El Salobral. Un hombre y una chica de 13 años
Hace una semana, un hombre de 39 años, Juan Carlos Alfaro Aparicio, se volaba la cabeza en El Salobral, una pequeña pedanía cercana a Albacete. Dos días antes Alfaro había asesinado a la que el llamaba su novia, Almudena, una niña de 13 años, y a Agustín, un vecino suyo de 40. Hoy, en Territorio Negro, contamos cómo un adulto inicia y trata de mantener una relación enfermiza con una niña y cómo, cuando ella rompió con él, preparó su día de furia y sangre.
Comenzamos esta crónica negra viajando hacia atrás, hasta el mes de abril. Y hacia un despacho de abogados de Albacete. Allí conduce entonces Juan Carlos Alfaro, el futuro asesino, 39 años, a Almudena, la niña de 13 años que aún acepta ser su novia.
Juan Carlos ya sabía en abril que muchos de sus amigos y otros vecinos de El Salobral rechazaban su relación con una niña tan joven. También sabía que la madre y la abuela de la niña se oponían radicalmente. Así que convenció a la cría para acudir a un abogado que conocía. Y allí Almudena firmó de su puño y letra un documento.
Una especie de declaración en la que Almudena juraba que estaba enamorada de Juan Carlos Alfaro, que quería estar con él y que lo hacía libremente. La niña no tenía ninguna necesidad de hacerlo, a ella no le servía para nada firmar ese papel, pero da la sensación de que el hombre quiso cubrirse las espaldas por si acaso la familia de ella le denunciaba, como así fue.
Esto ocurrió en abril. Juan Carlos Alfaro, el adulto, lleva a esa niña a un despacho de abogados para que certifique su amor. Vamos a conocer a los dos protagonistas. Primero, al adulto, al que luego sería el asesino, Juan Carlos Alfaro.
Juan Carlos Alfaro Aparicio tenía 39 años. Era mecánico de profesión, aunque llevaba algún tiempo en el paro. Su apodo, el Fraguel, le viene de hace unos veinte años, cuando llevaba melenas y estaba de moda la serie Los Fraguel, de Jim Henson, el creador de los Teleñecos.
Desde que dejó su trabajo en el taller de Albacete que regentaban sus familiares, no se dedicaba a nada concreto. Hace un par de años estuvo en Canadá buscando trabajo, pero regresó a su pueblo y hacía alguna chapuza arreglando motocicletas. Estaba dedicado a su moto y, sobre todo, a lo que era su verdadera pasión, las armas. Había hecho, por ejemplo, algunos cursos donde aprendió técnicas de francotirador y de supervivencia.
Conozcamos ahora a la víctima, Almudena Márquez, la niña asesinada. Almudena iba a cumplir 14 años el próximo 20 de noviembre. Su madre, Adela, dio a luz cuando tenía 18 años y la cría nunca supo quién era su padre. La madre no vive en El Salobral, sino en un pueblo cercano llamado El Pasico.
Desde muy pequeña, Almudena se crió con su abuela Paqui, que también fue madre muy joven, a los 16 años, así que entre la abuela y la nieta solo había una diferencia de 34 años. La abuela está separada desde hace años y ahora vive con su pareja, Joaquín, que era como un padre para Almudena.
Almudena creció en una familia donde las mujeres fueron madres muy jóvenes, y tuvieron digamos malas experiencias con los padres de sus hijas. Pero Almudena sí que tuvo una infancia relativamente normal: acudía al colegio, tenía sus amigas, una cuenta abierta en Facebook en la que se hacía llamar Oscuridad por su afición al rock duro, sobre todo el grupo Mago de Oz… Le gustaba mucho la naturaleza, los animales y eso fue lo que la acercó al que se convirtió años después en su asesino.
Una de las parejas de la madre de Almudena, José Andrés, que es camarero de un bar de El Salobral, tenía una finca pegada a la de los Alfaro, la misma en la que El Fraguel se escondió antes de pegarse un tiro. José Andrés, el novio de su madre, le dejaba a Juan Carlos algún arma para que se la arreglase. Y con el iba Almudena, porque a la niña le gustaba ir a la finca para jugar con los perros, montar a caballo… Y allí, cuando apenas tenía 8 años y ni siquiera había hecho la comunión, conoció a Juan Carlos, El Fraguel.
