El clan de los Romanones y el Papa. El sumario
“Queridísimo y reverendísimo Santo Padre Francisco. Soy un joven de 24 años de Granada. El motivo de esta carta es narrarle un acontecimiento de mi vida, bastante trágico y por el cual he pedido bastante al Señor tener la fortaleza y el ánimo para poder perdonar de corazón a nueve sacerdotes de Granada, los cuales me han causado mucho daño a mí y al menos otras cuatro personas que han pasado por el mismo tormento que yo”.
El 4 de agosto del pasado año, un joven de 24 años, psicólogo clínico y supernumerario del Opus Dei, escribió esta carta al Papa Francisco, al Vaticano. El Papa llamó al joven andaluz y ordenó una investigación en la iglesia por esos supuestos abusos sexuales. El joven también denunció el caso a la justicia civil, terrenal, que abrió el sumario contra los sacerdotes del llamado clan de los Romanones. Sobre esa investigación, de sus luces y sombras, trata hoy el Territorio Negro
Este joven denuncia primero al Papa y luego a la fiscalía de Granada, los abusos sexuales que habrían cometido contra él hasta nueve hombres, siete de ellos sacerdotes, que integran el clan de los Romanones. Recordarán que la policía detuvo a varios de esos sacerdotes y que luego quedaron en libertad.
La acusación solo continúa contra uno, el líder, el padre Román Velázquez, jefe del clan de los Romanones. El resto de los curas que fueron denunciados por el joven han quedado exonerados. Es un asunto formal, no se va a investigar siquiera si existieron esos abusos sexuales, exhibicionismo y encubrimiento porque habrían ocurrido hace ya ocho años. Están prescritos porque la ley da tres años de plazo a las víctimas para denunciar desde que cumplen la mayoría de edad. En este caso, el joven ya tiene 24 años.
Las acusaciones contra el padre Román Velázquez son más graves. El joven ha denunciado a ese sacerdote, al que conoció cuando tenía siete años en la parroquia de San Juan María Vianney, en Granada, y del que comenzó siendo monaguillo. La relación fue siendo más intensa y el chico empezó a pasar días, luego temporadas en la casa de Los Pinillos que tiene el grupo de sacerdotes. Allí, siempre según su denuncia, el padre Román le obligó a masturbarlo varias veces y le penetró analmente en dos ocasiones, cuando él era menor de edad; esos delitos no prescriben hasta diez años después de que la víctima se haga mayor de edad.
El joven denunció que el padre Román empezó pidiéndole que le diera masajes en la espalda, algo que asegura que le repugnaba y que en algunas ocasiones al terminar esos masajes le pedía que le masturbara, diciéndole cosas como “soy tu padre, tienes que dejarte llevar. No vives bien tu sexualidad”. El cura está en libertad bajo fianza tras pagar 10.000 euros.
Por eso esté sacerdote sigue acusado. Vamos a entrar ahora en el sumario del caso. Y queremos hablar de los pinchazos telefónicos a los sacerdotes.Primero porque revelan las buenas conexiones de estos curas de Granada. Al día siguiente de que el juez ordene escuchar sus conversaciones telefónicas, el 18 de noviembre, alguien llama al sacerdote y le dice que “tenemos topos en los juzgados”. Pocas horas después, una mujer que se llama María y dice llevar en los juzgados “treinta y tantos años” le dice que ha consultado con alguien y que aunque la carta del denunciante era creíble, el caso estaría prescrito. Ese día, ahora que se habla tanto de filtraciones, las investigaciones están secretas, pues bien, esta mujer advierte al principal acusado de que pueden tener pinchados los teléfonos y le recuerda el caso de las grabaciones realizadas “al matrimonio de la niña china”.
Se refiere a los padres de Asunta Basterra, acusados del asesinato de su hija, claro. O sea que los sacerdotes de ese grupo fueron avisados de que sus teléfonos estaban pinchados al día siguiente de que la policía empezara a escucharlos. Pese a ello, los tres curas que tuvieron los teléfonos pinchados no pueden evitar mostrar su nerviosismo y arremeter contra el denunciante, que sería algo lógico, y también contra el Papa Francisco. Vamos a leer algunas frases de esas grabaciones que están en el sumario del caso: el padre Manuel Morales, uno de los denunciados por el joven, asegura: “es adulador, dominante, enfermo y psicópata. Es un pequeño Nicolás”.
Otro de los sacerdotes acusados de abusos sexuales, Francisco Campos, dice en una conversación del 20 de noviembre que: “Este señor es un pequeño Nicolás, es un delincuente, sabemos que es un delincuente de guante blanco, un manipulador de narices”.
