Territorio Negro: Made in Spain… en Bangladesh
El derrumbe del edificio Rana Plaza, en Dacca (Bangladesh) ha acabado con la vida de, al menos, 501 personas y ha dejado heridas a otras 2.437. Quedan además 108 trabajadores desaparecidos entre los escombros del edificio. Entre esos escombros se ha ido dejando ver la avaricia de su propietario, la corrupción de las autoridades de ese país asiático y también la presencia masiva de grandes empresas textiles occidentales. De ese territorio negro, negrísimo del trabajo precario en el tercer mundo, de nuestra cuando menos inconsciencia y de los enormes beneficios que deja eso para algunos empresarios
Más de 500 muertos, más de cien desaparecidos, más de 2.400 heridos… La tragedia del edificio Rana Plaza, una enorme fábrica textil de ocho pisos donde trabajaban casi cuatro mil personas es, sobre todo, responsabilidad de la codicia y la corrupción, como muchas otras en todo el mundo.
El Rana Plaza era un centro comercial de cinco plantas. Su dueño, Sohel Rana, aprovechó sus buenas conexiones políticas porque él mismo es dirigente del partido que gobierna el país: lo amplió ilegalmente en tres plantas más y lo convirtió en una gigantesca fábrica textil donde trabajaban entre tres mil y cuatro mil personas, la mayoría mujeres jóvenes, a cambio de sueldos de un euro o un euro y medio cada día.
Y en esas plantas superiores fue donde se instalaron cuatro grandes generadores –también de forma ilegal– que según las primeras investigaciones provocaron, junto a las miles de máquinas de coser, las grietas y el posterior derrumbe.
Ese empresario por llamarlo de alguna manera, fue detenido cuando trataba de huir a India. Pero no parece la excepción en Bangladesh, sino casi la norma. Ese país se está convirtiendo casi en la fábrica de ropa del primer mundo, y en condiciones infrahumanas, muy cerca incluso de China.
Es el tercer gran incendio en esos edificios de Bangladesh. El 24 de noviembre del año pasado, 111 trabajadoras murieron en el incendio del edificio de la empresa Tarzeen Fashions, donde se hacía ropa para marcas como Wal-mart, C&A, KyK, Sfera e Hipercor. Varios de los capataces no dejaron salir del edificio a las empleadas cuando empezaba el incendio y las obligaron a seguir en sus puestos. El 26 de enero, otras siete mujeres, cuatro de ellas de 17 años, murieron quemadas en el incendio de otro edificio, de la empresa Smart Exports. Allí hacían ropa para, entre otras marcas, KyK, Newlook e Inditex.
Lo cierto es que –y aquí vamos a utilizar parte del trabajo realizado por una compañera, la periodista Soledad Juárez– el 60 por ciento de la ropa que se vende en Europa y el 23 por ciento en el caso de Estados Unidos procede ya de estos edificios-fábricas de Bangladesh, que es ya el segundo país del mundo exportando ropa. Podríamos ponernos poéticos al explicar las razones, pero hay una que es incontestable: sus trabajadores, el noventa por ciento de ellos son mujeres muy jóvenes, son los más baratos del mundo. Mucho más que los chinos, por ejemplo.
Los datos de la ONG Ropa Limpia recogen que los trabajadores textiles en China se movilizaron ya en 2008 y 2009 para reclamar unas condiciones de trabajo más humanas digamos. Por ejemplo, empresas chinas ya producen ropa en Bangladesh por valor de unos 150 millones de euros. Y eso, unido al cóctel de lo que a veces llamamos deslocalización, globalización y libre mercado, hizo que muchas grandes empresas se fijaran en Bangladesh, donde hoy trabajan entre tres y cuatro millones de personas en este formidable negocio. La ONG Ropa Limpia afirma tajantemente que “ninguna de las empresas textiles que producen en Bangladesh garantiza que se respeten los derechos humanos y laborales de los trabajadores en toda su cadena de producción”. Y en Bangladesh están las mejores cadenas de ropa del mundo: Inditex, Mango, Primark, Wallmart…
Tanto la gente de Ropa Limpia, como Isidor Boix, todo un experto de Comisiones Obreras y de la internacional sindical, un hombre dedicado a vigilar y prevenir estos desmanes, nos han pintado un cuadro sombrío. Los días son muy largos en los grandes edificios-fábricas de ropa de Bangladesh. Allí se trabaja entre diez y catorce horas de jornada, seis días a la semana, con dos descansos breves para comer y para la merienda cena, a cambio de un sueldo aproximado de un euro al día. Eso, después de que unas grandes protestas, en 2010, lograran subir el salario mínimo en el país a esa cantidad, unos 3.000 tacas mensuales. Y eso, también, en las temporadas tranquilas.
