La doble vida de 'El Pelao'
¿Puede un empresario casado y honrado de día ponerse un pasamontañas y unos guantes para asaltar mujeres de noche y sin dejar huellas, antes de volver con su esposa? Santiago Simarro, vecino de La Roda (Albacete), está acusado de hacerlo: de secuestrar a dos mujeres, a una de ellas la violó, a otra por suerte no le dio tiempo. Le llaman El Pelao y hoy es el protagonista de nuestro territorio negro.
El Pelao es Santiago Simarro Leiva, un hombre de 36 años, casado, sin hijos, propietario de una pequeña empresa de puertas y cerrajería, residente, con su esposa, en la localidad albaceteña de La Roda. Hasta hace poco, una persona intachable…
Santiago Simarro está desde los últimos días de 2011 en la prisión de Albacete. Le acusan, de momento, de dos robos con fuerza, dos secuestros, tenencia ilícita de armas y una agresión sexual… Todos esos delitos los habría cometido desde el año 2010 hasta poco antes de su detención.
En principio no se sabe si hubo algún detonante para que este pequeño empresario comenzase a tener una doble vida. El Pelao está acusado de robar en domicilios desde el año 2010. Pocos meses después, su empresa, Puertas Metálicas Samer, empezó, como tantas otras, a tener problemas económicos, sobre todo porque uno de sus clientes principales era el ayuntamiento de La Roda y dejó de pagarle. En el año 2011, la compañía de El Pelao se acogió a la ley concursal, se declaró en quiebra y sus empleados cobraron gracias al fondo de garantía salarial. Él se quedó con los coches de la empresa y, además, tenía su casa de La Roda, en la que vivía con su mujer, y una finca en el campo.
Así que El Pelao era un empresario más en apuros, como tantos otros en España… No parece que robara solo para resolver sus problemas económicos, más bien los investigadores creen que comenzó a pillarle el gusto a lo de robar. Parece que Santiago Simarro aprovechaba sus desplazamientos de trabajo fuera de La Roda para entrar en casas y llevarse botines, cuanto menos, peculiares. Está acusado de dos robos, uno en La Jineta, en Albacete, y otro en Tarancón, en la provincia de Cuenca... Aunque la policía cree que ha podido cometer más delitos similares.
Robó cámaras de fotos y de vídeo, un revólver de fogueo, joyas, algunos relojes –aunque dejó el más valioso que, eso sí, llevaba grabado el escudo del Real Madrid–, un carné de conducir de otra persona que empleó luego para vender las alhajas robadas.
Los policías que le detuvieron y que le han tratado creen que fue ganando confianza, que se creía impune, que llegó a tener una especie de "complejo de Dios": creía que podía cometer casi cualquier fechoría sin temor a ser detenido. Por eso, en sus viajes a Madrid, comenzó a crecer delincuencialmente hablando, a cometer delitos cada vez más graves.
Y es el 27 de octubre pasado cuando se convirtió en agresor sexual, en un cazador de mujeres. Una mujer estaba cerca del paseo de la Habana, en Madrid. El tipo, armado con una carabina con el cañón y la culata recortados, y ocultando su rostro con pasamontañas, le quitó la tarjeta de crédito y el teléfono móvil y luego la obligó a meterse en el maletero de su coche (el de la chica). Mientras, él se puso al volante.
Y esa mujer pasó doce horas dentro del maletero de un hombre, recordemos un empresario honrado y casado, mientras él, de cuando en cuando, paraba el coche, bajaba y sacaba dinero de su tarjeta.
Hasta 1.800 euros consiguió el Pelao de los ahorros de esa mujer en varios cajeros de Madrid. Y ahí empezó lo peor. El tipo, saciado ya de dinero, aparca en un descampado, la obliga a bajar y trata de violarla a punta de carabina. Pero la mujer reaccionó con enorme valentía e inteligencia. Sabía, entre otras cosas porque fue guardia civil, que a muchos agresores sexuales les da asco que las mujeres, sus víctimas, tengan la regla, de forma que ella, aun amenazada de muerte, se lo dijo. Y así evitó la violación. Renunció a penetrarla pero la obligó a punta de carabina a hacerle una felación.
