Territorio negro: 16 años de Operación Pandilla, el crimen de Eva Blanco
Quedan cuatro años para que la Guardia Civil encuentre al asesino de Eva Blanco, una joven de 16 años muerta a puñaladas. Si en esos cuatro años el autor no es descubierto, el crimen quedará prescrito y nada podrá hacerse.
Hablamos en Territorio Negro de la constancia y el tesón de unos investigadores, los de la Guardia Civil de Madrid, que llevan 16 años buscando a un asesino. Empezamos contando quién era Eva y cómo murió.
Eva Blanco era una chica de 16 años que vivía en Algete, un pueblo del norte de Madrid. El 19 de abril de 1997 salió con su pandilla, tenía que volver a casa a las doce y pocos minutos antes de esa hora se despidió de sus amigos. Estaba a dos kilómetros de casa, una amiga la acompañó unos pocos metros y ya nadie volvió a verla con vida. Eva se subió al coche de su asesino.
El cuerpo de Eva fue encontrado a las diez de la mañana del día siguiente en un terraplén, junto a una carretera en obras, a unos cinco kilómetros de su casa. Su asesino le asestó 19 puñaladas con una navaja pequeña: 8 ó 9 centímetros de hoja y un ancho de apenas un centímetro. Muchas de las heridas fueron lo que los forenses llaman ‘pasionales’.
Eran puntadas superficiales, que no eran mortales, que fueron hechas muy seguidas, como en un ataque de furia y que impactaron sobre todo en la nuca de Eva. La Guardia Civil pudo reconstruir parcialmente lo ocurrido: el ataque comenzó en el interior del coche, donde la chica recibió la primera puñalada, en la cadera. Eva salió del vehículo tratando de huir y su asesino la alcanzó tirando de una manga de su cazadora y le asestó las otras 18 cuchilladas por la espalda.
Ese cadáver y esa escena del crimen hablaron. Nos lo decía el añorado doctor García Andrade, pero en el caso de Eva hubo mala suerte. Esa noche diluviaba, cayó muchísima agua que borró casi todo. Quedó una huella de mocasín del número 42 y lo más importante: semen del asesino en la ropa de Eva. Unos restos biológicos que son indubitados, que pertenecen al criminal y que serán la principal prueba de cargo contra él… cuando se le encuentre. Es decir, que el asesino dejó allí su rastro biológico, una pista definitiva pero que hasta hoy no ha servido para nada.
¿Por dónde comenzó la investigación?
Lógicamente, por lo más cercano a Eva. La niña era una chica normal, mala estudiante, repetidora de 1º de BUP. El momento más emocionante de su vida fue, según reflejaban sus diarios, cunado se pudo escapar a la discoteca Macumba, en Madrid, a escondidas de sus padres. Los primeros investigados fueron los componentes de la pandilla de Eva, lo que dio nombre a la operación, unos veinte chavales, pero el hecho de que el criminal condujese un coche amplió la búsqueda.
Se investigó a todos los padres de los compañeros de clase de Eva, a sus profesores, a los conserjes del colegio, los conductores de grúas de la empresa del padre de Eva, trabajadores de las obras de la zona, policías, guardias civiles y voluntarios de protección civil del pueblo y, naturalmente, delincuentes sexuales de la zona. Pero ese primer arreón de la investigación fue baldío, pese a que a todos los investigados se les tomó el ADN para cotejarlo: más de 300 análisis que resultaron negativos.
Y el tiempo fue pasando sin grandes avances. Se siguieron distintas líneas de investigación, se buscó ADN de sospechosos de formas poco ortodoxas: controles de alcoholemia supuestamente casuales, rescate de vasos y tazas de bares. Nada de eso sirvió y el ayuntamiento de Algete tomó una iniciativa inédita en 1999: habilitó unas urnas para que los vecinos se ofreciesen voluntarios a dar sus muestras de ADN. Dos mil vecinos metieron sus datos en esas urnas, aunque no fue hasta este año cuando un juez autorizó a tomar los perfiles genéticos.
La Guardia Civil ha filtrado a esos voluntarios y hasta el momento se han realizado unas cincuenta pruebas. Como tú dices, el asesino no se ofreció voluntario, pero con los avances en investigación genética, hoy los investigadores podrían dar con una línea familiar, con alguien que les llevase hasta el asesino a través de los marcadores genéticos. Hace bien poco, la Guardia Civil creyó que tenía al asesino: el ADN de alguien muy cercano a Eva coincidía en un primer análisis en 14 de 15 marcadores genéticos, pero el segundo análisis le dejó libre de sospechas.
La Guardia Civil nunca ha dejado de buscar. Nos contaban preparando este Territorio Negro que cada nuevo jefe de grupo o cada oficial que llega a Policía Judicial de la Comandancia de Madrid, repasa los catorce tomos de la operación Pandilla desde el principio, buscando cabos sueltos o líneas nuevas. De hecho, hace poco se volvió a tomar declaración a los componentes de la pandilla de Eva, a esa veintena de chavales que ya tienen más de treinta años y muchos están casados –incluso entre ellos– y tienen hijos.
Todos esos chicos eran menores en los primeros meses de investigación, así que se les tuvo que interrogar delante de sus padres. Ahora no han tenido esas limitaciones y le han contado a la Guardia Civil quién tomaba drogas, quién bebía más, llevaba navaja, quién estaba obsesionado con Eva, quién la tocaba el trasero… Han hablado con libertad y han aportado nuevos datos.
Datos que aún no han servido para nada, pero sorprende la ciega confianza que tiene la Guardia Civil en que van a resolver el crimen, salvo que, por ejemplo, el asesino haya muerto o lleve mucho tiempo en prisión por otro delito. De momento, el retrato robot –el primero que se difunde en este caso– publicado estos días ha dado un nuevo impulso a las investigaciones: se han recibidos decenas de mails y de llamadas dando pistas.
Este retrato surgio porque una chica vio un programa sobre Eva Blanco emitido en La Sexta a principios de año y recordó algo: a las ocho de la mañana del 20 de abril de 1997 –cuando Eva llevaba unas horas muerta– vio en las inmediaciones del lugar del crimen a un hombre que le llamó la atención: no llevaba paraguas, pese a la intensa lluvia que caía y se le quedó mirando, desencajado. Su aspecto era el de alguien que no había dormido y se metió en un Renault 18 blanco, un modelo y un color de coche que ya habían señalado otros testigos y que es compatible con un resto de fibra hallado en el cuerpo de Eva: una fibra de color granate procedente de lo que podría ser la tapicería de un Renault.