Cuando en las tiendas de Alemania, el Reino Unido o España, que son los tres países que más ropa encargan a las fábricas de Bangladesh, hay rebajas, semanas de ofertas o cambios de colecciones, los trabajadores de Bangladesh ven aumentada aun más su jornada laboral. En esos picos de producción, allí se trabaja, obviamente por el mismo sueldo, hasta 16 horas al día y se descansa solo dos días al mes (no cuatro, como habitualmente).
El presidente de la patronal textil, Ángel Asensio, reconoce que fue en los años ochenta, cuando las empresas españolas empezaron a salir fuera en busca de mano de obra más barata para rebajar los costes de producción. Según sus datos, entonces trabajaban y vivían de eso unas 400.000 personas en España. En el año 2001, el sector textil y de la confección era todavía la tercera industria en volumen de ocupación y trabajo tanto en el total de la Unión Europea como en España. Hoy solo quedan en ese sector unos 166.000 trabajadores y la cifra sigue bajando.
Se han perdido en 30 años unos 234.000 puestos de trabajo. Es una ciudad entera como Vitoria o como Elche, por ejemplo… Esos puestos de trabajo están en Bangladesh, en China, en Marruecos, en Pakistán y en Portugal incluso. Vamos a dar un dato: los proveedores en Bangladesh de Inditex, el imperio de Amancio Ortega, que no trabajaba con las firmas del edificio siniestrado, pero sí en otros de la zona, dan trabajo a 223.540 personas. Y por no ponernos muy demagógicos o para dar el panorama completo, diremos que Inditex da trabajo en España a unas 120.000 personas, la mayoría son las dependientas y cajeras de sus tiendas.
Boix, de Comisiones Obreras, nos contaba que Mango, otra de las grandes, no tiene ni una sola fábrica de ropa en España. Que el 40 por ciento de su ropa se produce en China, y el resto en Marruecos, Vietnam, Turquía y Bangladesh. En cuanto a Inditex, que hemos hablado antes, sí que tiene algunas fábricas en Galicia donde digamos remata o hace la corrección última de sus piezas o algunos de sus productos. La gran mayoría de su producción se hace en Portugal, Marruecos, Turquía, China, Pakistán, India, Bangladesh y Camboya. En cuanto a El Corte Inglés, su producción textil es mucho menor, para Sfera y Tintoretto, y encarga parte de su fabricación en China, Turquía, Marruecos y Bangladesh.
Pero hay otra clave en esta historia y es la actitud de los consumidores españoles, que queremos ropa barata, ropa mona, ropa chula, y queremos que haya ropa diferente, colecciones nuevas, cada quince días en las tiendas.
Isidor Boix nos contaba que fue Zara la primera marca que detectó ese afán de los consumidores españoles, la primera que ofreció esos cambios constantes de colecciones. Y que luego otras grandes marcas han tratado de imitarla. Y su diagnóstico, si los consumidores seguimos reclamando ropa nueva y barata cada quince días, es tajante: es imposible ofrecer colecciones nuevas, a ocho euros la camiseta, cada quince días, fabricando esa ropa con las condiciones laborales de Europa.
Carlos Cordero, que es consultor y director del Observatorio de Responsabilidad Social, nos contaba su reciente visita a Bangladesh y nos decía que resulta impresionante ver durante el camino desde el aeropuerto a la ciudad esa zona franca, con cientos de edificios, miles de personas, trabajando en esos talleres. Cordero insistía en que somos nosotros los que pedimos ropa nueva y diferente cada 15 días y prefería pensar que no sabemos las condiciones reales de la gente que trabaja allí.
Empezando por las propias trabajadoras de allí, que vivirían aun peor sin esos talleres tan poco humanos. Las casas de las mujeres que trabajan allí son todavía peores que sus fábricas, que son el modo de vida, recordemos, de casi cuatro millones de personas. Esas fábricas representan ya para el país 15.000 millones de euros al año, más del 80 por ciento de todas sus exportaciones. 17 de cada cien euros que se mueven en Bangladesh, de su Producto Interior Bruto, corresponden a este sector. Puede ser una comparación odiosa y quizá poco proporcionada, pero es casi el mismo porcentaje que representaba en España la burbuja de la construcción inmobiliaria antes de nuestra crisis.
Las grandes marcas abandonaron lo que antes se llamaba Birmania, ahora Myanmar, hace unos años, debido a la corrupción de la dictadura militar comunista en ese país y a que no se hacía nada por mejorar las condiciones laborales de la gente. Isidor Boix nos explicaba que fue todavía peor y que la miseria y las hambrunas de la gente se agravaron, su nivel de vida bajó aun más. Hace unos años, regresaron las empresas extranjeras, a petición del régimen birmano.
