Madrid | 10.03.2022 15:12
La duda, para quien la tuviera, ha quedado despejada: el PP ha abierto la puerta a la extrema derecha en el Gobierno de Castilla y León. Alfonso Fernández Mañueco, el hombre que convocó unas elecciones innecesarias e incomprensibles a mitad de legislatura, ha claudicado y cede en todo lo que le pedía Vox para que él pudiera seguir gobernando.
Esto es, la presidencia de las Cortes, la vicepresidencia de la Junta y tres carteras más en el Ejecutivo. Nada hace pensar, pues, que Mañueco no transija también en las peticiones expresadas por Vox la misma noche electoral: derogar en Castilla y León la aplicación de la Ley de Memoria Histórica y la ley de Violencia de Género.
La entrada de la ultraderecha en un gobierno -eso que Angela Merkel dijo una vez que era "imperdonable" cuando los suyos en el estado de Turingia lo intentaron- es el primer regalo de bienvenida que recibe Alberto Núñez Feijóo. Ayer mismo oficializó su candidatura apostando por un proyecto de "serenidad y moderación". Palabras prometedoras, sí, pero hechos que las desautorizan.
¿Intentará Feijóo librarse de las críticas diciendo que él no es aún presidente del PP? ¿Se intentará, desde la dirección actual de Génova, convertir en legado de Pablo Casado esta llegada de la extrema derecha a un gobierno?