Es curioso que los dos sacerdotes comparen a un joven, un crío que vivió con ellos durante años con el mismo personaje, el pequeño Nicolás, que había saltado entonces a la fama. El padre Román, el líder del grupo, en esas conversaciones grabadas por la policía califica al joven como “sinvergüenza” y afirma que “lo puse al descubierto con sus cosas y se ha vengado de esa manera. Está liando la de Dios es Cristo”. Tanto el jefe del grupo de religiosos como sus ayudantes critican también al Papa Francisco, que leyó la carta del joven, le creyó, le pidió perdón y ordenó abrir una investigación a la iglesia.
“El Papa ha dado un patinazo. Al Vaticano no le va a gustar esto”, afirma el padre Román en alusión a las fuerzas vivas de la Santa Sede. Sus compañeros son más gráficos: “El Papa la ha cagado… Quieren salvar el culo del Papa. El daño ya está hecho”, dice el sacerdote Francisco Campos. También le llaman populista y afirman que el joven denunciante le ha “engatusado”.
Hablan de que el denunciante es un impostor y que ha actuado por venganza. Daniel vivía con los sacerdotes en ese régimen tan especial, en ese chalet, para prepararse y ser uno de ellos, pero tenía novia y lo llevaba en secreto. Cuando el padre Román lo supo, habló con la chica, llamada Fátima. Y eso provocó la salida del chico de aquella fraternidad y el regreso a su casa. En el sumario se recoge un email que el chico envió al sacerdote donde le escribe: “Sé de sobra que me quiere como un hijo pero creo que esta vida no es para mí… Me lo has dado todo, tu familia, tu casa, tu tiempo, tu dinero, tu paciencia…”.
Veinte días después, el sacerdote responde: “¿Piensas que estaba haciendo una estrategia perversa para separaros? ¿A estas alturas me consideras una verdulera de barrio… Yo también he renunciado a mucho y con mucho gusto porque deseo una relación verdadera contigo. No me arrepiento de nada de lo vivido contigo y quiero seguir adelante”. Esta ruptura entre el chico, entonces de 17 años, y el líder de los sacerdotes ocurrió hace más de seis años, por lo que la teoría de la venganza parece un tanto simple. Más, si se lee lo que han contado otros jóvenes a la policía.
Daniel menciona en su carta al Papa a varias personas, dos chicos y dos chicas, alguno de ellos que todavía estaría viviendo con los Romanones. Contó primero su verdad a una profesora suya, Trini, que le animó a denunciar. La policía ha tomado declaración a todos ellos. Y no hay una verdad única, solo digamos un cuadro, el retrato de un ambiente. José Manuel, un joven de 25 años, explicó que cuando él era monaguillo, el padre Román le invitó a pasar un día en el chalet de Los Pinillos. Allí vio asombrado como los curas se desnudaban en la piscina. Y que luego, el propio Román se acercó a él vistiendo solo unos calzoncillos y le dijo, “esta noche duermes en mi cuarto y en mi cama”. Luego, le pidió que le diera un masaje y el, un crío, se sintió incómodo y se fue.
Otro hombre, llamado Gerardo, contó a la policía que fue invitado al chalet y que cuando se estaba duchando, el padre Román entró y trató de coger su pene. Y un tercer testimonio es el de Josué, que fue monaguillo del padre Román durante siete años, hasta 2004. El chico recuerda su extrañeza al ver que los curas se besaban entre ellos y les hacían a ellos imitarlos. Este joven también recuerda que Román le daba masajes y que sentía sus erecciones. Cuando rechazaba a los sacerdotes, este joven era criticado por ellos, que ponían de ejemplo a Daniel y le decían que tendría que dejar el grupo.
Los sacerdotes han negado que todo eso ocurriera y hay otros testimonios que les apoyan. Dos chicas que vivieron en diferentes etapas con los Romanones han negado todos esos abusos. Una profesora de catequesis que ahora está casada negó todos esos abusos y califica al denunciante de bipolar y manipulador. Lo mismo que otra joven que vive actualmente con los Romanones. En cuanto a la profesora que escuchó el relato de la víctima y le animó a denunciar, Trini, la desacreditan diciendo que lo hizo por venganza hacia los curas, a los que guardaba rencor porque se opusieron a su relación sentimental con un hombre marroquí. También asegura que David miente su ex novia, Fátima, cuya relación precipitó la ruptura del joven con los sacerdotes. Y esta declaración deja en muy mal lugar al denunciante.
Fátima dice que rompió con David porque la maltrataba psicológicamente, la insultaba. Y tiene toda la credibilidad porque ya en 2010, mucho antes de esta historia, denunció al joven ante la Guardia Civil de Armilla, en Granada. En la denuncia, la chica afirmaba que David no aceptó la ruptura y le envió unos 90 mensajes en los que la llamaba puta, hija de puta, inútil, y la amenazaba: “Te vas a enterar, te voy a hacer la vida imposible”.
El 2 de junio de 2010, los padres de la chica, que como ella son seguidores del grupo Camino Neocatecumenal, conocidos como Kikos, avisaron a la Guardia Civil porque habían aparecido pintadas en sus coches con letreros: fuera Kikos, fuera Kika… y dos jóvenes con casco de moto y capucha estaban gritando ante su casa. Los agentes identificaron luego a su ex novio y un amigo. Fue condenado a una orden de alejamiento de seis meses, según cuenta la mujer.