Entonces, aceptemos que seguimos fabricando y comprando ropa de Bangladesh, ¿qué se puede hacer, ¿se está haciendo algo?
Se están haciendo algunas cosas, aunque a veces sea, como en tantos terrenos, a golpe de tragedias. Empresas que han fabricado allí parte de su producción como El Corte Inglés o la británica Primark, ya han garantizado el pago de ayudas a las víctimas de esta última tragedia y de las anteriores a través de un fondo con ONGs locales.
Además de esas ayudas, que hay que poner en valor porque pueden salvar cientos de vidas, las ONGs, y la internacional sindical han pedido a las empresas presentes en Bangladesh que firme un acuerdo o un protocolo llamado Bangladesh Fire and Building Safety (Acuerdo de Seguridad de Edificios y contra el Fuego), donde se comprometen a realizar inspecciones y auditorías de seguridad realmente independientes, divulgar los derechos de los trabajadores y efectuar una programación laboral adecuada. Este protocolo lo habían firmado antes de la última tragedia la norteamericana PVH Corp (que es la dueña, por ejemplo, de Calvin Klein y Tommy Hilfiger) y la alemana Tchibo. De las españolas, solo Inditex estaba, insistimos, antes de la tragedia del 24 de abril, en conversaciones para firmarlo.
Seguro que muchas otras empresas, grandes empresas, firmarán ese documento que mejorará la vida de los trabajadores de sus proveedores. Básicamente, por un motivo, el negocio textil es un negocio formidable y muy próspero, no siente la crisis. Vamos a recurrir a la biblia de los millonarios, la lista que elabora la revista Forbes. En su última edición, la de este año, tres de las cuatro personas más ricas de España son del negocio textil, de la confección. Por supuesto, el dueño de Inditex, Amancio Ortega, tercer millonario del mundo, con unos 57.000 millones de dólares de patrimonio estimado, pero también su ex mujer y la que fue también artífice del tremendo éxito de Zara, Rosalía Mera (que ocupa el puesto número 195) con unos 4.700 millones de euros e Isaac Andic y su familia, dueños de las tiendas Mango, la fortuna número 248 del mundo, con unos 3.850 millones de euros.
O sea que son más ricos los empresarios textiles que los de la construcción. Solo se cuela entre ellos Juan Roig, el dueño de Mercadona, que es el tercer hombre más rico de España, con unos 4.000 millones de euros de patrimonio estimado por la revista Forbes. Muy atrás les quedan grandes constructores como Manuel Jové (2700 millones de euros), empresarias como Alicia Koplowitz (1.925 millones) y Florentino Pérez (1.078 millones).
Pero estos grandes empresarios dan mucho trabajo, también en España, y tienen fundaciones de ayuda a diferentes grupos sociales, estoy pensando en Rosalía Mera y su fundación para discapacitados, por ejemplo. Inditex, según los datos aportados por Isidor Boix, genera un millón de puestos de trabajo fuera de España, muchos en algunos países muy pobres. Si se fuera de allí, sería una tragedia para esas personas. Y no se trata de perseguir a personas tan creativas y tan emprendedoras, pero es que vamos a volver a los datos, no solo sobre los grandes empresarios textiles, sino sobre todas las grandes empresas españolas. Mañana, el observatorio de Responsabilidad Social, que dirige Carlos Cordero, presenta en Madrid su informe sobre grandes empresas españolas. Pues bien, 33 de las 35 grandes empresas del Ibex desde nuestros bancos hasta las constructoras, pasando incluso por Red Eléctrica Española, pero también Inditex, tienen sociedades o intereses en paraísos fiscales para pagar menos impuestos.
Los paraísos fiscales no se persiguen, como diría el señor Rajoy, como dios manda, eso está claro. Pero los autores del estudio, encargado por el gobierno, por cierto, afirman que quizá es que simplemente ahora tienen mejores métodos para descubrirlos. Es tema para otro territorio, pero diremos que, según este estudio, las dos empresas que parecen más limpias o que están libres de pecado en paraísos fiscales son la constructora Sacyr y la tecnológica Indra.
Hemos hablado de Inditex, pero otra gran empresa española, Mango, también se beneficia de esa ingeniería fiscal, totalmente legal, para pagar menos impuestos. Todo lo que hemos contado es impecablemente legal. De hecho, casi todas estas empresas contratan excelentes profesionales fiscalistas para esa labor de ingeniería, incluso, a veces, ex inspectores de la Agencia Tributaria. En el caso de Mango, por ejemplo, sus dueños han tenido al menos hasta el año pasado 540 millones de euros en diez sicavs, las sociedades de inversión de capital variable que creó el gobierno de Felipe González para evitar la fuga de capitales y solo pagan mientras estén abiertas un 1 por ciento de IRPF.