Después volvió a meter a la mujer en el maletero, la llevó a una gasolinera, le compró un cepillo de dientes, pasta dentífrica y luego un bocadillo que la obligó a comerse. Al final, la dejó en la calle y le devolvió las llaves de su coche.
Esto es desconcertante. Un policía nos lo explicó así: “no sabéis el daño que nos ha hecho tanto CSI Las Vegas y CSI Miami… y CSI donde sea”, en alusión a la magnífica serie de Tele 5. En efecto, El Pelao no aprendió eso de bandas de delincuentes, ni de mafias, sino viendo series de televisión. Aprendió que con los guantes evitaba dejar huellas, con la capucha, que le reconocieran, y lavando los dientes de su víctima, borraba su ADN, que había dejado en la boca de ella al violarla.
Y esta mujer, que había sido guardia civil, denuncia el secuestro y la violación, claro. Y es una víctima de las que aporta muchos datos a la policía… La joven acude al SAM (Servicio de Atención a la Mujer) de la Policía Judicial de Madrid. En su coche no se encontraron huellas ni nada, apenas una muestra crítica de ADN –válida pero muy pequeña–, y el tipo se llevó además un navegador GPS, un Tomtom. Su víctima dio todo tipo de detalles sobre el arma con que la amenazó este tipo, la chaqueta militar que llevaba puesta y fue certera porque recordó que cuando su violador tuvo que quitarse un guante, le vio una verruga entre los dedos pulgar e índice.
Muy pocas veces en la historia criminal un violador se retira voluntariamente. A veces algunos lo hacen por cuestiones de edad, porque ya no tienen fuerza física, pero casi siempre después de varios asaltos, mucho más si han tenido éxito. Y este no fue una excepción. El 9 de noviembre, dos semanas después de su primera agresión, El Pelao vuelve a Madrid, a la misma zona. Y allí vuelve a acechar a una mujer joven, latina, esta vez colombiana.
Y repite lo mismo. Se pone su pasamontañas, sus guantes, coge la escopeta y secuestra a la joven. La mete en el maletero de su coche y empieza a conducir. También le había quitado la tarjeta de crédito y saca en un cajero 450 euros. Pero cometió un error.No comprobó si su segunda víctima tenía teléfono móvil.
Por suerte, esta chica, 28 años, sí lo tenía. Imagínense la situación, encerrada en el maletero de su coche por un psicópata la joven envía un whats app a su marido y a su jefe donde les dice: "me han secuestrado. voy en el coche. Ayuda".
Marido y jefe avisan a la policía y la guardia civil. Y la policía le explica que ella, la víctima, desde el maletero debe llamar al 091 para que puedan localizar el teléfono, la chica, el coche y su secuestrador.
Mientras su secuestrador seguía conduciendo rumbo, imaginamos, a un descampado donde poder violarla, la mujer detalló a la policía la matrícula y el color de su coche, un Ford Focus.
Y contrarreloj la policía localiza ese coche donde va un agresor y su futura víctima. Unos noventa minutos después de iniciado el secuestro, una patrulla lo intercepta cerca de Torrejón de Ardoz, en Madrid. El tipo abandona el coche, cruza la autopista Madrid-Barcelona a pie –se salva de milagro de que lo atropellen– y huye.
Y esos dos policías abren inmediatamente el maletero y rescatan a la mujer, claro. Y además encuentran un montón de pruebas en el coche, que el agresor no tuvo tiempo de llevarse: la carabina del calibre 22 con la que amenazaba a las mujeres, con el cañón y la culata recortados, un silenciador de fabricación casera, un revolver de fogueo, un cuchillo de monte, una cámara de fotos y una cámara de video. Y, muy importante, un GPS que no es de la segunda víctima.