No está claro cuando empezaron su relación sentimental. Sí que parece que desde que Almudena tenía once años, la niña y El Fraguel se veían con más regularidad y a solas: a los dos les encantaba el heavy y se dejaban ver juntos por el pueblo, aunque nunca en actitudes, digamos, explícitas. Desde hace más o menos un año Almudena y Juan Carlos tenían una relación sentimental que era conocida por todo el pueblo. Incluso las amigas adolescentes de ella hacían de correos, pasándole notas a El Fraguel.
Así que la relación entre un hombre de casi 40 años y una chiquilla de 12 o 13 años, era conocida por todo el pueblo. Moralmente puede darnos igual la edad, pero legalmente cambia mucho si la cría tiene doce o trece años, esa es justo la edad de consentimiento sexual en España. Es decir, a los 13 años, una mujer o una cría, según quien quiera verlo, puede mantener relaciones sexuales con quien quiera, siempre y cuando sea de forma voluntaria y no haya manipulación.
En este caso, nunca hubo denuncias ni evidencias de que ambos tuvieran relaciones sexuales antes de que Almudena cumpliera 13 años. Y no, esa relación no era consentida por todos. De hecho, la familia de Almudena intentó por todos los medios que se terminara.
Cuando su abuela, Paqui, se enteró de que la cría andaba con El Fraguel, le quitó el teléfono móvil, le restringió el uso del ordenador e incluso acristaló la terraza, por la que Almudena se escapaba algunas tardes para verse en secreto con Juan Carlos.
La abuela y todo el entorno de Almudena trataron de convencer a la niña y luego hablaron con el hombre, sin éxito al menos hasta el pasado mes de abril. Un mensaje de la cría en Facebook que parece dirigido a su abuela le asegura a su "yaya, no existe ningún José (suponemos que un chico más joven y del agrado de su abuela), quieras o no, sigo amando aJuan Carlos Alfaro".
Abril: recuerden, el mes en que este hombre convence a la cría de ir a un despacho de abogados y firmar una declaración jurada.
Adela, la madre de Almudena, acudió el 8 de mayo al cuartel de la Guardia Civil de Aguas Nuevas: contó que su hija tenía un novio 26 años mayor que ella, que no sabía si mantenía relaciones sexuales con él, aunque tuvo que reconocer que el adulto ni la acosaba ni la forzaba a nada. Era la primera denuncia y la cría, que tenía ya 13 años y cinco meses, fue llamada a declarar. Lo hizo en presencia de su madre y ratificó que estaba con ese hombre por su voluntad y que nunca había sido obligada a hacer nada.
Y, por tanto, como tenía más de 13 años, nada se pudo hacer con esa denuncia. La Guardia Civil hizo el atestado, también tomó declaración a El Fraguel, que enseñó aquella declaración jurada de la menor, y trasladó esa y otras denuncias posteriores a la Fiscalía de Menores, que no apreció ahí ningún delito. Y el caso fue archivado.
En julio, la madre de Almudena va en esta ocasión a la comisaría de policía. Dice que tiene miedo de que la niña abandone la casa de la abuela y que se escape con Juan Carlos. Pero vuelve a reconocer que la niña lo haría de forma voluntaria.
Y comienzan entonces los cruces de denuncias… En agosto, El Fraguel se presenta en la comisaría y asegura que la madre de Almudena le ha amenazado de muerte. Unos días después, ya en el mes de septiembre, se hizo de noche y Almudena no estaba en casa de su abuela para cenar y dormir. La abuela acude a la Guardia Civil para denunciar la desaparición de la cría y apunta que puede estar en la caseta donde se ve con Alfaro.
Dos agentes acudieron allí y comprobaron que las sospechas de la mujer eran ciertas: la niña estaba allí, vestida y escuchando música. Explicó a los guardias que ella estaba con El Fraguel porque quería. Aún así, los guardias civiles la convencieron para que regresase a casa de la abuela, al menos esa noche.
Aquella noche Juan Carlos trataba de convencerla para volver a estar juntos. Algo había pasado al empezar el curso. Almudena, que estaba repitiendo primero de secundaria, ya no quería andar con Juan Carlos y sus amigas contaron que había cambiado hasta la forma de vestir, ya no iba siempre de negro.
