasado veinte años.
Por el caso han pasado siete jueces de instrucción, tres fiscales y hasta seis equipos de investigación distintos. Lo cierto es que, al menos a nuestro modo de ver, aquí lo que ha habido, al menos, es desidia e incompetencia. Por ejemplo, el coche del ahora único investigado y siempre principal sospechoso no se inspeccionó hasta ocho años después del crimen. La UDEV Central cogió el caso en 2009, cuando ya habían pasado siete años y puso de manifiesto que, según ellos, la pareja de Deborah había mentido e incurrido en contradicciones e imprecisiones.
Recientemente, a raíz del hallazgo del teléfono perdido, Rosa ha repartido leña para todos a través de sus redes sociales: “un fiscal apocado y sin sangre, que en vez de velar por el bien esconde la cabeza y no se molesta ni en hacer una pregunta en los interrogatorios”. Una magistrada, “a la que le mienten en reiteradas ocasiones y no es capaz ni de plantar cara a cosas que están probadas y corroboradas por testigos e incluso policías”. Los seis equipos policiales encargados de la investigación obviaron “recogidas de pruebas necesarias, en las tomas de declaraciones omitieron información que se les trasladaba. Fueron tan incompetentes que en los primeros años no interrogaron ni a nuestra familia ni a nuestros amigos. Pero es que ni siquiera saben dónde guardan las pruebas de un caso de esta gravedad y las presentan 20 años más tarde, con todo su cuajo, cuando la mayor parte de la causa está prescrita”.