Es el GPS del coche de la primera mujer a la que violó… Los tom tom tienen una opción que se llama "mi casa" y casi todo el mundo la programa para guiarse desde cualquier lugar. Así que la policía lo que hizo fue seleccionar esa opción y acabó en el domicilio de la primera mujer, la que había sido violada dos semanas antes.
Las cámaras de vídeo y de fotos que se dejó en el coche fueron fundamentales. Dentro, había imágenes de El Pelao, su rostro, de una finca suya en la provincia de Albacete y hasta de varios de sus trabajos de cerrajero.
O sea, la policía ya tiene el nombre del agresor y hasta su foto. Entonces, dirán ustedes, van a La Roda y lo detienen. Pero en el territorio policial nada es tan sencillo, claro.
Primero hay que buscar pruebas contra él, tenerlo todo bien atado para que cuando se le cuente todo a un juez, éste le meta para adentro, como se dice vulgarmente. Así que, en Madrid, buscaron pruebas de que El Pelao había estado en la capital las dos noches de los secuestros de mujeres. Y esto aun a riesgo de que el tipo vuelva a atacar a otra mujer, aunque también se le vigilaba en Albacete.
En esas vigilancias que hacían policías de paisano llegados a La Roda, vieron que allí Santiago Simarro llevaba una vida intachable, trabajaba como autónomo y pasaba el tiempo libre con su esposa. Eso sí, acudía de vez en cuando, siempre solo, a una finca rústica que parecía su nido, su cuartel general.
Finalmente, le detienen. El Pelao cae el 28 de diciembre en su pueblo, en La Roda. Para esa fecha, los agentes de la brigada de Madrid ya han comprobado dos datos clave. El Pelao se alojó en un hostal de la capital la noche de su primera violación y, la clave, han encontrado un coche que condujo El Pelao, aparcado muy cerca del lugar del secuestro aquella noche, el pasado 27 de octubre.
Cómo saben en diciembre que el coche del supuesto violador estaba aparcado cerca del lugar del crimen. Es técnica policial, trabajo puro y duro. Si un tipo ha secuestrado a una chica y se ha ido con su coche, el de su víctima, durante doce horas, y luego se va de allí por su cuenta, hay una probabilidad grande de que haya aparcado su propio coche, el del violador, en la zona. Y aquí, digamos, la legislación de multas jugó a favor de la policía.
La policía piensa que el violador pudo llegar en su coche, aparcarlo, bajar y secuestrar a una chica. Luego, volver a su coche y huir. La zona del secuestro, en el distrito de Chamartín, es de la ORA, la de los tickets para aparcar cada dos horas si no eres residente. Así que una idea bastante brillante es comprobar el coche de El Pelao y ver si en aquellas horas le pusieron una multa por tenerlo aparcado en la zona sin renovar el ticket. Recordemos que el secuestro duró doce horas y era un día laborable.
El coche de El Pelao no se había movido de La Roda la noche de su primer secuestro. Pero la policía no cejó y pidió todos los coches que hubieran sido multados en ese distrito esa noche. Y bingo, uno de ellos, es un BMW cuyo dueño es... el padre de Santiago Simarro, El Pelao.
Y con esos datos, la policía detiene a El Pelao y registra su finca, su cuartel general. Y allí encuentran una colección de ballestas, armas antiguas, pistolas inutilizadas y sobre todo, los guantes y el pasamontañas que usaba para sus ataques a mujeres. De ahí se extrajo el ADN, se cotejó con el de El Pelao y también con una muestra crítica (muy pequeña) que se recogió a la primera víctima. El violador había sido Santiago Simarro, que está en prisión, gracias al buen trabajo policial y al valor de dos mujeres.
Sí porque últimamente solo hablamos de ADN pero aquí hay mucho trabajo a la antigua. No en todos los crímenes hay ADN y a veces, si todo se hace bien, pueden lograrse pruebas concluyentes que no sean biológicas. Cuando los agentes fueron a ponerle las esposas a El Pelao, sonrieron. Entre el dedo pulgar y el índice, el tipo tiene la verruga que su primera víctima no podrá ya olvidar.