El Códice Calixtino encontrado y el Velázquez desaparecido
El Códice Calixtino, ese volumen de incalculable valor, se habla de cien millones de euros, ya ha vuelto a casa, a la catedral de Santiago de Compostela, un año después de que fuese robado por un peculiar personaje del que hoy hablamos en Territorio Negro. Pero también vamos a contar una historia que, como la del Códice, es desde hoy carne de best-seller: hay un cuadro de Velázquez desaparecido cuyo último dueño conocido es, ni más ni menos, que el mayor capo mafioso de España...
Viajemos a Santiago de Compostela, donde a estas horas el Códice Calixtino está a buen recaudo –esperemos, porque parece que nunca lo estuvo– mientras el hombre que lo robó vive desde el viernes en prisión…
Manuel Fernández Castiñeiras, Manolo el electricista, fue enviado a prisión por el juez José Antonio Vázquez Taín, el magistrado que no pudo contener la emoción y se puso a llorar cuando supo que el Códice estaba sano y salvo. Ese juez, por cierto, fue uno de los primeros que se enfrentó a las mafias del narcotráfico gallego y enseñó el camino que luego siguieron muchos. Policías y guardias civiles nos hablan maravillas de él.
La policía centró en un principio sus pesquisas en todas las personas que vivían o trabajaban en la catedral y, evidentemente, Manolo estaba en esa lista. Había estado más de veinte años trabajando en la catedral y en los últimos cinco estaba desvinculado oficialmente del templo, pero seguía haciendo cosas esporádicamente, aunque oficialmente solo cobraba 400 euros de subsidio y lo que su mujer sacaba cosiendo…
Manolo guardaba las llaves de todas las estancias –entre ellas las que daban paso al archivo donde estaba el Códice– e incluso conocía las claves con las que se abren las dos cajas fuertes que hay en la catedral…
Por ese templo pasan más de 200.000 peregrinos cada año y muchos de ellos dejan donativos más o menos generosos de dinero en efectivo, que se guarda en esas cajas fuertes, sobre las que no parece que hubiese mucho control, desde luego, al menos por parte de los responsables de la catedral.
Pero el que sí llevaba un férreo control era Manolo, el electricista. Una de las mayores sorpresas que deparó su detención fue el hallazgo de unas agendas-diarios, correspondientes a los años 2004, 2005 y 2006, en las que Manolo iba apuntando en castellano y con bolígrafo azul las pequeñas cosas que le ocurrían a diario: sus recorridos a pie o en coche, el tiempo que hacía, el café que tomaba con algún parroquiano… Y de vez en cuando cogía el bolígrafo rojo para escribir…
Y con ese bolígrafo rojo dejaba constancia de sus fechorías…como si quisiera que se viesen mejor, Manolo apuntaba en rojo: “Hoy me he llevado 10.000 euros, hoy me he llevado 7.000 euros…” La policía está analizando ahora esas agendas para comprobar el montante de todo lo sustraído por el electricista, que parece mucho más de lo que se ha encontrado en sus casas, un millón doscientos mil euros.
Vaya con este Manolo, que era de dos misas diarias: a las siete de la mañana y a las siete de la tarde. Costumbre que ha mantenido casi hasta su detención. Eso y las magníficas relaciones que mantuvo con el deán, José María Díaz, con quien departía amigablemente hasta horas antes de ser arrestado por los policías de la Brigada de Patrimonio de la UDEV Central.
Todo indica que actuó por venganza, pero no contra el deán. De hecho, cuando Castiñeiras fue despedido, el deán trató de salvarle el cuello laboral digamos. Y la policía se sorprendió mucho de lo buenos amigos que eran durante todo este año de pesquisas. Tanto, que el propio deán fue investigado por si hubiese tenido algo que ver con el robo.
Ahí en la catedral no se salvó nadie de ser investigado. Volviendo al culpable confeso, al electricista, la gran duda que tenemos todos es… ¿De dónde sacó Castiñeiras ese millón y pico de euros que encontró la policía en su poder?
