FIN DE AÑO

El relojero de la Puerta del Sol desvela en Onda Cero cómo se prepara el corazón de las campanadas de Nochevieja

Pedro Ortiz, uno de los relojeros responsables del emblemático reloj de la Puerta del Sol, explica en 'Más de Uno Madrid' la presión de tener a toda España pendiente del segundero, el trabajo en equipo que garantiza que las campanadas suenen a la hora exacta y cómo, desde hace años, celebra el cambio de año lejos de la tradición familiar de las uvas para que el reloj no falle.

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Madrid |

Cada 31 de diciembre, mientras millones de personas miran la Puerta del Sol, el equipo de relojeros vigila en silencio que todo funcione al segundo. Pedro Ortiz, uno de esos técnicos que vigila que nuestra entrada del año sea en el segundo correcto, recuerda en la sección 'Currarse Madrid' con Irene Calderón que su labor es, ante todo, colectiva: "sí, evidentemente es un trabajo en equipo; con una persona solo sería súper complicado porque es público, entonces no puede estar parado nunca y no tendría vacaciones, ni podría ponerse malo".

Ortiz detalla que en las pruebas previas estuvieron "cuatro relojeros" y que esa misma plantilla se activa en la noche más importante del año. No hay un rol fijo e inamovible: "esto va rotando, vamos cambiando para que todos estén al tanto de cada sistema", resume, explicando que cada miembro controla una parte: precisión, transmisiones, megafonía o los distintos mecanismos internos.

Ensayos, ajustes y un reloj conectado al cosmos

La preparación no se improvisa el 31 de diciembre. Ortiz explica que el trabajo comienza antes, con el ya tradicional ensayo del día 30, que ha pasado de ser una simple prueba a convertirse "en todo esto básicamente, igual que el día 31, nada más que cambia que no se enciende el cartel de 2026". Después, los relojeros regresan al mediodía para una última revisión antes de la noche.

Para ajustar el reloj, la referencia sigue siendo muy radiofónica. Ortiz lo cuenta con naturalidad: "sí, es que no fallan, no fallan", dice sobre las señales horarias, aunque matiza que tienen "varios sistemas" por si acaso. Cada relojero lleva su propio sistema de sincronización y siempre hay una radio encendida, además de relojes GPS conectados con observatorios astronómicos para asegurar que el reloj de Sol funcione "absolutamente al segundo".

Un gigante delicado que casi nunca se equivoca

El reloj de la Puerta del Sol no es un simple aparato de sobremesa; es una máquina monumental sometida a cambios de temperatura, viento, lluvia y hasta palomas. Ortiz recuerda que en 1997 se llevó a cabo "una reparación integral" muy compleja y que, casi tres décadas después, este año han realizado una nueva limpieza para "evitar alguna sorpresa", corrigiendo desgastes mínimos y renovando aceites.

Aun así, admite que puede haber variaciones de apenas unos segundos, algo lógico en un mecanismo de estas dimensiones: "hay muchos relojes electrónicos que te varían más de cuatro segundos; en un reloj monumental como este que tiene cuatro esferas a la calle, ocho pares de agujas…, que haga un más o menos de cuatro segundos muchas veces es inapreciable".

Y, pese a la presión, lanza un dato clave: a la pregunta de si alguna vez ha fallado justo antes de las campanadas, responde tajante: "pues no, y además, si hubiera fallado, todo el mundo se habría dado cuenta".

La presión de millones de ojos… y la tradición que se sacrifica

Aunque los años dan experiencia, la tensión de la noche del 31 nunca desaparece. Ortiz admite que la primera vez fue muy distinta, marcada por la responsabilidad de saber que "te están mirando muchísimos ojos" y con el objetivo de que el riesgo de fallo sea "cero". Antes de esa noche, durante todo el año, los relojeros realizan mantenimientos semanales y, "quince días antes del 31", intensifican los ensayos para garantizar que la primera campanada se superponga al segundo exacto de las señales.

La presión también viene de la gente que llena la plaza: "La presión te la impone toda la gente que está ahí abajo… según se va acercando esa medianoche, va subiendo el volumen del entusiasmo y lo notas". Mientras el país se prepara para tomar las uvas en familia, Ortiz vive una Nochevieja distinta.

Explica que intentaron llevar alguna vez a la familia a cenar cerca de Sol, pero era inviable: "es muy complicado porque en Sol a lo que vienes es a trabajar". Por eso, desde hace años, celebra el cambio de año en casa "como podemos", y su entorno lo entiende: "ellos entienden que es nuestro trabajo y no hay otra".

Un reloj "mimado" que marca la entrada al año nuevo

Pese a los años y la rutina, Ortiz habla del reloj con un cariño casi personal: lo describe como "una máquina fantástica" y confiesa que lo cuidan con mimo: "prácticamente es todo automático y si está cuidado, como creo que lo hacemos, vamos con todo cariño, es como el reloj mimado de campaña". Tanto, que asegura que sigue funcionando "como el primer día".

La entrevista se cierra con un deseo sencillo y una dosis de confianza basada en la experiencia. Los presentadores le desean suerte, aunque insisten en que ya son "avezados" en la materia, y él responde con un "feliz año a todos vosotros", listo para volver a subir a la torre y vigilar, una vez más, que el país entero entre en el nuevo año al compás exacto de sus campanadas.