La sabiduría popular dice que el ojo del amo engorda al caballo y todos entendemos que, cuando nos jugamos nuestro patrimonio, estamos mucho más atentos y cometemos menos temeridades.
El dinero privado es muy celoso, pero el dinero público a menudo es despilfarrado porque nadie lo siente como propio. Esa colosal equivocación es la que provoca todas las corruptelas y corrupciones. La ley es implacable con el que roba la gallina, pero bastante más indulgente con quien se lleva los millones por docenas si es dinero público.