Territorio Negro: Los crímenes de Sergio Morate
La semana pasada se ha celebrado en Cuenca el juicio por las muertes de Marina Okarynska y Laura del Hoyo, dos mujeres de 24 y 25 años, respectivamente, asesinadas en el verano de 2015. En el banquillo se ha sentado Sergio Morate, de 32 años, el ex novio de Marina. Según el fiscal, Morate asesinó a las dos mujeres, las enterró en cal viva y huyó hasta Rumania, donde fue detenido por la Policía. En muy pocas horas, el jurado dictaminó que Morate era culpable de los crímenes y lo hizo de forma unánime.
Estos fueron los seis noes que Morate pronunció en la primera sesión de la vista oral. No quiso contestar a ninguna pregunta: ni del fiscal, ni de las acusaciones ni de su propio abogado. Y eso pese a que se juega medio siglo en prisión. Este silencio de Morate no es nuevo. Desde el 6 de agosto de 2015, fecha del crimen, nadie ha oído su versión de los hechos.
Morate no ha hablado nunca de manera oficial. Es decir, no declaró ni ante la policía, cuando fue detenido, una semana después del crimen, ni ante el juez que le envió a prisión, ni durante todo el procedimiento. Sí que ha hecho esbozos de confesiones, pero con muy poca validez jurídica. En el juicio escuchamos como un policía que le acompañó en el traslado desde Rumania a Madrid, contó que Morate, seguramente movido por su vanidad, le dijo: “has detenido a un famoso, mira la que he liado, en el avión del ministro, con los geos, soy más famoso que Bretón”.
José Bretón –lo recordarán¬- asesinó a sus dos hijos, Ruth y José. Morate está en el banquillo acusado de asesinar a Marina Okarynska –su pareja durante casi cinco años- y a Laura del Hoyo –la amiga que acompañó a Marina porque tenía miedo a Morate¬-. A puerta cerrada, en un piso de Cuenca y de forma premeditada, según el fiscal.
En el juicio se ha demostrado que días antes del crimen compró cal viva, cinta americana, bridas –con las que estranguló al menos a Marina-, utilizó coches distintos… Y eligió perfectamente el día, la hora y el lugar de su acción. Todo estaba planificado, pero no contaba con la presencia de Laura, la fiel amiga que no quiso dejar a Marina sola. Es más, según le reveló a uno de los policías tras ser detenido, tuvo agujetas durante varios días por cavar una tumba doble, cuando él sólo contaba con enterrar a Marina en el paraje de El Bodegón.
Un lugar que Morate conocía bien porque está cerca de la casa de sus padres, en Palomera. Rodeado de maleza, junto al nacimiento del río Huécar, un sitio por el que pasan vecinos que conocen bien la zona como el cazador que descubrió los cadáveres, alertado por el olor que desprendían los cuerpos. En su declaración describió ese polvo blanco que cubría los cadáveres y que no era otra cosa que la cal viva con la que intentó eliminar cualquier rastro del crimen.
Esa cal entiendo que será una de las pruebas que hay contra Morate, aunque no la única. De nuevo el ADN tiene mucho que aportar. Y el de Morate apareció junto a los cadáveres, en la boquilla de una garrafa de agua que, para más detalles, era agua de la virgen de Fátima de la que era muy devota, por decirlo así, la madre de Morate. En casa de sus padres la Policía encontró botellas idénticas, un tipo de envase nada frecuente, ni en Cuenca ni en el resto de España. Por cierto, una madre – la de Sergio Morate- que estuvo en el juicio y no quiso declarar, como sí lo hicieron las tías y hasta una prima suya, que entonces era menor de edad y que pidió declarar tras un biombo por miedo a su primo.
Esta prima no paró de llorar durante todo su testimonio –clave- porque contó que él la escribió la misma tarde de los hechos, desde un móvil distinto al que empleaba habitualmente, que compró a finales de julio y activó en agosto, y para pedirle que borrase sus cuentas en redes sociales. También le preguntó si ella sabía si podían rastrearle su localización a través del móvil. La chica no atendió su petición y la policía pudo rastrear las redes y los dispositivos de Morate.
