Gracias al cloro, que es un poderoso desinfectante, podemos nadar en las piscinas sin gérmenes. Pero este compuesto químico también puede producir algunos problemas en la salud si no se usa correctamente.
El cloro para piscinas está compuesto principalmente de cloruro de sodio (NaCl) y es un desinfectante de amplio espectro porque actúa contra contra bacterias, virus, protozoos, algas... El cloro necesita poco tiempo de contacto para eliminar los patógenos.
Al tratarse de una sustancia con un pH superior al de nuestra piel, existe riesgo de irritaciones y de daños en ojos y oídos si no tomamos las debidas precauciones.
El cloro puede llegar a provocar reacciones químicas en la piel que deriven en irritación, hinchazón o pérdida de melamina, sobre todo cuando se trata de pieles sensibles o atópicas. Cuando esto suceda habrá que suspender los baños y consultar con el médico que corresponda cuando aparezcan este tipo de síntomas.
En cuanto a los problemas que puede causar el cloro en los ojos y los oídos está la irritación, que por regla general desaparecerá con el paso de las horas. La presencia combinada de cloro y de determinadas bacterias puede derivar en conjuntivitis infecciosas y en queratocojuntivitis, una inflamación de la córnea y de la conjuntiva por falta de suficiente hidratación en el ojo.
Con respecto a los riesgos para los oídos, el agua clorada clorada puede producir otitis externas (oído de nadador), que vienen provocadas por el hecho de que el líquido se mantiene en el interior del canal del oído durante largos periodos de tiempo, por ello es aconsejable utilizar tapones y secar perfectamente los oídos tras el baño.
Para evitar problemas en la piel, ojos u oídos, se aconseja que los baños no sean interminables y que después de los mismos procedamos a una ducha que elimine todos los restos de cloro de nuestro cuerpo.