HISTORIA

Qué pasó el 23F: la historia del golpe de Estado fallido de Antonio Tejero

El 23 de febrero de 1981, mientras el Congreso de los Diputados se preparaba para la votación de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno, Antonio Tejero irrumpió en la cámara acompañado de un grupo de guardias civiles armados.

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Tomás Sanjuán

Madrid |

Antonio Tejero durante el intento de golpe de estado en Madrid el 23F | EFE

El 23 de febrero de 1981 es una de esas fechas que se estudia en los colegios. Aquel día, Antonio Tejero, un teniente coronel de la Guardia Civil, protagonizó uno de los intentos de golpe de Estado más notorios de la historia reciente del país. Pero, ¿qué ocurrió exactamente y cómo España logró salir de aquel trance con sus instituciones intactas?

Una democracia frágil

Para entender el 23F, hay que remontarse a los años posteriores a la muerte de Francisco Franco en 1975. España atravesaba una transición hacia la democracia que no todos aceptaban. El nuevo régimen democrático se enfrentaba a desafíos internos, como la amenaza del terrorismo de ETA, tensiones regionales y un Ejército acostumbrado a otra disciplina y órdenes. En este clima de incertidumbre, algunos sectores del poder militar veían la democracia como débil y temían la pérdida de influencia.

La mañana del golpe

El 23 de febrero de 1981, mientras el Congreso de los Diputados se preparaba para la votación de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno, Antonio Tejero irrumpió en la cámara acompañado de un grupo de guardias civiles armados. Con gesto firme y gritos de "¡Quieto todo el mundo!", tomó el control del hemiciclo y mantuvo retenidos a los diputados durante horas. La imagen del uniforme de Tejero y su pistola se grabó en la memoria de toda España y en la historia audiovisual del país.

Simultáneamente, otras unidades militares ocuparon puntos estratégicos de Madrid, y algunos altos mandos del Ejército mostraban cierta disposición a apoyar la operación. Sin embargo, la coordinación era escasa y las órdenes no claras, lo que comenzaría a marcar la diferencia entre un golpe que parecía poder triunfar y uno que finalmente fracasaría.

El coronel Antonio Tejero blandiendo un arma mientras intenta tomar el Parlamento español en un golpe de Estado con la Guardia Civil, febrero de 1981. | Getty

La clave: la reacción del rey Juan Carlos

El elemento decisivo que salvó la democracia española fue, sin duda, la intervención del rey Juan Carlos I. A diferencia de otros momentos de la historia, el monarca tomó una decisión firme y pública: reafirmó su compromiso con la Constitución y el gobierno legítimo. En un mensaje televisado durante la noche, llamó a los militares a respetar las leyes y a los ciudadanos a mantener la calma. Este gesto fue determinante. Muchos oficiales que habían dudado sobre su apoyo al golpe optaron por mantenerse leales al Estado democrático.

Tras cerca de 18 horas de tensión, el golpe de Tejero fracasó. Los diputados fueron liberados y los conspiradores arrestados. Antonio Tejero fue juzgado y condenado a 30 años de prisión, de los cuales cumplió poco más de 15. La sociedad española respiró aliviada, y aquel episodio se convirtió en un símbolo del fortalecimiento de la democracia frente a la tentación autoritaria.

Esta historia es un claro ejemplo de que la democracia no es invulnerable y requiere instituciones sólidas, ciudadanos vigilantes y líderes responsables. Y en este caso, la unidad de la Corona, el gobierno y la sociedad civil fueron determinantes para que España evitara un retroceso a los tiempos del autoritarismo.

Hoy, más de cuatro décadas después, el 23 de febrero se recuerda no solo por el miedo y la incertidumbre, sino también como una prueba superada por la democracia española. La imagen de Tejero disparando al aire en el Congreso, con los diputados agachados, sigue siendo un símbolo de lo que no debe repetirse.