Según su defensa, Morate tenía pensado irse de concierto a Alicante el día del crimen con un amigo que hizo en prisión durante los 18 meses que cumplió de condena por secuestrar a una expareja en 2008.
Su pasado se ha repasado varias veces durante esta semana. Incluso han declarado parejas que tuvieron relación con él. Morate ingresó en la cárcel por retener durante unas horas a una joven que había decidido acabar su relación con él. De este primer delito aprendió que si dejaba a su víctima viva acabaría entre rejas y que tenía que preparar una coartada sólida para quedar impune.
Por el juicio también han pasado sus amigos, tanto los de Cuenca como los que hizo en prisión. Salvo uno. Su amigo Istvan, el que le acogió en Rumanía justo después de los hechos. Este rumano era otra de sus bazas, porque Morate contó que se iba a Rumania al bautizo de su hijo. Istvan fue el primero al que le habría confesado el crimen. Así lo contó el propio Istvan en 2015 ante los medios de comunicación justo después de que detuviesen a Morate. Su testimonio no tiene desperdicio.
Al parecer Istvan está trabajando en Alemania y no ha podido declarar en el juicio, tal y como estaba previsto. Sí lo ha hecho su mujer, Sofía, desde Rumanía para contar cómo Morate les confesó que había matado a Marina y a Laura, que no le creyeron y que, un día después, entró la policía rumana en su casa para detenerle.
Recuerdo que Morate tardó unas semanas más en estar de vuelta en España. Y entiendo que fue durante ese viaje de vuelta cuando les contó a los policías que era tan famoso como Bretón. ¿Les contó algo más?
Menos lo que pasó realmente en el interior del piso de Cuenca, les contó hasta el detonante: cuándo empezó a idear el asesinato. Y fue el día en el que descubrió que Marina se había casado en Ucrania a finales de mayo, haciendo caso omiso a sus peticiones de que volviese con él, que incluso le llevaron hasta Ucrania para tratar de recuperarla. A partir de ese momento, frustrado y dolido, es cuando supuestamente buscó localizaciones por los alrededores de Cuenca, pensó en cómo forzar que Marina quisiese quedar con él –con la excusa de devolverle las cosas que todavía tenía de ella- y hasta le preguntó a sus amigos de la infancia qué sabían sobre prescripción de delitos y la extradición de detenidos.
Incluso uno de los amigos contó en el juicio cómo Morate les preguntó la noche anterior del crimen -la del 5 de agosto de 2015- sobre casos como el de las niñas de Alcàsser. De la misma noche del crimen, recuerdan que intentaron quedar con él y que fueron a buscarle a su casa, sobre la medianoche. Morate les dijo que “no se encontraba muy bien” y ya no lo vieron más, hasta después de ser detenido.
Y en estos dos años, el aspecto de Morate ha cambiado mucho. Las imágenes de él previas al crimen muestran a un tipo atlético, muy musculado, con aire chulesco. Y en el juicio le hemos visto más fondón y, eso sí, sin inmutarse, ni siquiera cuando escuchó llorar a su prima o cuando una hermana de Marina, Alina, le espetó que levantase la cabeza.
El presidente del tribunal pedía calma a Alina, que hizo un retrato muy preciso de Morate y de la relación que mantenía con su hermana: se refirió a Sergio como controlador, celoso, vigilante de todas sus llamadas y mensajes en el teléfono… Las amigas de Marina detallaron los malos tratos sufridos por la joven ucraniana y hablaron de moratones, intentos de ahogamiento. Incluso contaron que Marina dejó una especie de testamento en el que anunciaba que si le pasaba algo, buscasen a Sergio, “para que no se fuera de rositas”.
Supongo que, entonces, Morate siempre fue el primer sospechoso del crimen… Cuando las familias de Laura y Marina denuncian su desaparición, ya hablan de que Marina había quedado con Sergio Morate. Casi al mismo tiempo, la familia del hombre denunció también su desaparición, hasta el punto de que horas después, en el piso de Cuenca en el que habría ocurrido el crimen se encuentran las tres familias. La madre de Marina contó en el juicio que en ese momento, la madre de Morate se le abrazó llorando. Las primeras gestiones de la Brigada de Policía Judicial de Cuenca apuntaron ya directamente a Morate y se convirtió en el hombre más buscado de España.
