Territorio Negro: La caída de la reina de la cocaína
Territorio Negro está a punto de cumplir su espacio número 300. Son casi siete años adentrándonos en los ámbitos más oscuros y contando historias de sus habitantes, un tiempo más que suficiente para que algunos de los protagonistas de este territorio entren y salgan de él. Hoy regresa a Territorio Negro una mujer de hablamos aquí hace casi cuatro años, en enero de 2011: Ana María Cameno Antolín, la reina de la coca, la narcopija, la mayor distribuidora de droga de España.
Y Ana Cameno vuelve a Territorio Negro porque ha vuelto a ser noticia y porque ha vuelto al mismo lugar del que salió en enero de 2013, hace menos de dos años: la prisión.
Ana Cameno, una mujer de 44 años, procedente de una familia acomodada, entró en la cárcel en enero de 2011. Fue arrestada en la operación Colapso, en la que se desmanteló el laboratorio de cocaína más grande de Europa y se intervinieron 276 kilos de droga. Ana y su pareja en aquel momento, David Vela, eran los mayores distribuidores de coca de España. Tenían una red de contactos capaz de dar salida cada semana a cientos de kilos de esa droga, la fariña como la llaman los narcos gallegos. Ana era la número uno en este negocio, al que dedicaba 12 horas al día y para el que adoptaba unas medidas de seguridad nunca vistas en nuestro país.
Usaba un teléfono móvil distinto para hablar con cada uno de sus contactos, que tenía una docena de pisos en los que aleatoriamente almacenaba la droga…
La operación Colapso, un trabajo extraordinario del juez Santiago Torres y la policía, fue una causa enorme, mastodóntica, que se ha tenido que dividir en varios procedimientos, que están repartidos por varios juzgados. Eso y las maniobras dilatorias de algunos abogados defensores han hecho que el juicio se retrasase y aún no hay fecha para que Ana Cameno se siente en el banquillo, así que tras dos años en prisión preventiva, Ana salió de prisión, pendiente de ese juicio que nunca llega.
Ana Cameno volvió a las andadas, sobre todo porque tenía que pagar la deuda que había contraído cuando fue detenida; los clanes colombianos que suministraban la droga a Ana aplazan, pero no perdonan las deudas. Así que la mujer tiró de algunas viejas amistades e incorporó a su organización a nuevas caras, entre ellas su nueva pareja, José Ramón Mora Parra, alias El Pollo, un tipo de 26 años, alguien bastante menos solvente en este negocio del narcotráfico que la anterior pareja de Ana, como veremos más adelante.
Y esta mujer, que acaba de salir de la cárcel, vuelve a traficar y la policía tarda más bien poco en enterarse de lo que está haciendo… Ana es muy conocida en el mundo del hampa, un mundo en el que la traición y la delación están a la orden del día. Así que policías y guardias civiles dedicados a la lucha contra el narcotráfico empezaron muy pronto a recibir informaciones de que Ana había regresado al negocio. Pero lo cierto es que hasta el pasado mes de julio no hubo un buen hilo del que tirar, un hilo que llegó casi por casualidad.
Ana estaba en una cafetería de Majadahonda, una acomodada zona de Madrid, donde residía. Unos policías locales se mosquearon al verla y, sobre todo, al observar las medidas de seguridad que adoptaba en una reunión con un ciudadano colombiano. Vieron cómo fue al servicio varias veces con su bolso encima y a la salida la pararon y le encontraron 10.000 euros en metálico y muchos juegos de llaves. Pero es que, además, cuando cerró el bar, los empleados del establecimiento encontraron en una papelera 50.000 euros, así que avisaron a la policía local del hallazgo. Los agentes siguieron el conducto reglamentario y llamaron a la Guardia Civil. Cuando los agentes de la Comandancia de Madrid comprobaron que la sospechosa era Ana Cameno avisaron al Grupo 32 de la Brigada Central de Estupefacientes, que fue el que la detuvo años atrás y que ya tenían noticias de que Ana había regresado, había retornado…
Y por eso, por ese retorno, la operación se llamó operación Return… A partir del incidente del bar, Policía y Guardia Civil comienzan a vigilar los pasos de Ana Cameno, su pareja, José Ramón Mora Parra, y un amigo de éste llamado Marco Antonio Gómez Royer. Y estas vigilancias llevan a los investigadores hasta un grupo contratado por Ana para hacer llegar dinero hasta sus proveedores, unos tipos que mantenían cierta relación de amistad con Gómez Royer.
Un día, los agentes ven cómo Ana Cameno le pasa varias bolsas a dos individuos, que después se van a una oficina bancaria y las meten en cajas de seguridad. Esos dos tipos formaban parte del aparato de blanqueo de la organización. Se trata de un abogado, David García Asenjo, y un experto financiero titular de un entramado de empresas y sociedades en Panamá, Guillermo Guadalix Pajares. Así que a la operación Return se une el Grupo 24 de la Brigada de Blanqueo de Capitales, un grupo que también participó en la operación Colapso y que hizo posible la detención en Estados Unidos del principal proveedor de droga de Ana Cameno, Álvaro López Tardón, el jefe de los Miami, condenado en Florida a 150 años de cárcel.
Ni el abogado García Asenjo ni el financiero Guadalix Pajares habían declarado un solo euro de ingresos desde hace cuatro años. García Asenjo había vivido en Marbella, pagaba ahora un alquiler de unos 2.000 euros al mes por un piso en Madrid y conducía un coche de más de 50.000 euros. Ambos habían montado una estructura dedicada a evadir capital a paraísos fiscales y a blanquear dinero. La red de Ana Cameno contrató sus servicios para hacer llegar a los suministradores colombianos un pago de 400.000 euros, que tenía que haber llegado a Panamá, donde lo recogerían los delegados del cartel.