Esa duda también la tiene la policía. No parece que Manolo hubiese entrado en los restringidos círculos de los ladrones de arte sacro. Todo indica que buena parte de ese dinero –en su casa había casi un millón de euros, el resto hasta 200.000 euros más fue encontrado en casa de su hijo, que por eso está en prisión– puede ser producto de esos robos que ha debido perpetrar desde hace muchos años.
Así compró Castiñeiras hace unos diez años un primer piso para su hijo, otro piso en la playa de A Lanzada...Y así quería comprar otro piso más, en Santiago, por 300.000 euros, lo que acabó de señalarlo como objetivo. También está ya demostrado que el electricista había robado más documentos, como cartas personales de los canónigos, y otros objetos de la catedral e incluso había devuelto alguno.
Territorio Negro: dos meses sin el Códice Calixtino narramos un extraño episodio. Dos policías siguieron a uno de los sospechosos una tarde que salió de la catedral de Santiago con un bulto en la mano. Llegó hasta la capilla de las Ánimas, una pequeña iglesia cercana, se introdujo en ella y salió sin el paquete. Los agentes entraron en el templo y vieron que junto al altar había tirado un cofre, un cofre que había sido robado tres años atrás de la catedral…
Y, claro, quien tiró ese cofre, ese sospechoso al que seguían los policías, era Manolo, el electricista... El tipo del cofre era, efectivamente, Manuel Fernández Castiñeiras… Y no, no fue el único sospechoso. La policía tenía otro candidato al que, incluso, se le llegó a hacer un registro en casa… Por petición propia.
El hombre, un seglar que trabajaba también en la catedral de Santiago tocando el órgano, y que, por tanto, también estaba entre la lista de posibles ladrones, llamó a la policía y dijo: “vengan a mi casa, el Códice lo tengo yo”. Y allí se presentaron los agentes pensando que, verdaderamente, estaban ante un ladrón arrepentido. Pero allí no apareció ni el Códice ni nada parecido…
Cuando la policía terminó el registro, el hombre les dijo: “Yo no robé, pero creo que me quieren hundir y me lo van a meter en mi casa para acusarme del robo. Ahora me puedo quedar tranquilo”.
Lo contamos aquí hace meses. El robo destapó toda clase de intrigas entre diversos sectores en disputa por el control de la catedral y de los valioso archivos, una guerra de sotanas que incluyó hasta insinuaciones sobre la sexualidad del deán, maniobras para hacerle luz de gas, es decir, que quedara como un hombre anciano y sin sus facultades mentales … El robo del Códice Calixtino puso bajo la potente lupa de la policía a los 22 canónigos que trabajan y viven allí a diario y dejó al descubierto muchas miserias.
Por ejemplo, nadie denunció durante todos estos años el robo de millones y millones de pesetas de los peregrinos. Manolo el electricista lo tenía claro: "allí dentro roba todo el mundo". Una de las personas que conoce la catedral de Santiago por dentro nos lo contó hace meses de un modo más fino: "aquello es una mina de oro".
Bien, tenemos a Manolo Castiñeiras, un electricista que fue despedido de la catedral como sospechoso. La policía va descubriendo miserias e intrigas en la catedral y empieza también una batalla psicológica con el sospechoso
Le siguen durante meses. Ven que no contacta con nadie del mercado negro del arte para vender nada. Comprueban que sí actúa de forma algo peculiar: por ejemplo, intenta pagar un café con un billete de 500 euros y cuando le dicen que no hay cambio, se va enfadado... Y un buen día se temen muy mucho por su salud.
Sí porque unos días después de robar el Códice, este hombre, que ahora tiene 61 años, sufrió un ictus, un accidente vascular, del que parece ya recuperado. Y si por ejemplo Castiñeiras hubiese muerto, quizá el Códice no hubiese aparecido. El caso es que se recuperó y comenzó una buena relación con los policías que le investigaban. Uno de ellos le llegó a preguntar: "¿Manolo, no lo habrás robado tú, tú no tendrás el Códice?”