Pero el hombre no se conformaba. Insistía, incluso se presentó varios días en la puerta del instituto y alguna vez la insultó, por ejemplo, porque iba maquillada. “Eres tan puta como tu madre”, llegó a decirle. El Fraguel no soportaba verla con otros chicos… Como muchos maltratadores o acosadores, estaba devorado por los celos e intentaba por todos los medios que la niña volviese con él, incluso trató de convencer a las amigas de Almudena para que hiciesen de Celestinas…
Imaginen la situación. Un tipo hecho y derecho, de casi 40 años, intentando convencer a adolescentes para que hagan de recaderas de sus mensajes de amor…
Los padres de Juan Carlos le daban una absoluta normalidad a esta relación. Incluso después de los crímenes han asegurado que su hijo estaba “loco de amor” y que los responsables de la tragedia son los familiares de la niña, que la presionaron… Pero, en fin, ellos no dejan de ser otras víctimas. Y nos han contado que el padre tuvo un comportamiento ejemplar durante la tragedia.
El lunes, 15 de octubre, un vecino del pueblo denunció a Juan Carlos Alfaro. Contó a la Guardia Civil que El Fraguel había insultado en plena calle a su hija, la mejor amiga de Almudena. La adolescente se negaba a intermediar entre su amiga y su ex novio para que volvieran a estar juntos. Esa chica era la que acompañaba a Almudena cuando Juan Carlos le descerrajó cuatro tiros.
Solo un día después de esa denuncia, el martes, 16 de octubre, fue El Fraguel quien acudió a la Guardia Civil para denunciar a Adela, la madre de la niña. Según su testimonio, la mujer le abordó en la calle, le amenazó de muerte y se lió a patadas con su coche. Dos días después, el jueves 18 de octubre, Juan Carlos se fue de compras a la capital de la provincia, Albacete…
Fue a una armería y pagó 400 euros por una Walter P99 de segunda mano. Es una pistola semiautomática del calibre 9 milímetros, con un cargador de 16 balas más una en el cañón. Un arma muy compacta, muy eficaz y muy popular porque es el arma de dotación oficial de varias policías locales y, por ejemplo, de los Mossos d’Esquadra.
Juan Carlos Alfaro tenía tres licencias de armas: la E, para armas de tiro deportivo y escopetas de caza; la D, para armas largas de caza mayor; y la F, para armas cortas y largas con uso deportivo. Esta última licencia es la que le permitía adquirir la pistola, aunque bajo ciertas restricciones: el arma siempre debía llevarse descargada y solo podía estar con el cargador metido cuando estuviera en las instalaciones de un campo de tiro homologado.
Lo cierto es que el mismo día que compró la pistola Alfaro le dijo a uno de sus amigos adolescentes –le gustaba rodearse de chicos muy jóvenes– que antes de que le acusasen de ser un pederasta era capaz de cometer una masacre. Parece que él ni siquiera sabía que Almudena tenía edad ya para mantener relaciones sexuales legalmente y que tenía miedo de acabar en prisión si le acusaban de abusos sexuales.
El sábado, poco después de las siete de la tarde, Juan Carlos paró su coche junto a Almudena, que paseaba con su mejor amiga. Se bajó, se acercó a ella y le dijo: "Tenemos que hablar". La cría estaba ya cansada de él y le dijo: "No, no tenemos que hablar de nada tú yo". En ese momento, El Fraguel sacó la pistola y le descerrajó cuatro tiros. Luego, miró a su amiga y le dijo: “a ti te dejo vivir”.
El asesino se fue en coche hasta su casa y hacia las siete y media llamó al 112. Dijo: “he matado a una niña”. Cogió un rifle de su casa, se puso un pasamontañas y un chaleco y salió andando por el pueblo. En la calle Mayor disparó quince tiros. Uno de ellos mató a Agustín Delicado, el Pepsicolo, –camionero amigo de Juan Carlos–, padre de una niña, que había salido a fumar a la puerta de su casa. En su camino se encontró con Joaquín, la pareja de la abuela de la niña, al que alcanzó en un hombro.
Dejó dos muertos en su camino, pero pudieron ser más… De hecho, llenó de balas el coche donde iba el abuelastro –si existe esta palabra–, el hombre que ejercía de padre de Almudena. Todos pensaban en el pueblo que El Fraguel iba a ir a por toda la familia de Almudena y también a por un chaval que le había recriminado que se dejase ver con la niña. Pero Juan Carlos desaparece del pueblo, adonde llega la Guardia Civil.