En fin, es un asunto turbio, oscuro, difícil. Será la justicia la que decida y establezca la verdad, al menos la verdad probada. Pero hay un dato más a favor de este chico, el denunciante…
Los informes de la Unidad de Análisis de Conducta de la policía. Se trata de psicólogos policiales que entrevistan y analizan palabras, gestos y silencios de los implicados en casos muy controvertidos, por ejemplo, el de José Bretón, asesino de sus dos hijos en Córdoba. En este, repasaron los gestos y palabras del denunciante y también los del sacerdote, el padre Román. Los expertos de la policía explican en su informe que el testimonio del sacerdote es deshonesto. Le preguntan por ejemplo si el chico le daba masajes y responde que no se acuerda. Cuando insisten, llega a decir “no sé, no me suena”. El informe incluye que sus negativas las hace bajando la mandíbula, ocultando la mirada. También se sorprenden de que haga incluso bromas en un asunto tan grave y que no exprese ira auténtica si la denuncia es falsa.
Diferente es el informe sobre el denunciante, David. Los agentes de la Unidad de Análisis de Conducta aseguran que puede ser que exagere o adorne algún detalle, pero que su testimonio en lo que se refiere al asunto de fondo, los abusos de los que habría sido víctima, es esencialmente honesto, espontáneo y coherente.
Mientras tanto, la iglesia también abrió su propia investigación. El 8 de octubre de 2014, el denunciante fue interrogado en Pamplona, donde vive ahora, por el instructor nombrado por la Iglesia, que es el decano de la facultad de Derecho Canónico de la Universidad Católica de Valencia, Juan Damián García. Fue un interrogatorio en toda regla, de 26 preguntas con largas respuestas, quizá más detallado incluso que algunos interrogatorios policiales.
En ese interrogatorio religioso, David dio nombres y detalles. Por ejemplo, explicó como eran las casas y las habitaciones donde sufrió abusos, habló incluso de donde estaba el aceite de los masajes y el aparato de masajes (que por cierto existe y fue encontrado por la policía). También de que se lavaba la boca con Listerine después de los abusos porque le daba asco. Tras ese cuestionario, la iglesia decidió suspender de sus funciones al padre Román y otros dos sacerdotes más, Manuel Morales y Francisco Campos, este último era además juez del Tribunal Eclesiástico de Granada.
El Papa contestó a Daniel el denunciante, el 10 de agosto, solo seis días después de que escribiera la carta. Y le animó a ir a ver al arzobispo de Granada, Javier Martínez. Daniel tuvo que llamar primero varias veces a la secretaria del arzobispo, que le dijo que estaba de vacaciones y 13 veces más al móvil del arzobispo. Le recibió 20 días después.
En octubre, el día 16, monseñor Martínez le envió una carta en la que le anunciaba la investigación abierta, el “procedimiento canónico”. Daniel le contestó por email que ya había presentado una denuncia en la fiscalía de Granada y le pidió discreción para que los investigados no lo supieran. Pero el arzobispo no hizo caso, sancionó a los tres sacerdotes y ellos supieron así de la denuncia y la investigación. “El asunto ya no está en tus manos ni en las mías, sino en las de la Virgen. Ella es madre y sabe de dolores y de lo que significa ser víctima, hasta la muerte”. Días después, los Romanones denunciaron ante la Guardia Civil un robo muy oportuno y sin esclarecer: alguien había entrado en su chalé y se había llevado su ordenador antes de que la policía fuera a detenerlos.
Una venganza o un grupo de sacerdotes que abusan de menores. No sé si algún día sabremos la verdad.Es un tema complicado. Uno de los sacerdotes suspendidos, Francisco Campos, afirma en una conversación grabada por la policía que “este hombre (se refiere al denunciante) tiene una cosa que es lo que nos está matando, que vivió un año con nosotros, y tú sabes como vivimos, que vivimos como una familia… Lo nuestro no es un seminario que cada uno tiene su habitación, no, compartimos habitaciones, tenemos vida de familia, la piscina allí, en la casa, nos bañamos allí, él conoce hasta el detalle, basta con que tú quieras interpretar mal las cosas o quieras ir un poco más allá, tú ya sabes”.
Uno de los sacerdotes interrogados, el padre Manuel Morales, admitió que daban masajes al líder en las piernas y la espalda y que el veía en Internet pornografía pero siempre imágenes de mujeres adultas. Añade que de ese asunto se ha confesado ya con el padre Román. Cuando los policías se mostraron sorprendidos de que en el chalet con piscina donde vivían un grupo católico casi integrista, no hubiera ni una imagen religiosa. El padre Morales fue concluyente: “Pinillos es un lugar libre donde somos personas, no sacerdotes”.