Y Manolo contestó que no. Pero el policía le dio una vuelta de tuerca y le sugirió: "mira que si destrozan el libro o si lo queman". Y entonces Manolo no se contuvo: "no, hombre, quemado no está".
Aquí no estamos hablando de un delito de asesinato o secuestro como los niños de Córdoba. Manolo no iba a irse a ningún sitio, estaba controlado. Y lo básico era que no destrozara el Códice en algún arranque de furia o de venganza. Hubo que mimarlo, primero con la esperanza de que alguna noche lo devolviera, como hizo con el otro cofrecillo en la iglesia de las ánimas.
Y cuando eso falla o cuando Manolo ya parece que no va a tener ese gesto, se decide detenerlo, todo un órdago. Sí, porque esa misma madrugada, la del martes al miércoles pasado, los registros concluyeron sin éxito. No se encontró el Códice y sí un millón doscientos mil euros y 30.000 dólares en billetes. Hasta los policías más curtidos y más gallegos se temieron entonces que Manolo hubiera vendido por partes el manuscrito. Pero al día siguiente acudieron al garaje de O Milladoiro, donde aquella noche, por falta ya de luz adecuada no pudieron ir, y bingo.
Enhorabuena por tanto a la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta, que así se llama, y dentro de ella a la Brigada de Patrimonio Histórico.
Bien, viajamos 500 años en el tiempo… Del siglo XII, cuando fue copiado a cuatro manos el Códice Calixtino, hasta el XVII, la época en la que pintó sus obras de arte el inmortal Diego Velázquez…
Nos situamos ahora entre 1616 y 1618. Velázquez vivía en Sevilla y allí pintó tres versiones de un cuadro, tres variaciones de una obra que representa a tres personas sentadas alrededor de una mesa en la que hay diversos alimentos. Una de esas versiones, conocida como El almuerzo, fue adquirido por la zarina Catalina II y se encuentra en el museo del Hermitage, en San Petersburgo desde el siglo XVIII. Otra versión, llamada Almuerzo de Campesinos, está en el Museo de Bellas Artes de Budapest. Y hay una tercera versión, llamada también El almuerzo o Tres hombres a la mesa, que está desaparecida…
Se trata de un óleo sobre lienzo de 125x99 y su último propietario conocido fue una empresa administrada por Sharon Cohen, la novia de Álvaro López Tardón, el gran jefe de Los Miami, esa banda mafiosa de la que hemos hablado aquí otras veces, nacida en los últimos años ochenta como un grupo que controlaba la seguridad en las discotecas de Madrid.
Los Miami empezaron así, pero crecieron mucho…muchísimo. Ya en los 90 comenzaron a dedicarse al narcotráfico, a los secuestros, a las extorsiones… Las guerras entre sus cabezas visibles, los hermanos López Tardón por un lado y los Peña Enano por el otro, les hicieron desaparecer de los focos, pero Álvaro López Tardón –un tipo con el cuerpo cubierto de tatuajes, musculazo y devoto de la santería, se convirtió según la policía en uno de los narcotraficantes más poderosos de España, capaz de enviar toneladas de cocaína a Europa o de conseguir relojes de oro y brillantes para un Cristiano Ronaldo recién llegado a Madrid, como hemos contado aquí.