Imagínense qué situación. Un asesino oculto rondando por el pueblo, porque no se ha llevado ni su moto ni su coche. Cae la noche, llueve mucho y puede volver a por más víctimas. Conoce el terreno y tiene formación paramilitar digamos. La Guardia Civil avisa al alcalde pedáneo. Los vecinos deben quedarse en sus casas y bajar las persianas. No hay noticias del asesino hasta las tres de la mañana, cuando llama por teléfono a su madre. Le dice que tiene frío, que está lloviendo mucho, pero que está bien... Y se queda sin batería.
El teléfono le sitúa en los alrededores del pueblo. Todo indica que Juan Carlos pasó esa noche oculto en los maizales, que alcanzan algunos dos metros de alto en esta época del año. La Guardia Civil acudió a la caseta de su finca, una especie de santuario: allí encontraron un gimnasio con saco de boxeo, pesas, dianas, munición…Pero Alfaro no estaba. Durante el domingo le buscan 120 agentes con la ayuda de perros de rastreo. Y esa noche, dos agentes ven una silueta en la caseta. Avisan y acuden más agentes con focos y linternas. No ven más y deciden esperar a la luz del día.
Y llegamos así a la mañana del lunes. Un asesino oculto en las afueras y 120 guardias que lo buscan por tierra y aire. A primeras horas de la mañana del lunes, hacia las ocho y media, dos guardias civiles ven que la ventana de la caseta está rota, se acercan y ven al asesino. Este les mira y les avisa: si no os vais, os mato. Los dos guardias avisan y entonces se pone en marcha el protocolo de la UEI, la Unidad de Intervención.
La Guardia Civil de Albacete llama a la unidad de élite, la UEI, el equivalente a los GEO de la policía. Agentes especializados que deben estar localizables y poder estar en cualquier lugar de España en unas pocas horas para resolver situaciones críticas. Los agentes de la UEI llegan a las afueras de la caseta hacia las diez de la mañana. Una docena de tiradores de élite rodean la caseta y un negociador comienza a tratar con Juan Carlos.
Todas las unidades de élite, como el GEO o la UEI, tienen sus negociadores, alguien formado para estas situaciones de crisis. Su papel es convencer al secuestrador o al tirador en este caso y trasladar a sus compañeros su estado de ánimo: decir si está débil, si está nervioso, si se va a entregar, si es peligroso…
En este caso había varias peculiaridades. La primera, que no había rehenes, lo que daba al negociador un margen enorme, casi infinito; pero, por contra, Alfaro no quería nada, no pedía por ejemplo un coche para huir, no había nada que ofrecerle. Rechazó por ejemplo la oferta de hacer una declaración a las decenas de cámaras de televisión que había allí.
Muchos de estos asesinos son vanidosos, les gusta contar su historia, dar su versión. Podía servir para complacerle y, también, aunque no les gusta que hablemos mucho de esto, para distraerlo y detenerlo. No sería la primera vez que agentes de élite se disfrazan de periodistas o cámaras de televisión para capturar a un secuestrador. No sabemos si luego esas imágenes serían emitidas o no
Lo que hicieron fue darle tabaco y un teléfono móvil porque recordemos que ya no tenía batería. Y el negociador jugó una baza que suele ser eficaz: hizo acudir al lugar al padre y a un tío de El Fraguel para que le convenciesen, pero eso no sirvió. No quiso hablar con ellos.
No tenía rehenes y la Guardia Civil no iba a arriesgar un solo hombre. Se trataba de agotarle. El tiempo y el cansancio corrían en contra de El Fraguel. De hecho, el negociador pensaba que se iba a entregar cuando a eso de las tres de la tarde salió de la caseta, pero lo hizo armado con su pistola, con la que se apuntaba a la sien. Quería provocar lo que se conoce como un suicidio policial.
El Fraguel pensó –imaginamos que influido por el cine– que saliendo armado de la casa, le iban a acribillar. Pero no fue así. Cruzó la valla hacia donde estaba la guardia civil, siguió caminando unos treinta metros más, incluso estuvo a punto de pisar a uno de los tiradores que estaba apostado en el suelo, cerca de la casa... Todo indica que como vio que nadie le disparaba lo hizo él. Llegó vivo al hospital y allí murió
Murió tras llevarse por delante a dos personas. Y sin contar su historia, algo que le habría gustado, seguro. Aunque no del todo. Juan Carlos Alfaro escribía una especie de diario sobre su vida, especialmente sobre su relación con Almudena, que la Guardia Civil recuperó en la caseta y que ahora está en poder del juez.