Pero tardaron en detenerle siete días… ¿Qué hizo en ese tiempo?
Morate se cuidó mucho de no emplear su coche. Los cuerpos de Laura y Marina los trasladó en el Seat Ibiza rojo de un amigo; tras enterrarlos, se llevó otro Seat Ibiza, esta vez verde, propiedad de su hermano, quien tampoco quiso declarar en el juicio. Casi sin descansos, Morate llegó conduciendo hasta Rumanía, aunque se perdió en la frontera de Hungría y llamó a su amigo desde una cabina de teléfono.
La policía pensó desde el primer momento que Rumanía iba a ser su destino porque varias personas de su entorno hablaron de Istvan e incluso del viaje que Sergio tenía pensado hacer allí con motivo del bautizo de su hijo. Además, el día 8 de agosto, en uno de los teléfonos que empleaba Morate se registraron dos intentos de llamada desde un número de Rumanía.
Y allí es donde fue finalmente detenido por las fuerzas especiales de la policía rumana.
Localizarle fue relativamente sencillo. A través del oficial de enlace de la policía española en Bucarest, la policía rumana supo que Morate se refugiaría, previsiblemente, en Lugoj, en casa de su amigo Itsvan, su compañero de prisión en España. El día 13 de agosto, los agentes rumanos localizaron el Seat Ibiza verde a las puertas de la casa de Itsvan. Pese a que le había quitado las placas de matrícula, el coche tenía la misma abolladura en la misma puerta que aparecía en las fotos de las páginas de Internet en las que puso a la venta el vehículo.
Hemos visto estos días a las familias de las víctimas aguantar estoicamente las sesiones del juicio, en las que han tenido que escuchar cosas terribles.
Por ejemplo escucharon cómo un agente de la Brigada de Policía Judicial de Cuenca contó que Morate les dijo que tapó la cara de Marina con una bolsa porque no soportaba verla morir. Oyeron también a los forenses detallar el estado de los cuerpos –en un avanzado estado de putrefacción por la acción de la cal viva- y cómo el cuello de Marina quedó reducido a un diámetro de apenas 8 centímetros cuando Morate apretó la brida que le puso alrededor de la garganta, tras darle un fuerte golpe en la cabeza, que la dejó semiinconsciente. Laura murió, según los forenses, estrangulada por las manos de Morate.
En todo momento las familias han aguantado, bajando la mirada a veces, conteniendo el llanto. El momento de mayor tensión se vivió al final de la primera jornada del juicio, cuando la familia de Laura coincidió en el mismo pasillo con Morate, que iba escoltado. No pudieron evitar los gritos, los insultos… Los mismos que le dedicaron a la llegada a la audiencia de Cuenca en las primeras jornadas.
Se trataba de un juicio con jurado y el tribunal del jurado consensuó un veredicto en tiempo récord… La última sesión del juicio se celebró el sábado y el domingo por la tarde los nueve miembros del jurado comunicaron su veredicto de culpabilidad. Y lo hicieron por unanimidad, sin una sola fisura. El abogado defensor de Morate sostuvo en el juicio que no había una sola prueba contra su cliente y que la investigación policial fue casi prefabricada para culpar a Morate. Justificó su fuga argumentando que se había ido tras un periodo de “inquieta reflexión”. Los argumentos no calaron en el jurado, a quien se dirigió en todo momento y de maneta muy didáctica la fiscal del caso, que hizo una exhibición en la sala de cómo ilustrar a un jurado.
Tras este veredicto de culpabilidad, ¿qué le espera a Morate?
Le espera la sentencia, que redactará el juez y que estará cerca del medio siglo de cárcel. Pero. En cualquier caso, le esperan 40 años de prisión, el máximo de tiempo de cumplimiento, según nuestro Código Penal. De momento, ha regresado a la prisión de Estremera, donde comparte módulo con otros criminales: Patrick Nogueira, el joven que asesinó en Pioz (Guadalajara) a sus tíos y sus dos primos, de corta edad, y al propio José Bretón. Todos, como ya saben, famosos por sus brutales crímenes.