Iker explica que fue aficionado, seguidor y oyente, con aquel ambiente tan especial envuelto en humo de cigarro prohibido hoy.
"Recuerdo la emoción de cuándo nos empezó a tratar, fue un amigo. El shock de darse cuenta que el maestro de las ondas no puede ver. La historia de superación personal es épica. Y él hacía todo lo posible a que fuera una mínima circunstancia. Y el tercer plano, el de ser competencia. Aficionado, seguidor, colaborador y competencia. Tuve que pelear por obligación profesional", cuenta Iker.
Además, Iker relata que en una cena con varias personas hablaron de muchas cosa y se truncó de manera muy injusta, pero le envuelve de mito. "Fue una competencia sanísima. Nunca jamás los oyentes olvidarán el legado de Juan Antonio Cebrián".