Álvaro López Tardón había fijado su residencia en Miami Beach. Desde allí dirigía una compañía dedicada a la importación de vehículos que, según la policía, es una enorme lavadora para blanquear las multimillonarias ganancias que le da el narcotráfico. Los cálculos de la policía estiman que Álvaro y su hermano, Artemio, han podido ganar más de 60 millones al año gracias a la cocaína que introducían en España procedente de Perú…
El negocio le iba muy bien, pero las cosas se le torcieron. Primero con la detención en Madrid de Ana María Cameno, la narcopija, su principal clienta y distribuidora de su droga. Para que nos hagamos una idea del negocio. En un solo año, Ana le pagó a Álvaro, según las anotaciones encontradas por la policía, 19 millones de euros. Y las cosas se le acabaron de torcer cuando se le ocurrió amenazar a Sharon, su pareja, con un cuchillo, tras una discusión en su casa de Miami Beach, una amenaza que fue grabada por las cámaras que el propio mafioso había hecho instalar en su domicilio…
Sharon, una mujer que había trabajado como acompañante de lujo o escort acudió a la policía de Miami a denunciar a su pareja. Les entregó las imágenes grabadas por las cámaras y Álvaro fue arrestado gracias a una ley similar a la nuestra de violencia de género. Pasó dos días en prisión y se dictó sobre él una orden de alejamiento. Mientras, el FBI se interesó por Sharon. Álvaro era un tipo del que la policía española pedía información continuamente y el hecho de que hubiese una mujer despechada hizo pensar a los federales que algo podía hacerse…
Una agente federal se ganó la confianza de Sharon, que pensó en todo momento que hablaba con una policía de Miami experta en violencia de género. Se desahogó con ella y le contó que Álvaro llevaba un tiempo muy nervioso porque en España habían detenido a una amiga a la que habían cogido con su droga; que se dedicaba al narcotráfico a gran escala; que hasta Miami llegaban correos humanos con millones de dólares; y que en su casa de Madrid había escondidos, en un zulo hecho en la habitación de su hermano, más de 20 millones de euros. Toda esa información viajó por los conductos reglamentarios hasta la Comisaría General de Policía Judicial española...
En el zulo, bajo la cama de Artemio López Tardón, había 27 millones de euros en billetes, pero ningún cuadro. Donde sí había rastro del cuadro era en el ordenador de Artemio y en el despacho del abogado de los hermanos López Tardón, Arturo García Hernández, que también fue detenido e imputado.
En el ordenador de Artemio había un contrato del año 2008 según el cual una sociedad llamada Tralen Finance vendía el cuadro de Velázquez a Kaiwan Solutions, una compañía radicada en Panamá y para la que actuaba de apoderada Sharon Cohen, la pareja de Álvaro López Tardón. Se habrían pagado por el cuadro, según ese contrato, 24 millones de euros a tocateja, en una sola entrega, un dinero que, según la policía “podría proceder de paraísos fiscales”.
Y, claro, el comprador real no es esa empresa, sino el propio López Tardón. Así se lo contó el propio Álvaro a su novia. Le dijo que había comprado el Velázquez a un tipo que le debía mucho dinero. Las obras de arte son objeto de deseo de muchas organizaciones criminales. Se pagan por ellas un dinero que nadie controla y sirven para lavar dinero, para inyectar dinero sucio en el circuito legal. Y, además, la compra de El Almuerzo fue un chollo…
Pues sí, porque entre la documentación encontrada en el despacho del abogado García Hernández, en la que hay, por ejemplo, certificados de autenticidad o un seguro de Mapfre de diez millones por traer el cuadro de Suiza a España, hay una tasación hecha en 2006 que valoraba el cuadro en 62 millones de euros. En esa documentación también hay algún documento que hace pensar a la policía que el cuadro ha podido cambiar de manos.
Para mover el cuadro, del que se sabe que viajó desde Ginebra a Madrid y que estuvo en 2008 en las oficinas de un anticuario del barrio de Salamanca en Madrid, la empresa de transportes que hizo ese trabajo precisaba la autorización de un tipo llamado Suljo Ibrahimovic, según un fax hallado en el despacho del abogado, Ese Suljo es un bosnio relacionado con al menos una docena de investigaciones sobre tráfico de drogas, armas, explosivos...
Lo cierto es que hoy por hoy sigue desaparecido. Ángel Enciso, el supuesto vendedor, que fue detenido por blanqueo de dinero, dijo que el Velázquez había vuelto a Ginebra, mientras que uno de sus socios dijo que se lo quedaron los hermanos López Tardón y la policía ha encontrado en los registros hechos en las propiedades de los López Tardón coches de más de 300.000 euros, decenas de millones de euros, leones y osos disecados, pero ni rastro de El almuerzo, el cuadro de Velázquez.