¿Y cómo se hacen estas transacciones? ¿Cómo se paga un cargamento de cocaína? En este caso, García Asenjo y Guadalix contrataron los servicios de un banco privado algo turbio, una especie de chiringuito que los expertos llaman banco pantalla: lo que hace es abrir cuentas a nombre del propio banco en otras entidades para de esta forma ocultar a los verdaderos titulares del dinero. Desde esas cuentas, tenían que enviar el dinero a un banco de Panamá. La tapadera, la entidad que presuntamente iba a recibir el dinero, era una fundación dedicada a la protección de niños y bosques en Panamá, que gestionaba Guillermo Guadalix. Pero el dinero no llegó nunca a Panamá, porque el banco que tenía que recibir esos 400.000 euros sospechó de la operación. Y ahí empezaron los problemas para el llamémosle aparato financiero de la organización.
Ana Cameno y su pareja tenían que hacer llegar el dinero porque los proveedores colombianos les estaban apretando. Así que ellos se pusieron a apretar a García Asenjo, el abogado al que habían encomendado el trabajo: le amenazaron con secuestrar a su hija pequeña, con contratar para ello a una oficina de cobros búlgara… En las intervenciones telefónicas se puede escuchar a este abogado llorando y aterrorizado, hasta tal punto que pone de su bolsillo más de 50.000 dólares…
La policía está investigando muchas más operaciones de García Asenjo y Guadalix Pajares, porque creen que estaban dedicados a la evasión de dinero mediante sofisticados sistemas. Guadalix tiene un complejo entramado de sociedades. Para que os hagáis una idea, en uno de los registros se encontró un cheque de 300 millones de euros que, según las pesquisas, estaría financiado con activos procedentes de las mafias rusas. Tiene pinta de que en los próximos meses sabremos mucho más de esta parte de la red, porque hay muchas empresas y muchos particulares que contrataban sus servicios para ocultar o sacar dinero de España.
Y mientras, habíamos dejado a Ana Cameno y a su pareja, El Pollo, traficando, distribuyendo cocaína…David Vela, la ex pareja de Ana Cameno, era un paranoico, un tipo al que era prácticamente imposible seguir o vigilar por las precauciones que adoptaba. El Pollo, el nuevo novio de Ana, bastante aficionado a consumir cocaína, no era ni mucho menos tan profesional. Ana sí tomaba más medidas de seguridad: apenas hablaba por teléfono y tenía cuatro casas y una finca a su disposición: dos en La Línea de la Concepción (Cádiz), dos en Majadahonda y una finca con granja en Medina del Campo (Valladolid). Aunque Ana ya no tenía tantos contactos, sí había contado con alguna vieja amistad para distribuir su mercancía.
Por ejemplo, la policía detectó contactos de Cameno con uno de sus antiguos distribuidores, un italiano afincado en Cádiz llamado Graziano Molón, un tipo especialmente profesional. Cuando se reunía con Ana, ésta le entregaba la droga y teléfonos nuevos. Tras una de sus citas en la estación de Atocha, la policía comprobó que Molón le había dado su viejo teléfono a un vagabundo que mendigaba por las calles de Madrid y al que la policía estuvo escuchando unos días sin entender lo que pasaba.
Pero pese a todas esas precauciones, parece que esta vez Ana Cameno no pudo hacer mucho por evitar su caída… Ana es muy aficionada a la santería. En las investigaciones de la operación Colapso, la policía comprobó cómo seguía ritos que incluían el sacrificio de animales y cómo pagaba miles de euros a una santera a la que llamaba “madrina”. Esta vez parece que tenía algo abandonados los ritos y los agentes solo han encontrado algunas garras de animales y una especie de guija en sus casas. Pero no fue su abandono de la santería lo que propició su caída, sino las prisas y, sobre todo, lo que se llama en el mundo del narcotráfico la culebra, una suerte de maldición en forma de bucle, de pescadilla que se muerde la cola.
Ana, como te decíamos antes, tenía una deuda que pagar: en 2011 la policía le quitó 276 kilos de droga, dinero perdido que los proveedores colombianos no le perdonaron. Así que al salir de la cárcel, tenía mucha prisa por traficar muy rápido para juntar dinero y poder devolverlo, pero eso facilita el trabajo de la policía, que la detuvo cuando aún no había devuelto el dinero de su caída anterior. Y ahora tendrá que pagar lo que le quitaron antes y estos 90 kilos que le han quitado ahora. Esta dinámica, muy frecuente en el mundo de la droga, es lo que se llama la culebra.
Le intervinieron 90 kilos y esta vez parece que no le va a resultar tan fácil salir de prisión.
Vomo se dice en este argot Ana esta vez está muy bien abrochada (pillada): le encontraron la droga en una de las casas que tenía en la Línea y en uno de los coches que manejaba. Y no hablamos de un macrosumario, sino de un proceso pequeño, de un juzgado de instrucción de Majadahonda que terminará pronto y que hará que se siente en el banquillo en poco tiempo.
Ana, hasta su caída en la operación Colapso, no era solo la distribuidora de la droga de López Tardón. También vendía mercancía de un narco colombiano llamado Darwin Alonso Zabala, que fue asesinado en su país y de un mejicano que hacía llegar la mercancía en maletas que siempre viajaban en la línea aérea mejicana. Ahora la policía no ha podido averiguar quién es su principal proveedor, aunque sí sospechan que la droga ha entrado por el puerto de Algeciras, que se está convirtiendo en un coladero del que seguiremos oyendo hablar.